Del sueño ligero de Berlín a la corta noche de Moscú: así dormimos los europeos
El mundo gira a la misma velocidad, pero no duerme igual y las diferencias entre países llegan a ser abismales
La geopolítica parece que poco tiene que ver con los hábitos de descanso de los europeos. Tampoco las horas de sol, las horas de trabajo o las idiosincrasias, aunque sí parece que los mediterráneos tenemos tendencia a dormir más. Sin embargo, un informe de Preply, basándose en informaciones de Statista y en las estadísticas de la OCDE demuestra que el descanso, aunque nos una como seres humanos, va por barrios, países y continentes.
Con la intención de comprobar cuán ocupados están los habitantes de algunas de las ciudades más pobladas del mundo, el estudio arroja curiosas comparativas que demuestran que no necesariamente la cercanía indica mismos patrones. Con 30 ciudades analizadas, basándose en la selección para elaborar un ranking de las ciudades más ‘ocupadas’ del mundo, los parámetros de sueño cambian notablemente no ya entre distintos continentes, sino en países vecinos.
Curiosamente, tampoco entienden de hemisferios los descansos, que podría haber sido un patrón plausible entre inviernos boreales y australes, e incluso tampoco afecta el tener mismos husos horarios o semejantes latitudes, que podrían explicar esa similitud de sueño.
Pasamos así de las 10 horas diarias de sueño en Buenos Aires a las seis berlinesas, en cuya franja de cuatro horas caben los sueños —de descanso, no de deseos— de otras 28 ciudades. El Extremo Oriente se lleva la palma en cuanto a dormir poco, donde Seúl, Manila o Bangkok no superan las siete horas de sueño diarias. Sin embargo, Pekín (o Beijing) llega a las nueve horas de descanso nocturno, lejos de las 7,3 que sostienen en Tokio.
El sueño europeo, por encima de la media
Europa no iba a ser una excepción, evidentemente. Los europeos que mejor duermen o al menos que más lo hacen son parisinos y romanos, ambos superando las ocho horas diarias de media. Mientras que los holmienses (habitantes de Estocolmo) y los luxemburgueses se mueven en la precisa comodidad de las ocho horas diarias.
Ya por debajo, en un limbo entre siete y ocho horas de sueño, empezamos a ver caras conocidas. Según el análisis de Preply, los madrileños apenas duermen 7,2 horas diarias, una cifra inferior a la de otros europeos. Es el caso de los londinenses y sus 7,5 horas o para los varsovianos, que también duermen siete horas y media.
A partir de ahí y por debajo de la barrera de las siete horas son pocas las ciudades europeas que el análisis presenta. Sí muchas asiáticas, algunas latinas y algunas árabes. La palma sigue concentrándose en el Sudeste asiático. Hanoi, Yakarta o Kuala Lumpur se mueven en una horquilla de siete a siete horas y media. Similar estatus que lucen Bogotá y Brasilia, capitales de Colombia y Brasil respectivamente, donde apenas se duermen siete horas al día.
Berlín, Riad y El Cairo, las ciudades menos dormilonas
También, si nos ceñimos a este estudio, son de poco dormir los habitantes de El Cairo y de Riad. Los primeros no sobrepasan las 6,5 horas de sueño diarias, mientras que los segundos también dormitan en el limbo de las siete horas, que es el más frecuente de las 30 ciudades analizadas.
En esa posición está Moscú, cuyos habitantes según los distintos baremos contabilizados reposan diariamente siete horitas, una más que los menos dormilones del ranking, los berlineses. Tan solo seis horas al día duermen los habitantes de la capital alemana. Lejos de la decena de horas que duerme un bonaerense o de las nueve horas del oriundo de Ciudad de México.
Imposible establecer una correlación sociológica total, aunque Preply se atreve con ello en cierto modo para buscar las ciudades más ajetreadas del mundo. A través de medidas de población, horas de trabajo, número de atracciones turísticas, universidades, gimnasios y emprendedores, el resultado advierte que la ciudad más atareada del mundo es Ciudad de México, mientras que el resto del podio lo ocupan Nueva Delhi y Londres.
Los problemas de dormir poco
Más allá de las curiosidades que nos identifican entre ronquidos, es relevante reivindicar qué ocurre con las noches escasas de sueño. Se estima que un sueño reparador para un adulto es aquel que va entre las siete y las nueves horas, aunque serán las diferentes necesidades diarias las que justifiquen cuánto debemos dormir.
Lo que sí está claro es que una mala calidad del sueño influye en nuestra vida de manera negativa. Puesto el foco desde hace unos años, la realidad es que para que cuerpo y mente funcionen correctamente debemos estar en ese margen de horas. Amén de eso, no se trata de recuperar el sueño con siestas o en fin de semana, y tampoco en dormir muchas horas a destiempo.
Los problemas asociados con el sueño, cada vez más frecuentes en el ciudadano occidental, hacen que llueva sobre mojado sobre ciertas patologías. Es el caso del incremento de la presión arterial, de la diabetes o de los accidentes cardiovasculares, incluyendo infartos, isquemias o ataques al corazón.
También la falta de sueño está vinculada al aumento de la obesidad y a ciertas patologías relacionadas con la salud mental como el estrés, la depresión o la ansiedad. Por si fuera poco, dormir mal también juega una mala pasada a nuestra vida sexual. Se reduce de esta manera la testosterona y se asocia con un pobre rendimiento amatorio, incluyendo la disfunción eréctil.
Para ello, diversos especialistas en sueño recomiendan tener en cuenta varios factores antes de dormir. Cenar de manera ligera y con suficiente margen antes de ir a la cama; abandonar los estimulantes nocturnos y el alcohol; evitar el deporte a última hora del día o no estar expuesto a estímulos como pantallas o televisiones, amén de la luz azul, son puntos sobre los que trabajar el correcto descanso.