Estrés térmico nocturno: así es y así te hace dormir mal por la noche en verano
Irritabilidad, ansiedad, falta de concentración, fatiga… Estos síntomas se multiplican durante nuestro verano y tienen nombre y origen
Siempre le habías puesto cara, pero pocas veces le habías puesto nombre: es el estrés térmico nocturno y es el responsable de que duermas mal y no concilies el sueño en las noches de verano. Lo sintetizamos en verano porque es la época que la temperatura ambiente es elevada, impidiendo el descanso, pero podría suceder también en otras estaciones. De hecho, hay estudios recientes que avalan además que este estrés térmico nocturno se va a seguir produciendo y aumentando con los años.
En diversas teorías, explican que el cambio climático, el crecimiento de las ciudades y la emisión de gases de efecto invernadero podrían aumentar las temperaturas medias nocturnas de las grandes urbes hasta en dos y tres grados centígrados. E incluso comprobando que hay un aumento de la mortalidad en noches especialmente cálidas, aunque el estudio en cuestión solo se llevó a cabo en Londres y no es del todo concluyente.
Sin llegar a extremos tan complejos, la realidad es que en la noche nuestro cuerpo necesita que la temperatura baje para poder conciliar el sueño. Por esta razón, las temidas noches tropicales —las que superan los 24º— son especialmente indeseadas, pues nuestro organismo preferiría que estuviéramos a entre 20º y 21º, especialmente el verano para evitar el estrés térmico nocturno.
Una especie de llueve sobre mojado que en realidad es un ‘quema sobre caliente’, pues ya de por sí las temperaturas diurnas no dan tregua. Al no encontrar el consuelo de la noche, el organismo se resiente. No es solo una cuestión metafórica, sino que vemos una sintomatología al mal descanso que puede afectar a diferentes niveles.
Mental, emocional y físicamente nos resentimos de dormir poco o mal durante las noches, especialmente cuanto más se alarga esta circunstancia o más a desmano aparecen las altas temperaturas. Esa adaptabilidad, interrumpida por olas de calor prematuras, supone ir torpedeando poco a poco nuestra calma estival.
Qué es el estrés térmico nocturno y qué síntomas tiene
Los ritmos circadianos y las fases del sueño son los primeros en resentirse cuando aparece el estrés térmico nocturno, tanto en la fase REM como al sueño profundo (llamado sueño de ondas lentas en terminología clínica). Sin embargo, notamos que esta falta de descanso nocturno no se sufre solo durante la noche, sino que arrastramos sus problemas a lo largo del día.
Además sucede que algunos pasan desapercibidos y que, por contra, explican esa situación. Acontece con la entrada en el sueño profundo, donde necesitamos bajar el pulso de manera natural, pero el organismo no puede conseguirlo porque está intentando primero bajar su temperatura. Estas complicaciones luego son las que asociamos al riesgo aumentado de mortalidad nocturna, tal y como asegura un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela sobre el estrés térmico nocturno.
En cuanto a los síntomas no podemos no conocerlos, pues son muy habituales durante las olas de calor o en los meses más cálidos del verano. Además, tampoco olvidemos que a nuestros animales de compañía estos síntomas también podrían condicionar su descanso y carácter.
- Fatiga.
- Insomnio.
- Somnolencia diurna.
- Problemas de concentración.
- Irritabilidad.
- Ansiedad.
Muchas de ellas además se producen por ese calor excesivo, que también dependerá de nuestro aguante, razón por la que las vacaciones cuando salimos de nuestra zona de confort climatológico pueden suponer este shock. Especialmente cuando el calor nocturno excesivo se prolonga en el tiempo con temperaturas que van más allá de los 20 grados centígrados de manera constante.
A ello le debemos sumar ciertos cambios que se producen del mismo modo en el verano. La inapetencia, marcada por ese cansancio, también puede suponer comer menos o comer menos nutritivo, razón que también supone esa desgana que se suma al estrés térmico nocturno.
Un sumatorio de causas que además pueden afectar especialmente a según qué sectores de la población. Motivo por el que los ancianos y las personas con patologías cardíacas son particularmente sensibles a estos incrementos de las temperaturas. Unos por tener ya un sueño irregular, caracterizado por las microsiestas, que se complican a medida que el mercurio asciende. Los segundos debido a la imposibilidad de mantener un ritmo cardíaco tranquilo durante la noche, tanto para hipertensos como para personas que hayan tenido accidentes cardiovasculares previos y que padecen especialmente la aparición del estrés térmico nocturno.
Sería el caso de aquellas personas que hubieran sufrido arritmias, infartos, anginas de pecho o taquicardias, que dejan de encontrar en la noche la calma que necesitarían, pues además aumenta la irritabilidad al no conciliar el sueño. Un círculo vicioso de estrés y ansiedad que se retroalimenta y torpedea el sueño, una necesidad a la que ya de por sí tratamos mal en verano.
Cambio de hábitos alimenticios o de sueño, consumo desmedido de alcohol o de alimentos, pérdida de cierta constancia en las actividades deportivas, excesivo sedentarismo… Nos cansamos menos, nos hidratamos peor y tampoco prestamos la misma atención a la comida, complicando al mismo tiempo todos estos factores que el estrés térmico nocturno nutre.