El difícil camino que aún le queda al enigma Milei
El triunfo del candidato de la antipolitica en las elecciones del domingo conduce al país a un escenario político inédito
Si algunas semanas atrás, en este mismo espacio, decíamos que la Argentina parecía estar girando a la derecha, el resultado del último domingo no hace más que confirmar aquel diagnóstico. La coalición peronista ha sufrido una derrota histórica quedando en tercer lugar detrás de una coalición de derecha y del candidato más votado, el libertario Javier Milei.
La carrera política de este economista ha sido vertiginosa ya que en prácticamente cinco años logró plasmar en votos lo que hasta el momento eran asiduas intervenciones televisivas con buenas mediciones de rating. Lo hizo sin una estructura partidaria y soportando también operaciones políticas en su contra cuando su predicamento entre los votantes empezó a ser un riesgo para los candidatos del establishment.
Ahora bien, la pregunta que naturalmente surge es por qué frente a un mal Gobierno peronista se eligió a Milei y no a la coalición de derecha que ya había gobernado la Argentina entre 2015 y 2019 con Mauricio Macri a la cabeza. Y la respuesta está en que más allá de que Milei pueda hablar de Hayek y la escuela austriaca, o se introduzca en debates bizarros sobre teorías paleolibertarias o venta de órganos, su diferencia es su discurso antipolítica.
Contra la casta
Milei promete bajar impuestos, cerrar ministerios, desrregular y dolarizar la economía, prender fuego (sic) al Banco Central en tanto presunto origen de la inflación en Argentina, pero lo que más ha cautivado a la ciudadanía es la indignación contra lo que él llama la «casta política».
Esa indignación irreverente ha interpelado sobre todo a la juventud que es testigo de un país cuya economía no crece desde hace 12 años y va en línea con esta rebeldía de derecha que ha surgido en diversos países frente a una izquierda ocupada en autopercepciones y en decirnos qué leer, qué comer, cuándo tener ecoansiedad, cómo hablar y cómo irse a la cama. Así, si 15 años atrás la juventud se enamoraba del discurso de centro izquierda popular de Cristina Kirchner que llamaba a construir un héroe colectivo, la retórica incendiaria de Milei propone pintarse la cara como el Joker y salir a luchar contra el Estado.
Para el lector que quizás no conozca el sistema electoral argentino, Milei ha ganado una instancia que en la práctica funciona como una especie de gran interna abierta donde los ciudadanos solo eligen qué candidatos representarán a cada espacio político. Esto significa que el próximo mes de octubre llegará la primera vuelta electoral que puede definir al presidente en caso de que alguno de los candidatos obtenga el 45% de los votos o, en su defecto, el 40% pero aventajando por más de 10% a su inmediato competidor.
Incertidumbre
En las elecciones de este domingo, Milei obtuvo 30%, la coalición de derecha que lleva como candidata a Patricia Bullrich, alcanzó el 28%, y el espacio peronista quedó muy cerca con 27%. Es prematuro para hacer conjeturas de cara a octubre, pero no parece fácil que Milei pueda ganar en primera vuelta, de modo que es probable que todo se resuelva en noviembre, en una segunda vuelta entre él y Sergio Massa, el candidato de la coalición peronista.
Si ese fuese el caso, estaríamos frente a un escenario abierto pues es de esperar que, como sucediera en Francia con Le Pen, o incluso algunas semanas atrás en España cuando la izquierda movilizó a los votantes azuzando el temor al presunto fascismo encarnado en Vox, el candidato peronista acabe recibiendo el apoyo de sectores moderados. Es más, es probable que ante la incógnita que suponen las medidas económicas de Milei, los mercados jueguen su partido apoyando a quien compita contra él.
Con 120% de inflación anual, salarios medidos en dólares que se acercan a los de Venezuela, más de la mitad de los niños en condición de pobreza, un déficit fiscal crónico, y una deuda impagable, la Argentina de las crisis eternas se enfrenta a un escenario inédito. Entre la expectativa y el temor, el país se asoma a algo nuevo sabiendo que un paso en falso podría sellar el destino de varias generaciones y dar un golpe fatal a la legitimidad de las instituciones democráticas. No parece poco lo que está en juego.