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Vandana Shiva: “Corporaciones como Monsanto corrompen a los Gobiernos"

Vandana Shiva: “Corporaciones como Monsanto corrompen a los Gobiernos»

¿Qué sabemos de los alimentos que comemos? Una pregunta cuya respuesta puede provocar mucho más que un dolor de tripas. Cada año mueren 222.000 personas en todo el mundo envenenados por los pesticidas, según la OMS. Las mismas sustancias químicas que se emplearon en guerras, como el Agente Naranja en Vietnam, se utilizan hoy para acabar con las plagas, y de paso con todo el planeta.

 

Así lo asegura la doctora en Física y activista medioambiental Vandana Shiva en el libro ‘¿Quién alimenta realmente al mundo?’ (Capitán Swing), donde urge a un nuevo modelo de agricultura más sostenible y local, en el que la mujer vuelva a tener un papel central. Asimismo, la activista india, que se ha convertido en el azote de las multinacionales, responsabiliza a la multinacional Monsanto de los suicidios de 300.000 agricultores en la India por el pago de patentes de semillas modificadas genéticamente.

¿Puede algo tan pequeño como una semilla haberse convertido en un arma de destrucción, enfermedad y hambruna? ¿Qué estamos sembrando en realidad?

Vandana Shiva: “Corporaciones como Monsanto corrompen a los Gobiernos"

Ha asesorado a muchos Gobiernos, entre ellos al del expresidente  Zapatero. ¿Cuál es el error más común que cometen?

La falta de respeto para las constituciones y leyes que se han escrito desde una sociedad democrática, porque se convierten en los esclavos del 1% de la sociedad y utilizan su dinero para financiar las campañas electorales. ¡Qué digo 1%! Quienes están robando nuestra economía y lo controlan absolutamente todo son muchísimos menos, el 000,1% de la sociedad. Quieren destruir la naturaleza quedándose todos los recursos, además de poseer las nuevas tecnologías. Si no fíjese en Trump, que es el primer presidente de la Inteligencia Artificial. Sus interacciones en Facebook se vendieron a compañías de algoritmos como Cambridge Analytics, que compilaron toda esta información y detectaron cuatro tipos de lenguaje de odio: el odio hacia las mujeres, hacia los negros, los musulmanes y los inmigrantes en general. ¡La IA y las redes sociales son el capital de un hombre que no tiene ningún tipo de experiencia política y gobierna el que dicen que es el país más poderoso del mundo! La piratería de los procesos democráticos es la nueva amenaza que tenemos en el futuro y han conseguido que una sociedad tan diversa como la nuestra se base únicamente en el miedo y el odio. Y los políticos siguen impulsando este sistema… Primero fue Estados Unidos y ahora está llegando a Europa, donde en Austria ya hay un presidente del odio y veremos cómo van a aparecer otras personas desconocidas que llegarán a la política con este tipo de mensajes. Debemos salir de este círculo vicioso y apostar por la humanidad y la diversidad para crear un futuro.

 

¿Ha recibido amenazas por su activismo?

Sí, recibí amenazas directas de Monsanto cuando los denuncié. Monsanto es la compañía más importante del mundo de semillas, pero no tenía nada que ver con ellas hace 20 años. No han creado ninguna semilla, lo que han hecho es modificarlas genéticamente y por eso dicen que las han inventado y compran todas las patentes. Ellos mismos son los que escribieron el acuerdo con la Organización Mundial del Comercio (OMC) para tener su monopolio, pero en 1991 hubo una revisión y empecé a trabajar en el Parlamento para que no se permitieran estas patentes. Una semilla no es una invención ni una máquina, sino una expresión regulada de un sistema vivo que se reproduce, se multiplica y se adapta. Cada vez que me interpongo en el camino de Monsanto recibo amenazas, pero lo relevante para todos es que esta nueva economía que dirige un 1% quiere poseer nuestros recursos y nuestras mentes, y lo siguiente será que nos digan qué tenemos que pensar. Pero tienen miedo, porque no puedes enfrentarte al 99% del mundo y no tener miedo, y ese miedo es el que genera los sistemas de vigilancia.
Lo que he aprendido en esta vida es que las plantas se autorregulan solas, si las sometes a químicos ocurre lo que en Estados Unidos, que la mitad de sus campos están cubiertos de superhierbas. Lo que busca ese 1% es el control de la política y de la democracia representativa a través de mensajes falsos como los de Trump. Tenemos que recuperar la capacidad de pensar por nosotros mismos y nuestra libertad.

