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Lentillas en verano: cinco enemigos y cinco soluciones para cuidar tus ojos

El verano no está siempre lleno de buenos amigos, o no al menos en lo que a la salud ocular se refiere

Lentillas en verano: cinco enemigos y cinco soluciones para cuidar tus ojos

Una mujer sujeta una lentilla. | ©Pixabay.

Casi a rebato, con tiempo justo para salir corriendo de vacaciones, son miles las maletas en nuestro país en cuyo neceser no faltan las lentillas. También conocidas como lentes de contacto por razones obvias, estas pequeñas ‘lentejitas’ permiten a millones de miopes aparcar sus gafas de manera fácil y sencilla. Sin embargo, las lentillas, a veces tesoro, pueden ser en verano unas ingratas compañeras de viaje.

Solución rápida para, por ejemplo, no estar pendiente de gafas a diestro y siniestro, las lentillas se han convertido en un espléndido aliado por diferentes motivos. Algunas personas acuden a ellas por coquetería y comodidad, pues no se puede negar que a veces las gafas pueden resultar molestas. Sin embargo, durante el verano es también muy frecuente que se conviertan en una tortura que nuestros ojos no necesitan si no vigilamos su uso.

Alternativa habitual para hacer deporte al aire libre, el uso de lentillas está más que extendido para todo tipo de deportistas, que prescinden así de las gafas y de lo que estas suponen cuando estamos corriendo, jugando al fútbol, al tenis o practicando cualquier otra actividad. El problema, como es lógico, es que las lentillas no son la panacea y, sobre todo, que nuestros ojos no aplauden la decisión de lucirlas permanentemente.

Una queja sorda proviene de nuestros estimados ojos, aunque a veces elevan metafóricamente la voz en verano, pues es una estación que no les trata especialmente bien. Las agresiones se multiplican al mismo tiempo que nuestros planes suelen tener más que ver con el aire libre, razón por la que la protección solar ocular cobra más sentido que nunca.

No se trata solo de utilizar gafas de sol —que también—, sino de minimizar la exposición directa a la insolación y a los poderosos rayos UV y de otros enemigos que abundan. Podemos pensar en elementos incluso tan naturales como puede ser la propia sudoración —la sensación de una gota de sudor en el ojo es bien molesta— o situaciones tan arbitrarias como una corriente de aire que levante polvo o arena en la playa y acaben aparcándose en nuestros lagrimales.

Cinco enemigos de tus lentillas y cinco soluciones

También sucede si no prestamos atención a cómo acondicionamos las estancias. Con el aire acondicionado a galope tendido en casas, oficinas, bares y tiendas es habitual que los ojos vuelvan a protestar. Razón por la que es más importante que nunca que aquellas personas que utilicen lentillas o lentes de contacto sepan cómo ‘blindar’ sus ojos ante las inclemencias del verano.

Independientemente del tipo de lentes de contacto que utilicemos, ciertos requisitos deberían tenerse en cuenta para proteger nuestra salud ocular y la de nuestras lentillas en los meses de más calor, que también se caracterizan por cierta relajación de costumbres. A ello se suma una mayor contaminación ambiental, muy numerosa en playas o piscinas a costa de patógenos que pueden desembocar en conjuntivitis, que pueden lastrar de nuevo a nuestras lentillas.

Por esta razón es conveniente que las que utilicemos en verano sean desechables y de uso diario, pues tienen menos posibilidades de desarrollar esas pequeñas infecciones víricas al reducir el tiempo que las manipulamos. Caso contrario a lo que ocurre con lentes rígidas o con lentes de contacto desechables pero de uso mensual, donde debemos extremar las precauciones para su conservación al evitar ciertas contaminaciones.

Enemigos por doquier a los que nuestros ojos se enfrentan y que en verano no vienen solos. No hay más que pensar en los patógenos que están presentes en muchas de las comidas que hacemos o incluso en elementos también tan cotidianos como las picaduras de ciertos insectos. Todo ello por no citar las complicaciones asociadas al estrés térmico nocturno, ese inesperado visitante que torpedea nuestro sueño estival.

Tampoco significa esto que los que no utilicen lentillas están exentos de riesgos. Llevemos gafas, lentes de contacto o seamos de los afortunados que no tenemos ningún defecto de refracción en la vista, los enemigos para los ojos siguen estando más que presentes, solo que los usuarios de lentillas pueden estar más afectados que el resto de personas.

El tiempo

No hablamos del tiempo climático —del que hablaremos más adelante— sino de nuestro amigo Cronos y de cómo abusar de las lentillas acaba resecando nuestros ojos. La recomendación de uso de lentillas, sean desechables o no, estaría en utilizarlas de manera puntual y no abusar de ellas. Por tanto, conviene que no nos las pongamos a primera hora del día y estiremos su puesta hasta que nos volvamos a acostar, pues resecaremos los ojos en demasía.

