¡Que la policía del buen gusto detenga a Íñigo Onieva, el marqués consorte de Griñón!
El marido de Tamara Falcó quiere reformar el Café Gijón de Madrid, último signo de civilización
Álvaro Nieto, director de THE OBJECTIVE, me ha invitado a estrenarme como cronista en el periódico en el que escriben el académico Félix de Azúa o el poeta Luis Antonio de Villena. ¡Menuda responsabilidad! Confieso que, mientras tecleo estas líneas, me recorre el síndrome del impostor. Como Álvaro fue subdirector de Tiempo, me ha sugerido emular, humildemente, esas últimas páginas donde Jesús Mariñas escribía todo lo interesante que había pasado esa semana. El maestro se pasó a esta revista después de trabajar durante veinte años en Época con su sección La vida es rosa bajo la dirección de Jaime Campany, un director que como las columnas de Jesús, levantaba odios y pasiones.
Recuerdo cuando Mariñas publicó que Carmen Lomana, que llegó a nuestras vidas como una rareza antropológica parafraseando a Carmen Rigalt, se colaba en las fiestas y, de algún modo, puso fin a aquella época que algunos fanes bautizamos como «lomanismo ilustrado». Entonces, creímos que era rica de verdad y nos divertían sus delirantes «boutades», como la que ha dicho ahora: «Me pongo semen en la cara». Hasta que dejó de tener gracia y le vimos las costuras, que no eran altas precisamente. Ahora nos reímos con Tamara Falcó. Cuando llegó de su luna de miel y los reporteros le preguntaron cuál era su plan tras su gran viaje, soltó: «Irme de vacaciones».
Todos saben que el marido de Tammy es Íñigo Onieva, porque, aunque uno no quisiera, ha sido tal el circo ambulante que no ha quedado otra opción que comprar una entrada. Leo que el marqués consorte de Griñón quiere reformar el Café Gijón, uno de los últimos símbolos de la civilización capitalina tras la caída del imperio de Jockey, Embassy, Balzac y Commodore. ¿Por qué? ¿Para qué? ¡Que la policía del buen gusto lo detenga! ¡Que le prohiban la entrada en Casa Salvador y Horcher! Parece que me ha invadido el espíritu de Josie, salvador de las esencias castizas, nuestra Chata del siglo XXI. Uno de los primeros clientes del Café Gijón fue Ramón del Valle-Inclán, quien buscaba un poco de fresco en la terraza. El literato huía a veces del barullo del Kursaal, donde, a principios del XX, bailaban Las Camelias, el grupo formado por las dos hermanas Delgado. Una de ellas, Anita, se convirtió en la maharaní de Kapurthala. Ahora, allí hay un Media Markt. Lloremos.
El posible «derribo» de la tertulia del paseo de Recoletos a manos del flamante aristócrata lo ha contado María Eugenia Yagüe, otro emblema de la prensa de sociedad española, quien acaba de publicar un libro, Los Medinaceli (Ed. Esfera de los Libros) sobre la fascinante historia de la casa ducal.
Uno de los capítulos más interesantes es el de Naty Abascal, quien personifica el fin de una era y ha reaparecido este martes 12 en la fiesta de Harper’s Bazaar tras la imputación de su hijo Luis Medina en el caso de la venta de mascarillas fraudulentas al Ayuntamiento de Madrid. Me ha divertido conocer que Andy Warhol la bautizó como el “Empire State español». En cambio, tengo una amiga d« la alta sociedad que la llama “animal de marisma”, porque la ex duquesa de Feria es alta y esbelta como una garza real… y, ciertamente, no se le entiende mucho cuando habla.
Por cierto, volviendo a Warhol, es un buen momento para rememorar que visitó la galería de Juana de Aizpuru, la leyenda viva del arte contemporáneo que esta semana ha confirmado que se retira. ¡Cómo para no ponerse melancólico! El olvido parece el signo de nuestros tiempos.
De la entrevista de la reina Sofía al perfume del escándalo de Letizia
Hace unos años, tuve el privilegio de almorzar con Natalia Escalada, asistente personal del presidente Adolfo Suárez en la Moncloa y exmujer de Julián Lago, histórico director de la revista Tiempo hasta que se entregó a la televisión. En aquel almuerzo nos acompañaba su hijo Pablo, un encanto de chico. Él me contó orgulloso que tenían enmarcada en su casa la entrevista que dio la reina Sofía a la publicación. Era la primera vez que lo hacía y, por tanto, fue una de las grandes exclusivas del momento. Una anécdota que conecta con lo que, hoy en día, daríamos por una interviú con Letizia. Y más ahora que su ex cuñado, Jaime del Burgo, ha desvelado una presunta relación extramatrimonial entre ambos.
