Adriana Royo: “Fíjate en qué tipo de imagen vende alguien en las redes sociales y sabrás de inmediato qué miedos tiene”
Sexo, mentiras y series. La terapeuta millennial Adriana Royo nos explica en Falos y falacias las trampas del narcisismo contemporáneo.
Adriana Royo es una joven terapeuta y asesora psicológica millennial que viene investigando desde hace unos seis años los modos en los que el ser humano, impelido por las presiones sociales, se (auto)engaña y, en particular, en qué formas de la sexualidad contemporánea campa esta fantasía de la identidad a sus anchas. A esto lo llama, en su libro Falos y falacias (Arpa, 2018), neonarcisismo; la lucha por librarse de las trabas del yo en pos de la propia autonomía. Una forma (ilusoria) de creer que no necesitamos a nadie más que a nosotros mismos.
Yo S.L.: el sexo como fantasía del amor propio
Escribe Adriana Royo en su libro Falos y falacias que “la persona narcisista se quiere única y especial, que está enamorada y borracha de sí misma, egotizada”. “Esta es la razón por la que los narcisistas cultivan con mucha insistencia su imagen en las redes sociales, su máscara”, cuenta la terapeuta a The Objective desde su despacho en Barcelona. “Son tan vanidosos, -dice la experta en sexualidad- que su propio reflejo en los demás les excita y esto les deshumaniza, porque son incapaces de establecer vínculos reales y profundos y confunden el amor propio con el narcisismo. Para ellos el deseo es un sustituto del amor y viven la sexualidad de una manera superficial, para no tener que aceptar vínculos más reales y profundos”.
Por esta razón, comenta Adriana Royo, “el narcisista vive enclaustrado en su nudo autoerótico, huye de su verdadero carácter y de su personalidad genuina, se da al sexo sin el vértigo del amor”. Adriana Royo lo explica en su libro con una metáfora: para no enfrentarse a la realidad, el narcisista utiliza su máscara social como si fuera un valium psicológico.
Resumiendo: mucho sexo, pero cero conexión.
La culpa siempre la tienen los demás
Alerta en su libro Adriana Royo sobre cómo la ansiedad permea a toda la sociedad, igual que un virus, y comenta algo que ve continuamente en sus pacientes, pues que “cuando comienzas a escarbar en la personalidad de la gente y les vas quitando capas, como a las cebollas, lo que encuentras es que todos nos sentimos solos y vacíos, y que el sexo no es más que un modo de cubrir o negar ese vacío”.
“Preferimos lo ideal a lo real y eso nos convierte en casi psicópatas de nosotros mismos”, dice Royo. Narcisistas que tienen en la envidia una fiel acompañante. Una forma de destruir al otro; al rehuir la responsabilidad, el mundo se convierte en un campo de batalla donde el resto son los enemigos: competidores en el concurso de la atención. ¿Y esto por qué? “Por la pereza, que siempre esconde el miedo. Miedo a que los demás no nos hagan caso, a estar solos, a que nos rechacen”.
El narcisismo como escudo, para no estar en contacto con lo peor de uno mismo. Porque el abismo asusta. “Preguntarle al otro cómo sientes, cómo piensas…, eso es lo que deberíamos hacer”, dice Adriana Royo. Pero es más fácil, inocuo, aséptico y práctico quedar y follar, y después cada quien a lo suyo. Y sanseacabó.
Narciso ahogado en la apatía.
El miedo a la intimidad
Explica Adriana Royo en Falos y falacias que estamos perdiendo la imaginación y que tenemos las neuronas adormecidas, pero que no es solo un problema del pensamiento, si no también del cuerpo, del cual no sabemos descifrar sus emociones. “¿Por qué no hay en la escuela una clase de gestión de las emociones? -se pregunta en alto la joven terapeuta-. La gente vive como esponjas, absorbiendo los estímulos que les ofrecen, sin cuestionarlos, y eso, a la larga, acaba afectando”.
Según el parecer de Royo, esto sucedería porque están muriendo las neuronas espejo de nuestro cerebro, y ya no hay empatía. Solo buscamos cosas que sean afines a nosotros. Y añade: “el instinto tiene que ir ligado con la mente y con las energías. Sustituimos el miedo por la indiferencia y confundimos la libertad con la escisión de nuestros impulsos reptilianos.” La trampa es que nos hemos creído que solo conseguiremos el amor si ocultamos lo inadmisible en nosotros. De ahí la decadencia del amor, de ahí que se haya convertido en un puro continente. Hemos olvidado que la verdadera seducción consiste en desvestir el carácter de alguien. Necesitamos ser más autocríticos y hacer autoanálisis. “El verdadero revolucionario actual es aquel que ama”, proclama en su libro Adriana Royo.
A la sociedad le aterra el principio femenino
Todo tiene, en la vida, su masculino y su femenino. Su complementariedad crea el proceso vital en cualquier ámbito de nuestra vida. Pero lo que ha hecho la sociedad es olvidarse de esto y polarizar la energía focalizándose en una sola: la masculina. Ese desequilibrio ha favorecido lo que Adriana Royo llama el feminismo industrial, el hecho de que las mujeres busquen la igualdad comportándose como los hombres, poniéndose a su misma altura. Un feminismo que, en gran parte, se ha convertido en un objeto más de consumo. “Nos valoramos según lo que el hombre considera atractivo –afirma Royo-, y el peor autoengaño: creemos que lo escogemos nosotras”. El choice feminism se ha puesto de moda: elijo porque soy feminista, pero ¿qué elijo exactamente? Una libertad infantil, que satisface sus deseos sin hacerse cargo de sus consecuencias. Un cliché: “que una mujer en apariencia sea más abierta y esté más expuesta no significa que se haya liberado ni que se haya desbloqueado”. Pero no es muy diferente con los hombres, “seres con restreñimiento emocional, que no se valoran como personas sino como datos, que esconden su temor infantil a ser utilizados”, cuenta Royo en su libro.
Conócete a ti mismo
El narcisismo es una adicción, igual que una droga. De ella se puede salir. ¿Cómo? Pues dejando de autoengañarnos. Ya lo decían los sabios latinos: nosce te ipsum (conócete a ti mismo). Solo así serás capaz de conectar profundamente con los demás, y llegar a conocerlos como de verdad son, con su vulnerabilidad y su imperfección, con sus heridas y carencias, pero también con la honesta belleza de su afecto, la realidad palpitante de su ternura y la riqueza interior de su capacidad amorosa. Eso es lo que Adriana Royo nos propone en su libro: que conectemos.