Dos discursos reales: problemas distintos para retos similares
Los conflictos en el mundo internacional desafían a ambos Estados a formular respuestas contra problemas parecidos
Muchos de los países más desarrollados del mundo son monarquías y, en Occidente, suponen un sistema con grandes ventajas a la hora de construir un modelo político y constitucional funcional. En los países cristianos, como el Reino de España y el Reino de los Países Bajos, es tradicional que los jefes de Estado se dirijan a la nación con motivo de la celebración del nacimiento de Jesús, la Navidad.
Desde el punto de vista político, el análisis de los discursos puede aportar muchas claves, ya que, al tratarse de una celebración religiosa, los reyes tienen una perfecta ventana de oportunidad para mandar mensajes. Es así que este artículo trata de analizarlos de manera comparada, para ver qué problemas destacan los jefes de Estado para retos similares, en el contexto de Europa y en un escenario de competición entre las grandes potencias, en una multipolaridad cada vez más evidente, con una pérdida de poder en Europa.
El discurso de Felipe VI, rey de España
Se divide en dos partes, una dedicada al presente y la otra, dedicada al futuro. En la primera, se mencionan las dificultades económicas y sociales, el empleo, la sanidad, la preocupación sobre la calidad de la educación, el precio de los servicios básicos, la violencia sobre la mujer y el acceso vivienda jóvenes. Temas que magistralmente conecta con los asuntos que tienen mucho que ver con nuestra calidad de vida colectiva, que son los asuntos políticos que pueden dificultar nuestro futuro.
Se centra, por tanto, en la defensa de la Constitución, como ejemplo de convivencia entre españoles. Y nos recuerda que es con la unión, el esfuerzo colectivo y las actitudes solidarias como se construyen las grandes obras que duran y permanecen en el tiempo. Basándonos en los consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y nos unen desde hace generaciones. Esa unión de raíces históricas y culturales. Culminación del proceso que mereció la admiración y respeto internacional.
Nos recuerda que la división ha sido la causa de muchos errores en nuestra historia. Y que superarla fue nuestro principal acierto. También nos invita a evitar que el germen de la discordia se instale entre nosotros porque no nos lo podemos permitir.
Reivindica la constitución como instrumento y garantía imprescindible para que la vida de los españoles discurra con confianza, estabilidad y certidumbre a través de la conservación de la identidad de la constitución como pacto colectivo para un propósito comparativo. Manifiesta que fuera del respeto a la Constitución no hay democracia, ni convivencia, no hay libertades, ni ley. No hay una España en paz y libertad.
Hace un recordatorio final de esta primera parte sobre la covid, el terrorismo, los valores constitucionales, la unidad del país, los vínculos del Estado con las comunidades autónomas y la solidaridad entre todas ellas. En cuanto a temas internacionales, menciona nuestra apertura al exterior y las vocaciones iberoamericana y europea.
La segunda parte del discurso se centra en los retos futuros, para los que la unidad para afrontarlos es el mínimo común denominador. Sobre el que todas las instituciones tienen que buscar los intereses generales de todos los españoles. Menciona el rol de España durante siglos que influyó sobre la humanidad, en clave positiva, como también nos recuerda el peligro de los periodos de tragedia, silencio, aislamiento y dolor que también hemos padecido. Desea a nuestras nuevas generaciones el legado de una España unida, cohesionada, con voluntad de entendimiento.
Una mirada al discurso de Guillermo Alejandro, rey de los Países Bajos.
Por su parte, Guillermo Alejandro, rey de los Países Bajos, sitúa la esencia de la Navidad en el nacimiento de un niño que es la perspectiva de paz para el mundo y un nuevo comienzo para todos. En el lugar donde estaba el pesebre y donde cantaban los ángeles, la paz y la reconciliación están más lejos que nunca.
Con oraciones cortas y religiosas abre su discurso e inmediatamente conecta la situación internacional a la situación nacional. Indica que las olas de conmoción en Israel y Gaza, Ucrania, países en África y en otras partes del mundo llegan hasta los Países Bajos, mientras que no existe ningún dique que proteja contra esas olas que fomentan tensiones en el país. Muchos en el mismo país tienen la idea de que están perdiendo al otro, ya no entienden al otro.
El Rey subraya que la paz es la capacidad de controlar conflictos y la manera en que los enfrentamos es clave. Y eso es el Estado de Derecho democrático, que da reglas para todos. La discriminación, en cualquier forma, intimidar, amenazar, insultar, están fuera de la cuestión y dañan a la sociedad. Cuando los problemas del mundo superan nuestra fuerza, por lo menos mantenemos la coexistencia en paz en nuestro país y puenteamos las contradicciones. Aprendamos de nuestros errores y seamos mejores personas.
El Rey destaca que hay que tener el coraje de abrirse a puntos de vista opuestos, y frenar el derecho propio. Porque solo hay un país, y todos con todas sus diferencias pueden participar a pie de igualdad. Concluye con la llamada a que todos participen en la sociedad y así enfrentar el futuro con confianza.
Conclusiones
El discurso de Felipe VI ha sido construido fundamentalmente en clave interna. Sin embargo, el Rey demuestra tener una claridad total sobre el rol que España ha jugado y debería jugar a nivel internacional. Es evidente, a nuestro juicio, que ese rol internacional se ve limitado por un contexto nacional de desunión, que invita al silencio, al aislamiento y al dolor y pone en peligro la búsqueda del interés nacional en un contexto de competición entre las grandes potencias y de cambios grandes en el mundo y en Europa, que nos traerán retos para los que tenemos que estar preocupados. Sin una casa en orden y una familia funcional, no podremos plantearnos volar alto y lejos, como hicimos en los siglos mencionados por Su Majestad el Rey en su valiente discurso, que evidencia su capacidad de entendimiento de la realidad nacional e internacional y su vocación de servicio a España.
Llama la atención que, en comparación del Rey de España, Guillermo Alejandro destaca la esencia su discurso en el escenario internacional. Perfectamente comprensible en el contexto holandés, un Estado en que las elites políticas recibieron dos golpes fuertes por parte del electorado en sendas elecciones durante el año 2023. Ambas elecciones ganadas por partidos criticando los partidos de siempre. La democracia cristiana reducida a la sombra de lo que fue, y la democracia social obligada a combinar esfuerzos con los verdes. Deja a las elites políticas enfangadas en un mar de dudas existenciales. Todo eso en un contexto de inquietud en la sociedad holandesa que empezó durante pandemia y dio como resultado una alteración nacional elevada, desde diciembre, por un ataque terrorista. Con razón, Guillermo Alejandro urge a la comprensión entre los ciudadanos, como hizo Felipe VI, enfocando en la cohesión nacional, para enfrentar efectos de guerras en los alrededores de la Unión Europea y lidiar con sus efectos en la sociedad holandesa.
Los conflictos en el mundo internacional desafían a ambos Estados a formular respuestas para enfrentar problemas en sus sociedades y para asegurar sus posiciones internacionales . Que han sido relativamente favorables, hasta ahora. Está cambiando el mundo hacia la multipolaridad, con consecuencias nacionales, regionales e internacionales. Con esto en mente se podría valorar la urgencia de lo que han dicho los jefes de Estado.
Andrés de Castro es analista del Centro de Seguridad Internacional de Centro para el Bien Común Global (UFV) y José Miguel Bravo es jefe de estrategia y estudios del directorado de Policía y Regiones de Seguridad del Ministerio de Justicia y Seguridad del Reino de los Países Bajos