Tu mala vida sexual resumida en seis hábitos perjudiciales
Comer mal, beber, fumar, dormir poco… La lista de enemigos de tu salud sexual es abrumadora y acecha en cada esquina
Nuestra vida sexual no solo depende de nuestro ímpetu, pareja o edad. De hecho, decenas de pequeñas causas —incluyendo malos hábitos— pueden hacer que tu libido se desvanezca o que tu rendimiento amatorio deje que desear. No hablamos solo de disfunción eréctil y los temidos gatillazos, y tampoco de la eyaculación precoz o la eyaculación retardada. Y tampoco hablamos en exclusiva del género masculino, quizá sobre el que recaen buena parte de las culpas de un mal amor.
También hay hábitos que pueden ser igual de perniciosos en las mujeres, aunque a veces pasen más desapercibidos. Además, no olvidemos que al deseo sexual no solo hay que alimentarlo, sino vigilar que la llama no se extinga. A partir de los cuarenta años, tanto ellos como ellas sufren un descenso hormonal.
En el caso de ellos, el bajón llega con una reducción de la testosterona, muy vinculada al sexo, pero no exclusivamente. Para ellas el déficit llega con los estrógenos, mientras que un aumento de la progesterona supone también una disminución del deseo sexual.
Vida sexual y malos hábitos: siete razones para cambiar
Con estos mimbres no es de extrañar que a partir de la madurez debamos prestar más atención a ciertos vicios o comportamientos rutinarios que minan la calidad de nuestra vida sexual. El ‘estoy hecho un chaval’ quizá no sirva de nada si luego tenemos costumbres que, sin parecer notables, supongan una merma de la libido y de la calidad del sexo.
La alimentación, el consumo de tóxicos, un mal descanso nocturno, una clara insuficiencia en la higiene del sueño, no hacer deporte… Todos estos factores que nos lastran en cualquier otro campo de la vida es lógico que también dinamiten la vida sexual. La clave está en cómo corregirlos.
Sedentarismo
No hace falta ser un gran experto en artes amatorias para comprobar que el sedentarismo y una mala forma física no nos van a venir bien en nuestra vida sexual. La falta de ejercicio —especialmente el de fuerza y el aeróbico, como el cardio— son fundamentales para tener un desempeño sexual más o menos correcto.
De hecho, incluso podríamos poner sobre el tapete los problemas de un vida sedentaria que supongan posibles lesiones mientras se practica sexo. Agujetas, roturas musculares, tirones, elongaciones… Todas estos problemas derivados de una pobre forma física se extienden al sexo, que es más breve y de peor calidad, pues sigue necesitando un cierto vigor para llevarse a cabo.
Un sueño de mala calidad
Dormir poco, mal o de manera abrupta tampoco supone una ayuda a la hora de tener mejor vida sexual. Resulta obvio también, pero de hecho hay cuestiones hormonales que no debemos dejar pasar. Por eso, el cortisol, bautizado como la hormona del estrés, se ve aplacada cuando tenemos sexo y secretamos oxitocina, la hormona del placer.
Sin embargo, el sueño irregular y el cansancio se vinculan también de forma directa en una pobre calidad de la vida sexual, pues se produce más desgana y esa apatía se trasladan a la cama. Primero por la falta de ganas y segundo por un cansancio acumulado que permite un correcto desempeño en una situación que afecta tanto a ellos como a ellas.
En el caso contrario conviene matizar que el sexo es, curiosamente, un buen inductor del sueño. Esa relajación permite dormir con más facilidad y más placenteramente, aunque es más palpable en el caso de los hombres, también las mujeres sienten esa relajación postcoital. Un motivo más para tu vida sexual y tu buena relación con la cama.
Dieta desequilibrada y rica en grasas
Todos los pasos de este círculo vicioso de mala vida sexual se repiten. A nuestro organismo no le sienta bien que te atiborres de grasas saturadas o que tengas una dieta desequilibrada, así que es lógico que a la calidad de su sexo también le afecte. De hecho, hay que volver a poner a las hormonas sobre la mesa.
Concretamente a la testosterona, que se ve muy afectada por el aumento de peso y también por una alimentación desequibrada o repleta de grasas saturadas supone su reducción. Curiosamente podríamos pensar que una dieta baja en grasas iba a suponer el efecto contrario. Por desgracia no es así, pues también supone una reducción de la testosterona.
La solución pasa por incluir grasas en la dieta, pero que sean insaturadas —como las del aceite de oliva, las del pescado azul o las del aguacate—, que son muy lipídicos y también necesarios para el correcto funcionamiento de nuestro organismo.
Hábitos tóxicos
Hay una cierta ironía también el consumo de tóxicos, bien sea el alcohol, el tabaco u otras drogas con el desempeño sexual. En el caso de los dos primeros, los únicos legales, vemos que no son tampoco buenos amigos de la vida sexual, en especial el primero.
A pesar de suponer una cierta desinhibición, el consumo de alcohol —sobre todo en grandes cantidades— es una losa para la vida sexual de ellos y de ellas. En el caso de ellas dificulta las erecciones, tanto en duración como en constancia, y supone una predisposición a una disfunción eréctil que puede ser transitoria si cesamos en su ingesta.
El tabaco también supone una merma en la calidad del sexo, pues se relaciona con una menor producción de testosterona, que además hemos de vincular con otros hechos obvios como es la reducción de la resistencia, que podría ser un condicionante del rendimiento. Buena parte de esta culpa la tienen los tóxicos del tabaco, pues el monóxido de carbono que se inhala reduce la testosterona y otros químicos pueden afectar a otra serie de hormonas, tanto en ellos como en ellas.
Estrés y ansiedad
La bola hormonal sigue creciendo hasta que es un auténtico alud. Aquí volvemos a poner sobre la mesa al cortisol, esa hormona que se encarga de ponernos en alerta pero que, cuando se convierte en costumbre, altera el resto de estados de nuestro organismo y dinamita a la testosterona. Aunque no es solo el cortisol el que la devasta, también ocurre con la epinefrina.
No menos lógico es pensar que, mientras estamos en estados de ansiedad o bloqueo mental, tampoco estaremos en las mejores condiciones para practicar sexo. Falta de atracción, desmotivación y ganas suponen otro cerrojo más para una vida sexual que se ve privada de interés debido al exceso de preocupaciones del amante.
Sobrepeso
Resulta evidente que todos los hábitos anteriores acaban, de una forma u otra, en siendo un riesgo añadido para desarrollar sobrepeso. La obesidad o el exceso de peso también guardan una relación directa con la vida sexual por esa disminución de la testosterona, además de un menor fondo físico que pudiera permitir tener mejor relaciones.
En el plano psicológico tampoco hay que desdeñar que el sobrepeso o tener la sensación de ello y de, por tanto, considerarnos menos atractivos puede ser algo que nos eche para atrás a la hora de mantener relaciones sexuales. Un compendio de problemas que se suman a ciertos hábitos que, aunque parezca que no, están en nuestra mano para poder erradicarlos y ser mejores amantes.