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Disfunción eréctil: cinco enemigos habituales de la mala salud sexual del hombre

Un mal desempeño en la cama puede tener numerosos factores y algunos como estos pueden pasar desapercibidos

Disfunción eréctil: cinco enemigos habituales de la mala salud sexual del hombre

Un hombre sentado en la cama con preocupación. | Gtres.

Disfunción eréctil (impotencia), problemas de erección, eyaculación precoz, gatillazo… Todos estos problemas que nunca nos ocurren a los hombres y, que de ocurrir, ocurren siempre a un amigo o por primera vez, tienen numerosas causas detrás de ellos. Algunas pueden parecer obvias y otras, curiosamente, no tanto.

Sin embargo, la salud sexual masculina se enfrenta en un campo de batalla donde prácticamente todo se pone en contra. Hablamos de la edad —nuestro vigor sexual merma con los años con la menor producción de testosterona—, pero también de diversas patologías como la diabetes, el estrés, la depresión o la obesidad.

La realidad es que pretender que a los 50 mantengamos la misma intensidad eréctil que con 20 años es una quimera. Eso no significa que haya que resignarse a una peor vida sexual o menos encuentros, evidentemente. Lo importante es saber a qué nos enfrentamos y quiénes pueden estar detrás de nuestro bajo rendimiento.

Como en prácticamente todos los ámbitos de la vida, hay factores que van a minar la salud sexual. Por eso, es importante saber qué factores son inherentes al propio envejecimiento y cuáles no para intentar mitigar las causas. Huelga decir que ciertas patologías habitualmente incapacitantes van a tener también su repercusión en la disfunción eréctil.

Qué es la disfunción eréctil

Aunque el concepto disfunción eréctil se asocia principalmente a la impotencia, otros síntomas de este mal funcionamiento deben ser tenidos en cuenta. Esta sintomatología, explican desde Mayo Clinic, puede ir de problemas para tener una erección o mantenerlas hasta la disminución del deseo sexual. En muchas ocasiones, la segunda aparece como consecuencia de las dos anteriores.

Por ese motivo, también conviene discernir ciertos patologías de la vida sexual como pueden ser la disfunción eyaculatoria. En este sentido, los dos frentes abiertos son la eyaculación precoz o la eyaculación tardía. Síntomas que pueden ser empeorados por diversas enfermedades que guarden relación con ellas como la diabetes, ciertas enfermedades cardiovasculares u otras afecciones relacionadas.

Como explican desde Kern Pharma, se puede producir también tras ciertas cirugías, como la extirpación prostática, o de lesiones que tengan relación con el abdomen —vejiga, próstata o pelvis— y también con alternaciones neurológicas, en especial las lesiones medulares. Por estos motivos, es habitual que el aumento de la disfunción eréctil obedezca a criterios de edad.

Sin embargo, podemos encontrar otras zancadillas que de forma activa trastocan la vida sexual y a las que se puede hacer frente. Veamos cuáles son. PD: la masturbación, con control, no se encuentra entre ellas.

Hábitos tóxicos detrás de la impotencia

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Tanto alcohol como tabaco afectan negativamente al rendimiento sexual. ©Gtres.

Parece obvio pensar que el tabaco, el alcohol o las drogas nunca van a jugar a favor de nuestro organismo. La salud sexual no es una excepción y en tabaco y alcohol, las dos formas más extendidas de estos hábitos tóxicos, también lastran nuestro desempeño amatorio.

El alcohol, contrario a lo que pueda parecer por ese carácter desinhibitorio, supone un menor rendimiento sexual. La realidad es que el alcohol, como neurodepresor, ralentiza las señales de excitación que el cerebro ‘ordena’ al pene. En el mismo caso, la deshidratación asociada al alcohol también supone reducir la presión arterial, por lo que es más difícil mantener la erección.

Si a eso le sumamos que el alcohol lastra la producción de testosterona, volvemos a ver que llueve sobre mojado. Parte de estos fenómenos tienen un curioso nombre en inglés: ‘whiskey dick’, que es la disfunción sexual asociada al consumo de alcohol. Como es lógico, el tabaco también juega en contra de la disfunción eréctil.

Pensemos que se trata de un torpedo a pulmones y corazón, entre otros órganos. Aunque no se limita a eso. Como explican desde Boston Medical Group, la nicotina afecta de dispar manera. Por ejemplo, altera la síntesis del óxido nítrico, encargado de relajar el músculo liso cavernoso del pene y favorecer la erección.

Además, está relacionado con la arterioesclerosis y la hipertensión arterial, lo que dificulta de nuevo mantener las erecciones. En ese sentido, la nicotina también produce la migración de macrófagos, unas células presentes en el sistema inmunitario que incrementan el riesgo de trombosis.