 

Quizás quien mejor lo comprende es quien lo ha padecido ya. Me refiero a la revolución verde del Punjab, que usted investigó en los años 80, y esa segunda revolución verde de los transgénicos. ¿Con la violencia se siembra?

Se dice que la revolución verde empezó en Punjab, pero no fue una revolución, lo que se hizo fue introducir productos químicos en la agricultura por una imposición de los Estados Unidos y el Banco Mundial. Sí, el presidente Johnson, la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford forzaron a la India para que aceptase la introducción de químicos cuando el país era próspero. Yo me licencié en Ciencias Físicas en Punjab en 1973 y hacia el final de la década había mucha violencia. Entonces la revolución verde recibió un Premio Nobel con el argumento de que era lo que traería la prosperidad pero, ¿sabe lo que querían? Lo que no querían, en realidad, es que India fuese hacia el ‘rojo’ de China, ese era su gran temor, y el color verde no tiene nada que ver con la ecología. No había ningún movimiento ecológico detrás, simplemente un color distinto. Y recibieron un Nobel de la Paz cuando en Punjab había una guerra, en una tierra en la que murieron 30.000 personas por culpa de esos movimientos. Entonces me empecé a preguntar qué era lo que había pasado, por qué la gente estaba en contra. Los agricultores me dijeron en una reunión: “Si no podemos decidir qué cultivamos –porque les forzaban a cultivar arroz y trigo-, ni tampoco cómo lo hacemos y nos obligan a utilizar químicos, si ni siquiera podemos decidir el precio de venta, estamos en un modelo de esclavos”.

Pero la violencia de los transgénicos la encontramos a muchos más niveles: Todos los sistemas vivos se autorregulan y las semillas también, y una de las primeras violencias es reducirlo todo a un gen; no puedes decir que has creado una planta por haber modificado un gen. En India las leyes no permiten crear patentes para las semillas, pero Monsanto continua pidiendo regalías a los agricultores y ellos no tienen dinero. Les dicen que si firman un papel serán multimillonarios, pero el documento lo que dice en realidad es que la tierra será de la corporación si no pagan, y cuando pasan un par de años se acaban quedando con su tierra y el agricultor se suicida porque no puede pagar. Ya se han suicidado 300.000 agricultores en India por culpa de Monsanto.

 

Cuando asesoré a Zapatero hubo una época en que el Ministerio de Medioambiente no podía tomar sus propias decisiones porque estaban manipulados por la industria de los transgénicos.

Otra forma de violencia es la que se ejerce contra la naturaleza. Las corporaciones decían que iban a hacer milagros, como cultivar alimentos en el Sáhara, pero lo que tenemos son cultivos BT, que contienen pesticidas que matan a los insectos polinizadores de las plantas. Ya han matado al 66% de los organismos que vivían en las tierras algodoneras; también han matado abejas y han surgido patógenos en la comida de los animales, también los pájaros empiezan a morir. En Argentina hay bebés que tienen diez veces más cáncer que antes, y en Honduras y Sri Lanka ocurre lo mismo con los trastornos de hígado. No solo se destruye el planeta, sino también la salud.

¿Por qué si la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que los transgénicos son perjudiciales sigue produciéndolos Monsanto? Han destruido a todos mis amigos científicos que trabajaban para el Gobierno, les han robado las tierras. Se han cargado todas las instituciones científicas y esa es la mayor de las violencias, la que atenta contra la ciencia y la democracia.

Nuestras estructuras están diseñadas para proteger la salud y el medioambiente, pero Monsanto corrompe a los Gobiernos. Cuando asesoré a Zapatero hubo una época en que el Ministerio de Medioambiente no podía tomar sus propias decisiones porque estaban manipulados por la industria de los transgénicos.

 

Dice en el libro que las agroquímicas trajeron la guerra a los campos, que los productos que se utilizaron primero para matar personas, como el Agente Naranja en Vietnam, se usaron luego como pesticidas. ¿Acaban con las plagas o ellos mismos son ‘la plaga’?

La industria de los pesticidas dice que todos los insectos deben ser exterminados, pero la naturaleza es capaz de controlar las plagas a través de la diversidad sin necesidad de químicos. Si planto nueve cultivos distintos, esas diferentes plantas alimentarán a los diversos insectos y mantendrán el equilibrio ante los depredadores. Lo que significa que un insecto no se convertía en plaga porque se controlaban entre ellos. Cuando devolvemos materia orgánica al suelo y reciclamos semillas, las plantas tienen más resistencia a una plaga.

