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Cómo ser mejor en la cama (o por qué dormir, sueño y sexo importan)

La cama por partida doble es un escenario que se retroalimenta entre sexo y sueño para hacer ambos bien

Cómo ser mejor en la cama (o por qué dormir, sueño y sexo importan)

Una pareja. | Gtres.

Nuestro organismo y nuestros hábitos de vida son de una maravillosa maleabilidad. Ambos, bien mezclados, tienen potencial para convertirse en un círculo virtuoso de beneficios. Sin embargo, en mala sintonía, también tienen la capacidad de ser un círculo vicioso de desventajas. Es lo que ocurre en la ecuación sueño y sexo, o de por qué dormir mejor te ofrece un mejor desempeño amatorio.

No quiere decir que sea una regla de tres infalible y que pretendamos ser mejores amantes por el hecho de abrazar a Morfeo con facilidad, pero sí de la relación que dormir bien y amar bien guardan. Hay que hablar de testosterona y de estrés; de disfunción eréctil y de ansiedad e incluso de mascotas —no piensen mal—, de calendarios y de llevarse bien con el despertador.

La realidad es que una correcta higiene del sueño y la calidad de descanso influye en absolutamente todo en nuestro día a día. Psicológico, física y social, nuestra salud siempre va a agradecer que durmamos y descansemos bien. Además, como en tantas otras facetas de la vida, no se trata solo de dormir mucho, sino de hacerlo bien. Vamos, prácticamente igual que en el sexo —creemos—.

Perder peso, sufrir menos estrés, estar de mejor humor, regenerar nuestro tejido muscular, limitar el riesgo de ataques cardiovasculares, disminuir las posibilidades de sufrir diabetes… La interconexión de nuestro organismo saca a relucir el imbricado circuito que nos conforma. Resultaba obvio que, de una forma u otra, dormir bien le va a venir de maravilla a todo el cuerpo.

Cómo ser mejor en la cama (o por qué dormir, sueño y sexo importan)

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La fatiga de uno de los miembros de la pareja puede complicar la vida personal y la vida sexual. ©Gtres.

Puede que destinemos la cama solamente a las narcolépticas tareas del descanso. O que incluso, aún con una vida sexual ajetreada, la cama como espacio nos parezca solemnemente aburrida. En cualquier caso, ‘la cama’ es una metáfora del comportamiento amatorio y el concepto de mejor sexo no está vinculado solo con ella como escenario.

La realidad es que la privación del sueño, tanto a ellos como a ellas, es dinamita para la libido por diferentes motivos. Un menoscabo en el rendimiento sexual que se suma a las piedras en el camino ya conocidas. El envejecimiento —que nos hace perder el deseo—, la alimentación —la comida basura también significa sexo basura— o ciertos hábitos tóxicos como el tabaco, el alcohol y otras drogas suponen una colección de minas sembradas por todo el dormitorio. Por ello, vamos a ver qué podemos hacer para dormir mejor y, a su vez, amar mejor.

Menos sueño, menos testosterona

No hace falta alargar el chicle del insomnio mucho tiempo para ver su repercusión en la testosterona. Abundante literatura médica avala que apenas una semana de privación del sueño supone una reducción de la testosterona en más de un tercio de lo habitual. Más allá de pensar que es una cuestión meramente masculina, la bajada de esta hormona en mujeres también está vinculada a un menor apetito sexual.

La ventaja está en que la recuperación de los niveles habituales en adultos sanos es sencilla con recuperar los patrones de sueño. Salvados de la irreversibilidad de esta falta de potencia, encender la llama de la pasión será más sencillo si la dieta acompaña. Café, huevos, ajo, ostras, brócoli… La lista de la compra está llena de ‘viagras’ asequibles, pero sobre todo recuperemos parámetros saludables de sueño y evitemos comportamientos que dinamitan el descanso.

Menos sueño, más cortisol (y no es una buena noticia)

El estrés y la ansiedad están relacionados con mayores niveles de cortisol, una hormona cuya presencia excesiva se relaciona con la disfunción eréctil. ©Gtres.

