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Internacional

Serbia y Eslovaquia, los caballos de Troya de China y Rusia en el corazón de Europa

El cortejo de los líderes eslovaco y serbio a Xi Jinping, sumado al húngaro, enciende las alarmas en Bruselas y la OTAN

Serbia y Eslovaquia, los caballos de Troya de China y Rusia en el corazón de Europa

De izqda. a dcha., Aleksandar Vucic, presidente de Serbia; Robert Fico, de Eslovaquia; y Viktor Orban, primer ministro de Hungría, en 2024 | Oficina del Primer Ministro de Hungría/Fischer Zoltán

El gran desfile militar celebrado hace unos días en la plaza de Tiananmén, presidido por Xi Jinping, se convirtió en uno de los mayores espectáculos de poder de la China moderna. La prensa internacional centró su atención en la foto de Xi, Vladimir Putin y Kim Jong Un, la imagen perfecta de un bloque autoritario que desafía a Occidente. Sin embargo, otros invitados a Pekín pasaron desapercibidos en ese marco mediático: Aleksandar Vucic y Robert Fico, presidente de Serbia y primer ministro de Eslovaquia, respectivamente.

Su presencia en la capital china, en paralelo a la coreografía de misiles balísticos, drones furtivos y columnas de soldados, revela una dimensión más sutil y preocupante para Bruselas. No se trata solo de la alianza entre Pekín, Moscú y Pyongyang, sino también de la consolidación de un corredor europeo favorable a China y Rusia, un muro de contención vertical formado por Serbia, Hungría y Eslovaquia que divide Europa Occidental de Europa Oriental, rodea a Rumanía y Bulgaria y limita directamente con Ucrania y Polonia.

Aleksandar Vucic fue recibido por Xi con honores de socio preferente. Serbia se convirtió en el primer país europeo en firmar con China la construcción de una «comunidad con un futuro compartido», un marco político reservado por Pekín para sus aliados de máxima confianza.

El acuerdo incluyó un gesto de gran carga simbólica: la exención mutua de visados para los ciudadanos chinos o serbios, acompañada de la apertura de más vuelos directos entre ambos países y la creación de una zona de libre comercio. No se trata solo de facilitar intercambios humanos y empresariales; es la escenificación de una relación privilegiada en la que Pekín reconoce a Belgrado un estatus diferenciado respecto al resto de Europa.

Además, se anunciaron compromisos para reforzar la cooperación en infraestructuras, transporte, aviación e innovación tecnológica, así como el apoyo de Serbia a la Iniciativa de Gobernanza Global propuesta por Xi. Durante la reunión, el presidente chino insistió en que ambas naciones deben promover «una comprensión correcta de la historia de la Segunda Guerra Mundial», en un guiño directo al relato histórico de Moscú.

Serbia, que aspira a ingresar en la Unión Europea, juega con un pie en Bruselas y otro en Pekín, mientras mantiene vínculos privilegiados con Rusia. Para China, se trata de un caballo de Troya perfecto en el flanco suroriental del continente.

Eslovaquia: multilateralismo y cooperación técnica

El caso eslovaco es distinto, aunque complementario. Robert Fico, de vuelta al poder con un discurso euroescéptico y crítico con la ayuda militar a Ucrania, fue recibido por Xi como un socio pragmático dispuesto a «practicar el verdadero multilateralismo» y a cooperar en la reforma de la gobernanza global.

Conviene recordar que Fico es uno de los pocos dirigentes socialistas que aún permanecen en el poder dentro de la Unión Europea. Durante años compartió mesa y mantel con Pedro Sánchez en las cumbres del socialismo europeo, hasta que su partido fue expulsado de la Internacional Socialista por su deriva nacionalista y sus escándalos internos. Esa trayectoria explica su perfil ambiguo: un líder que hoy prefiere tender la mano a Pekín antes que alinearse con la ortodoxia de Bruselas.

