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¿Para qué sirven los clones?

Las ficciones se han ocupado de crear universos ilusorios donde los clones toman el planeta y todo se vuelve un desastre, con los humanos perdiendo el control y salvando los muebles en el último intento.

¿Para qué sirven los clones?

Hace veinte años se anunció la clonación de la oveja Dolly y desde entonces, al menos en este campo, nada ha vuelto a ser como antes. Las ficciones se han ocupado de crear universos ilusorios donde los clones toman el planeta y todo se vuelve un desastre, con los humanos perdiendo el control y salvando los muebles en el último intento. Con todo, más allá de la literatura y del cine y de todas las formas de entretenimiento y especulación posibles, existe una realidad que nos recuerda que la clonación no es una ilusión peligrosa, sino un método necesario para el progreso de la especie humana.

Esas ficciones modernas son el reflejo de las preocupaciones del ciudadano medio, y ha sido la clonación reproductiva la que ha encendido más alarmas. Esto es extraño cuando se evidencia que la clonación de la que más cerca nos hallamos es la terapéutica, centrada en descubrir nuevos tratamientos contra enfermedades muy graves. Se trata de una ciencia radical y efectiva que consiste en sustituir órganos o tejidos enfermos por unos nuevos creados con células sanas. De este modo, el cuerpo reconoce esta parte de su estructura y no la rechaza, como ocurre con tantas técnicas convencionales.

“No vamos a ver que se haga un cerebro, pero veo factible que se haga un riñón o un tejido de hígado que se pueda implantar”

 

Jordi Barquinero es responsable del grupo de Terapia Génica y Celular del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR) y conoce bien de cerca los progresos en estas investigaciones. “Creo que de aquí a diez años vamos a ver cosas muy atractivas”, adelanta. “No vamos a ver que se haga un cerebro, pero veo factible que se haga un riñón o un tejido de hígado que se pueda implantar”.

 

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Un grupo de japoneses partidarios de la clonación de humanos, en una manifestación en enero de 2003. |  Foto: Itsuo Inouye/AP Photo

La clonación terapéutica se basa en coger una célula pluripotente y emplearla para desarrollar cualquier tipo de tejido adulto. Esta célula es como una célula embrionaria y a partir de ella se pueden crear estructuras. Si necesitas piel, la cultivas en las condiciones adecuadas y obtienes más piel, que se multiplica. Si necesitas un hígado, a partir de estas células puedes desarrollarlo. Parece futurista e improbable, pero los científicos ya trabajan en ello, aun encontrando numerosos inconvenientes, especialmente cuando se trata de tejidos complejos. “Por ejemplo”, explica Barquinero, “hacer un corazón nuevo, aunque tengas las células propias, es muy difícil. Estas células igual las puedes inyectar donde se ha producido el infarto y con eso, a lo mejor, favoreces que se regenere el tejido. Pero hacer un corazón entero es imposible, y hacer un cerebro es ciencia-ficción”.

La clonación terapéutica se basa en coger una célula pluripotente y emplearla para desarrollar cualquier tipo de tejido adulto

 

Los grandes avances de la clonación son aquellos que persiguen una finalidad médica, que permiten alargar los años de vida y la calidad de esos años. El ser capaces de crear un órgano a partir de una célula, sustituir un órgano enfermo y reemplazarlo por uno sano y propio, es un paso hacia el infinito. Quizá no sea posible crear un hígado por el momento. Pero el hecho de existir proyectos lo suficientemente ambiciosos y prometedores invita a imaginar un mundo donde la muerte queda cada vez más lejana.

 

Clonar seres humanos

La clonación terapéutica es, en cualquier caso, una materia distinta a la clonación reproductiva, respecto a la cuál existen muchas dudas sobre su utilidad en términos estrictamente prácticos. “Ayudaría a parejas que no pueden tener hijos”, dice Jordi Barquinero. “Aunque se me hace extraño que un padre o una madre quieran un hijo que sea el clon de uno de ellos”.

¿Para qué sirven los clones?
Investigadoras de la Universidad Nacional de Seúl, Corea del Sur, en 2004. | Foto: Lee Jin-man/AP Photo

Las implicaciones morales de clonar personas abre frentes irreconciliables, y Barquinero reconoce que es una cuestión que se le escapa. No obstante, Francisco Montero, filósofo y miembro del Comité de Ética Asistencial del Vall d’Hebron, escribió en 2014 un ensayo revelador sobre las dimensiones de esta materia. En el texto, se deshace del ruido de quienes rechazan la clonación de personas bajo cualquier circunstancia y defiende que «la misma naturaleza genera clones espontáneamente», haciendo referencia a los gemelos monocigóticos y recordando que los seres humanos, desde siempre, hemos intervenido en la naturaleza y en nuestro entorno con la tecnología de cada época .

«Una persona no es solo su cuerpo. Es el aprendizaje adquirido y sus vivencias»

 

Es una cuestión delicada y que requiere de una reflexión profunda, provista de un contexto amplio. Lo que es seguro es que este clon humano, de nacer algún día, no sería más que la copia física de otro humano, nada más que eso. Barquinero se ocupa de destacar este aspecto: «Una persona no es solo su cuerpo. Es el aprendizaje adquirido y sus vivencias». Esto significa que los recuerdos no se trasladan, las condiciones en que nacemos y crecemos son las que nos marcan. Y un clon no deja de ser un hombre nuevo; con todo por venir, con una vida por delante.

 

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