Son muchas las hormonas clave para entender nuestra química orgánica y la relación que guardan con el sexo. El cortisol, al cual avalamos a primera hora del día porque se encarga de despabilarnos, también entra en el cóctel hormonal que es agitado en la coctelera del amor.

Para concretar, el cortisol es fundamental para ponernos en alerta, pero una vez que el cuerpo se ha ‘activado’, vuelve a parámetros normales. En cambio, si estamos a menudo estresados o sufrimos ansiedad, el organismo genera picos de cortisol para afrontar estos estados de alarma.

Al derivar sus esfuerzos a estas señales, el cuerpo toca a rebato para defenderse. Deja en segundo plano las tareas menos necesarias, reduciendo el flujo sanguíneo a estas partes.. Esto implica al sexo y a los genitales, lo que puede asociarse a un aumento de la disfunción eréctil. En este caso, la terapia psicológica y la farmacoterapia, incluyendo sedantes, somníferos o suplementos como la melatonina pueden ser prescritos por facultativos.

La complejidad de los horarios partidos

No hablamos de un doméstico y amatorio Cruz de navajas como si fuéramos Mecano con sus famosos Mario y María. Sin embargo, enfrentarnos a horarios de trabajo partidos supone perder parte de la dinámica de sueño. Esta ausencia de rutinas o de su continuidad está ligada a una baja calidad del sueño y, por tanto, a la disfunción eréctil.

Horarios de noche o el continuo cambio hacia estos supone una alteración de los ritmos circadianos que imposibilita el descanso. Y con él, un correcto desempeño amatorio por las condiciones antes mencionadas. Bajo este paraguas, tampoco las mujeres están exentas, ya que también la volatilidad de estos ritmos supone un descenso del deseo. La solución en este caso pasaría por buscar horarios más racionales y que nos sincronicen con nuestra pareja.

Sueño ‘interruptus’

Igual de pernicioso es dormir poco como hacerlo mal. En este caso, las dificultades no solo están en conciliar el sueño. También en tener continuos despertares nocturnos o no alcanzar todos los ciclos de sueño. Se conoce como sueño fragmentado y se caracteriza por no ser reparador, pudiendo estar relacionado con numerosas causas.

Una de las más habituales, sobre todo en hombres mayores de cincuenta años es la apnea obstructiva del sueño. Bautizada como AOS, que guarda vinculación con diabetes, ganancia de peso y problemas cardiovasculares, todos ellos también asociados al mal desempeño sexual. Para combatirlo, hay que diagnosticarlo médicamente y buscar las causas. Tabaco, el exceso de peso o una vida sedentaria son algunos de los elementos más recurrentes. En casos severos, la apnea del sueño se trata con una máquina de presión positiva. Su incorporación alivia los síntomas y permite que estos impasses respiratorios no se produzcan.

La psicología de cabecero a escena

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Ciertas distracciones como televisiones u ordenadores no deberían estar presentes en el dormitorio. ©Gtres.

Dormir mal no significa solo la posibilidad creciente de tener peor sexo o de no tenerlo, sino de ser fuente de conflictos. Un ‘llueve sobre mojado’ en la pareja que acreciente las situaciones de estrés y ansiedad, asociadas a no dormir y que se convierten en amenaza para hacer imposible la convivencia.

Más aún si las trasladamos a la cama, momento que debiera ser de calma y sosiego para intentar conciliar el sueño, y que de esta manera suma enemigos a su causa. El camino, lógicamente, pasa por convertir la cama en un terreno neutral y libre de conflictos, además de en un escenario tranquilo que permita la conciliación del sueño, ajeno a estímulos externos.

Además, el mal sueño y el mal descanso incrementan la sensación de fatiga, por lo cual las diferentes fases del sexo se ven afectadas de diferentes maneras. No se trata ya solo de que se reduzca el deseo sexual por el propio cansancio, sino que la excitación —que exige una reacción física— o el orgasmo, más complicado de alcanzar si estamos fatigados, se verán afectados.

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