Hipertensión, un problema en la vida y en el sexo

Junto con la diabetes y la obesidad, la hipertensión es una de las patologías no cancerosas más habituales de la población occidental mayor de 40 años. Como es lógico, buena parte de nuestros hábitos juegan en nuestra contra. Hablamos de sedentarismo, de una dieta poco equilibrada o de los factores tóxicos antes mencionados, relacionados con la disfunción eréctil.

Todos ellos juegan en el mismo equipo que la hipertensión a la hora de minar la salud sexual y el resultado es similar: peores y menos mantenidas erecciones. Los motivos son la arterioesclerosis —o ateroesclerosis— antes reivindicada. Debido al endurecimiento arterial provocado por una presión arterial demasiado alta, que endurece las arterias y venas.

Se limita así el flujo sanguíneo que salpica al pene en dos vías. Por un lado, las arterias transportan peor la sangre, así que no llega con el mismo vigor al pene. Por el otro, el propio pene, que se nutre de esos vasos sanguíneos que se hinchan con la sangre, también encuentra dificultades para irrigar la zona.

Exceso de peso, motivos más allá de la báscula

El tótum revolútum multifactorial de la vida sedentaria no se aparca en la hipertensión. También el exceso de peso tiene mucho que decir. Al final, al hacer poco deporte tendremos un fondo físico que no permite un gran rendimiento sexual y, sumado a eso, podemos aparejar al exceso de peso como respuesta a ambos problemas.

En este caso no se trata solo de una cuestión de resistencia, sino de química orgánica. Hablamos de testosterona y de cómo se convierte paulatinamente en estrógenos por un aumento de la grasa corporal. Esto se debe a que el exceso de esta grasa reduce los niveles de la globulina fijadora de hormonas sexuales (SHBG por sus siglas en inglés), que es la proteína encargada de transportar la testosterona a la sangre.

También se debe a que las células de grasa metabolizan esta testosterona, que además de importar en la vida sexual también es importante en la mineralización ósea o en la formación muscular, en estrógenos, reduciendo los niveles de testosterona. Sin olvida que ella misma decrece a medida que envejecemos.

La salud mental también está detrás de la disfunción eréctil

Ansiedad y depresión no se quedan atrás a la hora de dinamitar nuestra vida sexual. A ello hay que sumar el estrés, evidentemente, y también a otros problemas como el miedo a no cumplir con las expectativas o a estar pendiente del disfrute ajeno. Topamos así con dos tabús en uno: el de la disfunción eréctil y el de la invisibilidad de los problemas mentales.

Por ejemplo, la ansiedad puede reducir el deseo sexual y también puede hacer que nos sintamos preocupados por el desempeño amatorio. Aumenta así la inseguridad y se reducen las ganas de tener encuentros sexuales por miedo a ese fallo. Algo similar a lo que pasa cuando la impotencia va aparejada al estrés, como explican desde Xarma, un equipo de profesionales especializado en Sexología y Medicina.

Al soportar un alto nivel de estrés cotidiano, el desánimo y la falta de vitalidad se repiten. Al necesitar el cerebro una cierta estimulación para producir la erección, si la vitalidad o la concentración no ayudan, será difícil lograr la erección. Prácticamente lo mismo que ocurre con la depresión, asociada a perder interés por actividades vitales o por sentir un menor vínculo hacia personas que le resultaban importantes.

Si el sexo pasa a ser algo indiferente, bien por dejarlo de ver placentero o por no concebir a nuestra pareja como alguien sexualmente deseable por ese desánimo, la libido bajará y por tanto habrá un mayor riesgo de sufrir disfunción eréctil.

Tratamientos médicos, una doble cara frente a la impotencia

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Ciertos tratamientos contra la hipertensión, la depresión o para conciliar el sueño pueden minar la vida sexual. ©Gtres.

Ciertos fármacos pueden lastrar las labores amatorias sin que lo pretendamos y, por desgracia o por suerte, son habituales a partir de cierta edad. La disfunción eréctil se encuentra como efecto secundario más o menos raro en medicamentos recurrentes.

Hablamos de medicamentos para controlar la presión arterial. Además, la farmacoterapia asociada a la relajación o sedación como tranquilizantes, hipnóticos o antidepresivos también suelen suponer un freno en la salud sexual. Algo que también ocurre con los medicamentos antiandrógenos, que se suelen utilizar en las terapias del cáncer de próstata.

En un renglón más frecuente, ciertos medicamentos para la supresión del apetito y para las úlceras también pueden suponer un menor rendimiento sexual, según explica la NIH estadounidense.

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