Hemos realizado muchos estudios y prueban que si empleas fertilizantes químicos la planta tienen más agua y las plagas pueden atacar, se generan mayores plagas en tanto la materia orgánica las reduce. En segundo lugar, las plantas tienen un mecanismo de control de plagas que consiste en que cuando un insecto ataca a una de ellas, suelta una sustancia que afecta a las demás plantas, es decir, construye su inmunidad. Porque son inteligentes, tienen sobrada resistencia a las plagas. Y ocurre al contrario con los pesticidas y el veneno que tienen los transgénicos, las plantas se vuelven vulnerables y las plagas se hacen más resistentes y se incrementan.

 

Sostiene que, al contrario de lo que nos hacen creer, no son la agricultura industrial ni las grandes corporaciones con sus monocultivos las que alimentan el mundo, sino las mujeres. ¿Por qué es tan importante su papel como agricultoras?

Las mujeres fuimos las primeras científicas agrícolas antes de que la división del trabajo acabase dando lugar a la agricultura del colonialismo, de los bienes de consumo y las grandes producciones, que quedaron en manos de los hombres y hoy se considera la única agricultura. Y de esa forma la agricultura de las mujeres quedó en el ámbito de lo invisible; de hecho, ellas mismas fueron invisibilizadas. Pero es en estas pequeñas granjas gestionadas por mujeres con conocimientos reales de lo que es la biodiversidad, de las semillas y de la tierra que trabajan, donde se producen alimentos reales y con valor nutritivo. Y le pondré un ejemplo: He visto como solo en un 5% de la tierra labrada por mujeres nigerianas se producía el 50% del alimento de la región y el resto se dedicaba a la comercialización. Algún día debería ser el modelo agrícola principal en todo el mundo.

 

¿Existe un vínculo entre la violencia contra la mujer y la violencia ‘sembrada’? Se lo pregunto porque en su libro menciona la proliferación de abortos selectivos en regiones de la India donde abundaban cultivos transgénicos.

En los años 80, cuando estaba realizando un estudio sobre la revolución verde en el Punjab había muchos anuncios sobre la selección del sexo de los niños. Mi hermana, que es médico, fue nombrada por el Gobierno para que formase parte de un comité que iba a redactar leyes para prohibir los abortos selectivos. Llegaba a casa con mapas donde habían asesinado a las mujeres antes de nacer y comprobamos que ocurría en las mismas zonas donde tenía influencia la industria agroquímica. ¿Por qué? Porque en los sistemas agrícolas pequeños la mujer tiene un papel relevante en el trabajo, pero la industria agrícola la sustituye por máquinas y la devalúa como mano de obra. Ya no la necesitan. Pero es incluso peor, porque cuando cultivas para la propia nutrición tienes en cuenta que todos los seres tienen derecho a la vida, lo que no ocurre con la agroeconomía donde solo el comercio tiene valor y el alimento pasa a ser un bien de consumo.

Y al final esta perspectiva de comercialización entra en tu pensamiento y la mujer pasa a ser un sexo que podemos desechar. Una vez una mujer me dijo: “Si puedo elegir el color de mi sari, ¿por qué no puedo hacer lo mismo con el sexo de mi hijo?” Pues bien, hay unos 35 millones de niñas indias que no han podido nacer y en las aldeas que padecieron la revolución verde no hay niñas, tienen que comprarlas del Nepal, de Bangladesh. ¡Ahora se comercializan las niñas! Son círculos viciosos que no paran de reproducirse.

 

Usted fue una de las principales promotoras de la creación de bancos de semillas en la India y la preservación de la biodiversidad y la agroecología. ¿Qué podemos hacer los ciudadanos para crear comunidades alimentarias?

En cualquier lugar donde se puedan cultivar alimentos debería hacerse. Fíjate en la cantidad de alimentos que importamos de otros países cuando podríamos cultivar en lugares comunes, en las ciudades, incluso en balcones. Todas las ciudades deberían tener su propia adaptación. Puedes escoger entre alimentarte con tóxicos e importar o cultivar alimentos de forma localizada, en tu ciudad.

Creo que el urbanismo debería integrar la planificación de alimentación, incluyendo los mercados, el cultivo de cercanía… Empezar por lo pequeño sin destruir la agricultura y nuestra salud.

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