Los acuerdos con Eslovaquia se orientan a la cooperación en ciencia, nuevas energías, infraestructura y logística, además de intercambios regulares de alto nivel. Xi elogió el «enfoque amistoso» de Bratislava y lo puso como ejemplo de cómo China espera que se le trate en Europa, priorizando los beneficios económicos sobre las consideraciones ideológicas o estratégicas.

La coincidencia de Vucic y Fico en Pekín no puede analizarse de manera aislada. Ambos países, junto a Hungría, forman un bloque geográfico que atraviesa Europa de norte a sur, desde los Cárpatos hasta los Balcanes. Esta franja funciona como un cordón vertical que no solo separa Europa Occidental de Europa Oriental, sino que también actúa como bisagra en la estrategia de influencia de Pekín y Moscú.

Hungría, bajo el liderazgo de Viktor Orbán, ya se ha consolidado como el socio más cercano de China dentro de la Unión Europea, con proyectos como el ferrocarril Budapest-Belgrado, financiado con capital chino. Serbia y Eslovaquia se suman ahora a ese esquema, configurando una especie de «puente oriental» que limita con Ucrania y Polonia y que condiciona las dinámicas de seguridad de toda la región.

Macron y los 26 países

Este contexto cobra aún más relevancia si se conecta con el anuncio realizado por Emmanuel Macron el pasado jueves. El presidente francés confirmó que 26 países se han comprometido formalmente a desplegar tropas en Ucrania como fuerzas de seguridad o a estar presentes en tierra, mar o aire en el marco de un alto el fuego. Macron celebró que, si hace tiempo solo Francia y Lituania estaban dispuestas, ahora otros veinticuatro países se habían sumado a la iniciativa.

Pero la cifra encierra un matiz importante. La Unión Europea está formada por 27 Estados miembros, y entre ellos hay dos —Hungría y Eslovaquia— que no estan dispuestos a sumarse al envío de tropas. Eso dejaría el número en 25. Sin embargo, al añadir al Reino Unido, que ya no pertenece a la UE pero sí está comprometido con la misión, se alcanzan los 26 países de los que habló Macron.

El hecho de que dos países miembros de la OTAN, Hungría y Eslovaquia, estén alineándose con la agenda de China y Rusia resulta especialmente peligroso. Cada Estado es soberano de tomar sus decisiones, pero esa volatilidad es aprovechada de forma sistemática por Pekín y Moscú para alimentar divisiones dentro de la Unión. A la larga, este tipo de grietas pueden tener consecuencias graves: ¿de qué sirve consensuar una posición en Bruselas si al minuto puede ser retransmitida a Moscú o Pekín?

El riesgo es que esta dinámica alimente las suspicacias entre los socios y convierta a la UE y a la OTAN en un laboratorio de desconfianzas internas, sometiendo a ambas organizaciones a una auténtica prueba de estrés en plena guerra de Ucrania.

Entre Pekín y Moscú

La dimensión rusa de este movimiento es innegable. Tanto Serbia como Eslovaquia mantienen posturas comprensivas hacia Moscú tras la invasión de Ucrania. Belgrado se niega a aplicar sanciones contra Rusia, mientras Fico ha cuestionado repetidamente el envío de armas a Kiev. El guiño de Xi a la memoria de la Segunda Guerra Mundial conecta con esa visión compartida por Moscú y Pekín, presentarse como los auténticos vencedores del fascismo y, por extensión, como garantes de un orden alternativo frente al «hegemonismo» occidental. La firma de acuerdos con Serbia y Eslovaquia refuerza ese eje Moscú-Pekín en el corazón de Europa.

El doble gesto de Serbia y Eslovaquia muestra hasta qué punto Pekín está dispuesto a utilizar la diplomacia bilateral como herramienta para erosionar la cohesión europea. Y revela que, en la partida geopolítica actual, los caballos de Troya no siempre llegan desde fuera, sino que ya están dentro de las murallas. El reto para Bruselas es reconocer que en su propio seno conviven socios cada vez más cómodos con el abrazo de Pekín y Moscú, y que esa grieta, si no se gestiona, puede comprometer la solidez misma del proyecto europeo.

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