THE OBJECTIVE ha sido uno de los pocos medios que ha contado este presunto escándalo. Sin embargo, fuera de nuestras fronteras, no ha dejado de ser una noticia de gran calado, que ha llevado a medios serios a hacerse eco del asunto. Ahí están Paris Match —los reyes son portada bajo el titular «Perfume del escándalo»—, Il Corriere della Sera, The Times o The Telegraph. Mi opinión es que alguien debería clarificar este tema que, a pesar de ser de naturaleza íntima, tiene una evidente trascendencia institucional.
Además, Del Burgo no es ningún desconocido: fue testigo en la boda de los entonces príncipes, se encargó de las capitulaciones matrimoniales y ahora larga, en otro orden de cosas, porque según él, han entrado en su casa de Ginebra y se la han dejado patas arriba. Está claro que para ser agente del CNI no se exige la destreza para el orden de Marie Kondo. Muchos dirán que no existen pruebas, pero él afirma que las tiene. ¿Las mostrará?
En definitiva, la monarquía no puede permitirse más falsos relatos. Es necesaria la transparencia. Tanto silencio llevó a un momento de gran paroxismo en 2014, cuando la revista Diez Minutos se inventó una entrevista imaginaria con Su Majestad. Este miércoles 13, los reyes, ajenos al vendaval, han unido sus agendas. Ella, de nuevo, como en su primera aparición conjunta tras la noticia, iba de rojo arrebatador. Esta semana, ha trascendido la felicitación navideña de la Familia Real con una imagen durante la jura de la Constitución de la princesa Leonor. Parecen, sin duda, una familia feliz. Ah, también se ha sabido que la reina es fan de los pollos ecológicos que cría Blanca Entrecanales, hermana del presidente de Acciona, en su granja de Toledo. Y eso que no está el horno para pollos.
Pedro Sánchez, de «perro» a «santo»
La semana comenzó con fuerza el lunes 11 con la presentación de Tierra firme, el libro de Pedro Sánchez, a cargo de Ángeles Caballero, siempre buena y divertida, y Jorge Javier Vázquez, quien estuvo unos días antes en La Moncloa para preparar el show. Iba en vaqueros. Stop. Los dos tienen un gran ingenio y sacaron al presidente de su zona de confort, aunque la broma de «Perro Sanxe» ya es demasiado recurrente. Tanto que este miércoles, durante su estancia en el Parlamento Europeo, comenzaron a sonar unos sonidos de perro. La gracia se le ha vuelto en contra. O no. Al final, en su condición de inasequible, convertirá el ser un perro en un gran halago. Y, bien pensado, lo es. Son más leales que los humanos y nunca cambian de opinión: si te quieren es para siempre.
Es admirable el poder de mutación del habitante monclovita. Lo mejor ocurrió fuera de la rueda de prensa: cuando un reportero le pasó un décimo por su chepa por si fuera verdad aquello de su suerte. De «perro» pasó a «santo». Ese mismo día, pero por la noche, Nicolas Sarkozy presentó sus memorias en España de la mano de Ana Blanco, ex busto parlante de TVE, que ha dejado de ser un holograma y ya se deja ver en carne y hueso. Se mueve y todo. Del acto, me sorprendió una foto: la del matrimonio Aznar-Botella con Borja Prado, quien acaba de dimitir como presidente de Mediaset por no estar de acuerdo con la línea editorial. En la imagen, Ana Botella señala a su marido y parece decirle: «Sí, lo mismo nos pasó a nosotros».
La salida del hijo de Manolo Prado de Colón y Carvajal, quien fuera tesorero del rey Juan Carlos, ha coincidido en tiempo con una teoría de Bárbara Rey que lo señalaba como responsable de una vendetta al haberle dado espacio al testimonio de su hijo Ángel Cristo Jr., quien ha confesado en Telecinco todos los secretos de las fotos de la “vedette” con una “alta personalidad del Estado”. Sí, esa personalidad. En su día, Aquí hay tomate tuvo que pagar 180.000 euros a Aznar y Botella por sugerir su separación. Al poco tiempo, el espacio echó el cierre. Ahora, la alta política pasa de nuevo por el faranduleo. La Audiencia Nacional se destila con Lydia Lozano, quien celebró su cumpleaños el martes 12 y acudió el mismo magistrado Santiago Pedraz. La España disparatada. La monarquía, en jaque. El Café Gijón como la casa de Del Burgo en Suiza: patas arriba. El aroma de la revolución.