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Es conveniente utilizar lentes de contacto desechables durante los meses de verano. ©Pixabay.

La solución, como puede ser lógico entender, pasaría por utilizar las lentillas solamente en momentos puntuales como cuando vayamos a salir a la calle, a cenar o tengamos algún compromiso donde no queramos lucir gafas. También es aplicable al momento en que vayamos a hacer deporte y queramos evitar alguna caída o choque de las gafas.

El agua

En ningún momento del año se supone que deberíamos bañarnos con lentes de contacto, pero el verano es lógicamente la peor estación para hacerlo. Sea playa, piscina, estanque, alberca, río o ducha, cualquier alternativa que implique agua va a ser una mala consejera para intentar cuidar nuestras lentillas, las cuales son bastante sensibles a bacterias que puedan estar presentes en todo tipo de líquidos.

El contacto con otros líquidos aumenta el riesgo de que las lentillas se contaminen por el agua, así que es conveniente que no te bañes con ellas puestas y, sobre todo, que tampoco abras los ojos bajo el agua mientras buceas. Las posibilidades de coger una infección aumentan a medida que están en contacto con otras superficies y el agua es una de ellas. Si nadas, mejor sin ellas y si te vas a sumergir, mejor con gafas de buceo que impidan el paso del agua.

Siestas y sueños

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Ciertas actividades como nadar, tomar el sol o dormir es mejor hacerlas sin lentillas. ©Pixabay.

Sabemos que puede ser bastante ingrato el hecho de gastar una lente de contacto desechable por echarnos una cabezadita de apenas 10 minutos, pero en este caso es mejor prevenir que curar en vez de ahorrarnos el esfuerzo y el coste de desechar una lentilla más. Nuestros ojos, como explican desde Clínicas Tecnovisión, necesitan descansar y oxigenarse, y lo hacen de manera superficial.

Por esta razón, pensemos en echarnos una simple siesta después de comer o nos vayamos a dormir, es conveniente que nos quitemos las lentillas para evitar que los ojos se resequen más de la cuenta. Hay excepciones de lentillas hechas para poder dormir con ellas, pero no es lo más habitual. Aún así, si te duermes con ellas puestas, ten en cuenta ciertas pautas al despertarte como no retirar inmediatamente las lentillas (deja algo de margen a que los ojos se rehidraten y parpadea con suavidad o rehidrata tus ojos con gotas humectantes), no utilizarlas durante unas horas y presta atención al aspecto de tus ojos.

No deberían estar rojos, llorosos, molestar o sentir la presencia de cuerpos extraños. Si esto sucediera en alguno de los ejemplos y al pasar varias horas sigues sin mejorar, contacta con un especialista médico.

El sol

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Al tomar el sol con los ojos cerrados impedimos que los ojos respiren y además podemos dañar la cornea. ©Gtres.

A pesar de su merecida buena fama para ayudarnos a sintetizar vitamina D, no todas las ventajas del sol o sus efectos secundarios son para aplaudirle. Resulta evidente pensar que la luz solar no solo contribuye en verano a aumentar exponencialmente el envejecimiento celular, sino también a hacer un flaco favor a nuestra salud ocular.

Si somos del Equipo Lentilla volvemos a tener una mala noticia para ti: mejor separar el uso de lentillas de acciones como tomar el sol. La suma de calor y falta de parpadeo podría ocasionar úlceras corneales o provocar que se queden pegadas a los ojos, pues estos se resecan y las lentillas dejan de estar húmedas, lo que también dificulta su retirada.

Aire (acondicionado) y viento

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Conviene no utilizar más de la cuenta las lentillas, hidratando los ojos en caso de que sea necesario con gotas humectantes. ©Gtres.

Un par de rachas de viento de levante o las inclemencias del aire acondicionado, incluyendo el que pones desde el salpicadero del coche, pueden ser suficientes enemigos para complicar la existencia de nuestras lentes de contacto. Cualquier tipo de viento o aire que deshidrate el ambiente también hará lo mismo con tus lentillas y eso provocará malestar, enrojecimiento e incluso el famoso síndrome del ojo seco.

Es particularmente virulento cuando además estamos trabajando con pantallas, ya que este gesto obliga a más parpadeos, pues los ojos se secan más de la cuenta y la incomodidad va en aumento. También podría pasar con el uso de ventiladores, así que procuremos darnos una tregua de estos ambientes y utilicemos gotas humectantes para mantener los ojos lo más hidratados posibles.

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