Dormir con calor y niños: seis claves para descansar en familia
Utilizar las estancias más frescas, cambiar la ropa de cama o disponer ventiladores estratégicamente son las mejores maneras de conseguir que nuestros hijos duerman
Agosto acaba de empezar y la tercera ola de calor de este tsunami de altas temperaturas sigue tocando en nuestra puerta. Barreras que superan los 30ºC con facilidad y los 40ºC acechando en buena parte de España convierten dormir con calor en una odisea. Sobre todo cuando en la ecuación tenemos que meter niños y menores, a los que este calor afecta especialmente.
No por ser más delicados —que también lo son—, sino sobre todo por ser menos conscientes del porqué de este calor extremo y mantenido y de por no tener un histórico que permita hacerles comprender que esto es inusual. Incluso a nosotros nos cuenta entender este calor, aún sabiendo que podía ser presumible, pero explicar a nuestros hijos lo que está sucediendo puede ser más complicado de la cuenta.
Hay ciertas pautas que, igual que en el caso de los adultos, podemos tener en cuenta para conseguir dormir con calor y que el descanso familiar se produzca. Ya sea de vacaciones o sea en nuestra residencia habitual hay cánones que podemos conservar para procurar reducir las altas temperaturas en casa. A ello se junta, lógicamente, convencer a nuestros hijos, ávidos de jugar y de verano, de que no puede haber una barra libre de deporte o actividad cuando el calor aparece.
Afectados, igual que los ancianos y las personas de la tercera edad, por los sinsabores de la ola de calor, intentar paliar el calor nocturno es clave. Con ello conseguiríamos evitar el estrés térmico nocturno, una sintomatología afín al verano y a las altas temperaturas que desemboca en episodios de ansiedad, irritabilidad, fatiga y somnolencia. Debido a la presencia de noches tropicales o ecuatoriales, cuando ya se superan los 30 ºC, esta reiteración de noches en vela se puede llegar a convertir en insomnio.
Dormir con calor y niños: cómo descansar en familia
Con niños o sin ellos, hay ciertas pautas que podemos tener en cuenta en casa de por sí para procurar no pasar más calor de la cuenta. Hay remedio más o menos obvios, como cerrar puertas, ventanas y persianas en los momentos de más calor del día, impidiendo que el aire caliente del exterior entre en el hogar.
En un sentido parecido, intentar habitar las estancias más frescas de la casa, aquellas alejadas de las zonas de más insolación, también es un remedio relativamente habitual para escapar de las garras del calor. Como resulta evidente, también se trataría de, una vez que las horas más calurosas han pasado y si tenemos la suerte de que algo de brisa circule, reabrir ventanas y persianas para que la casa se ventile y refresque en la medida de lo posible.
Sin embargo, hay ciertos remedios para mitigar el calor intenso con el que tienen que lidiar nuestros hijos por la noche. Ya sean bebés o de algo más edad, son varias las soluciones que pasan por elementos incluso tan triviales como los pijamas, la ropa de cama o, como es también lógico, disponer de ciertos ventiladores para suavizar la altas temperaturas al dormir con calor.
Priorizar estancias más frescas
También resulta evidente, pero dejemos que sean nuestros hijos los que vayan a dormir a las habitaciones más frescas de la casa. Además de las más alejadas de la insolación, también serán más frescas aquellas que, si vivimos en una casa de varias plantas, las que estén más abajo (recordemos que el aire caliente sube), por lo que una buhardilla donde nuestros hijos suelan jugar puede ser una ratonera donde más calor haga.
El uso de garajes, bodegas o sótanos, siempre y cuando sean relativamente habitables, puede ser una alternativa también para descansar a una temperatura más amable, aún a modo de siesta, siempre y cuando estén supervisados por nosotros, y al menos reducirá parte del malestar nocturno derivado de la falta de descanso.
La cama como trampa
Antes de meternos en la cama deberíamos cercionarnos de si contamos con un colchón que pueda ser volteado y ofrece distintas caras según la temporada. La parte de verano suele ser más ligera y de un material más transpirable, razón por la que es recomendable que demos la vuelta a la cama si ésta nos da la oportunidad.
Además de eso, con los niños en mente, también debemos recurrir a tejidos más transpirables como puede ser el algodón o el lino, que son más respetuosos con las altas temperaturas que los que utilizan tejidos sintéticos como el poliéster o el nailon, que también acumulan más calor. También, si las camas de nuestros hijos tienen fundas de plástico para que no mojen la cama, mejor retirarlas aunque sea unos días para favorecer el descanso.
También, como es lógico, cambiemos un poco sus rutinas de ropa de cama. En este caso lo más recomendable es que los bebés y los niños pequeños duerman solo con el pañal o con el body, siempre y cuando luego estén alejados de corrientes de aire. Los mayores, como opción, es conveniente que duerman solo con ropa interior.
Tres trucos refrescantes con agua, congelador y ducha
Duchar a los niños antes de acostarse es una forma de bajar su temperatura corporal y de intentar que la melatonina aumente. La conjunción de ambas facilita conciliar el sueño, aunque no hace milagros, pero puede ser una buena alternativa para intentar asegurar unas horas más de descanso. En cualquier caso, no se trata de utilizar agua excesivamente fría, sino ligeramente más fresca de nuestra temperatura corporal para dormir con calor.
También podemos recurrir al congelador como herramienta, asegura Susanne Willekes, coach de sueño de GoStudent, una plataforma de proveedores de educación online, que recomienda «poner la ropa de cama, la funda de la almohada y el peluche en una bolsa de plástico en el congelador para ponerlas de nuevo en la cama justo antes de acostarse».
En un sentido parecido, otro de los trucos de Willekes es «rociar a los pequeños con spray de agua en la cara y el pelo, o bien acostarles con el pelo mojado o con un paño húmedo en la frente». Otro remedio, también fácil y doméstico, es buscar un ventilador portátil que sea lo más silencioso posible y poner delante una botella de agua congelada, para que se genere una cierta corriente fresca. La única precaución, insiste la coach, es «no colocar el ventilador demasiado cerca del niño y asegurarse de que ni el ventilador les da directamente en la cara y los cables están fuera de su alcance».