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Vitamina D: los mitos de un elemento clave en la salud de piel y huesos

No por mucho tomar el sol tu cuerpo va a recibir más vitamina D de la que tu organismo necesitaría, pero no es lo único que debe preocuparte

Vitamina D: los mitos de un elemento clave en la salud de piel y huesos

Una mujer tomando el sol. | ©Unsplash.

Hablar de la vitamina D es poner sobre la mesa a una de las vitaminas más importantes de nuestro día a día. Entre su afamada reputación está la de dotar de salud a nuestra piel, la cual se supone beneficia de los rayos solares para sintetizar esta conocida vitamina.

Curiosamente, su déficit está bastante generalizado en todo el planeta, incluso en países como el nuestro, donde se supone que la insolación es alta. Además de eso, una poca cantidad de vitamina D, la cual se recibe mayoritariamente a través de esos rayos, puede tener efectos más que perjudiciales en ciertas etapas de la vida.

Al aparecer esta carencia, el cuerpo absorbe menos calcio y menos fosfato. Ambos minerales son claves para mantener huesos sanos. Por esta razón, la falta de vitamina D suele estar asociada al raquitismo, en el caso de los menores, y a la osteoamalacia en el caso de los adultos. En los dos casos, esto hace que nuestros huesos sean más débiles y quebradizos.

De hecho, la ausencia de esta vitamina durante el embarazo también se asocia al raquitismo en el neonato. Situación que, si la trasladamos a la tercera edad, se consolida con otras enfermedades como la osteoporosis. Situación que se acrecienta con esos niveles bajos de calcio en la sangre, a los que el organismo intenta regular recurriendo a una hormona (la paratiroidea), que extrae el calcio de los huesos para aumentar su concentración en sangre. Se genera así un círculo vicioso de calcio entre sangre y organismo que, vitamina D mediante, acaba suponiendo huesos más delicados.

Los mitos de la vitamina D

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No es necesaria una larga exposición solar para acumular vitamina D. ©Unsplash.

No deja de ser curioso que pensemos que la vitamina D que recibimos a través de la piel vaya a ser especialmente relevante para nuestra salud dérmica. Lo es, evidentemente, pero su misión fundamental es mantener el metabolismo calcio-fósforo, que es el responsable de nuestra buena salud ósea.

Entre esas peculiaridades también está el hecho de pensar que, por simplemente vivir en un país mediterráneo como España, tenemos asegurado ese sustento de vitamina D. De hecho, como explica Diana Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, «los trabajos cada vez más sedentarios y alejados de la naturaleza no ayudan a exponerse al sol».

Una realidad en un cambio de hábitos que también va aparejado a las modificaciones alimenticias. Abandonar la dieta mediterránea y prescindir de pescados o verduras en nuestra alimentación puede suponer perder parte de esa vitamina D. Además, hay que recordar también que la vitamina D no se garantiza con cualquier tipo de exposición al sol como ahora veremos.

Mito 1º: solo con la exposición solar es suficiente

Según Diana Pérez, la realidad es que un país como España «presenta déficit de vitamina D, incluso en personas que viven en las zonas cercanas al mar». Haciendo valer un documento de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), este déficit podría deberse a «la falta de aporte nutricional, al exceso de protección solar en verano y al hecho de que gran parte de la población habite por encima del paralelo 35º norte».

Esto significa que las posibilidades de sintetizar esta vitamina en invierno y primavera son menores y, ya que mencionamos la exposición solar, tengamos claro cómo. Para conseguir sintetizar la vitamina D, necesitamos no utilizar crema solar durante esos 15 o 20 minutos de exposición, pues el factor de protección solar actúa como bloqueante de los rayos UV. Además, siempre hay que remarcar que no es necesario que ese tiempo de exposición sea en las horas de insolación más potentes.

Mito 2º: la dieta no influye

Huelga decir que lo que comemos influye, y mucho, en cómo sinteticemos la vitamina D. Aunque la principal fuente de ésta es la exposición solar, lo que comemos —sobre todo en según qué momentos del año— puede ser clave. Siempre se ha sostenido que la única fuente de ingesta de vitamina D venía del pescado azul, pero no es así.

Diana Pérez explica demás que «otras fuentes, como las setas, la yema de huevo, los lácteos enteros o las vísceras» son ricas en esta vitamina. Además, teniendo en cuenta los hábitos alimenticios actuales y la no exposición al sol en según qué momentos del año, es posible necesitar suplementos de vitamina D.

Mito 3º: necesitas broncearte para conseguir vitamina D

Es relativamente frecuente creer que necesitamos ponernos morenos o una gran exposición solar para conseguir la vitamina D. Nada más lejos de la realidad y, de hecho, sería contraproducente pues una exposición continua al sol genera un mayor envejecimiento celular y podríamos perder los beneficios de estos preciados rayos. Ya dijimos que bastan apenas unos 15 o 20 minutos al día y, además, no todos los días.

Así además lo explican desde el blog de Medicina de la Universidad de Yale, donde explican los «desafíos de los dermatólogos sobre la prevención del cáncer de piel por la desinformación en la metabolización de la vitamina D». De hecho, avalan que la mayoría de las personas obtienen su vitamina D de suplementos nutricionales y alimentos enriquecidos, no del sol. En ese caso desmontan la teoría de utilizar cabinas de rayos solares como forma de perseguir esa dosis de vitamina D diaria.

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