Salud dental: seis señales que demuestran que algo no está yendo bien en tu boca
El mal aliento, un sangrado recurrente o dientes fuera de sitio son alertas que nuestra boca nos manda
Mal aliento o halitosis que va y viene; un sangrado de encías puntual; incomodidad al masticar; un aumento de la sensibilidad dental… Nuestra boca y nuestra salud dental están llenos de testigos de aviso que nos alertan de que algo no está yendo bien en nuestra cavidad bucal y hacer oídos sordos de ello puede tener consecuencias muy perjudiciales.
Independientemente de nuestra edad, la salud dental importa —y mucho—, con el riesgo añadido de no tomar medidas a tiempo cuando aún nuestra boca no está quejándose. Bajo el mantra de ‘una boca es para toda la vida’, la realidad es tozuda frente a esta necesidad: no vamos a tener más dientes —naturales— que los que aparezcan tras la dentición definitiva.
Perder piezas, más allá de dificultar la masticación, supone una complicación añadida para factores tan aparentemente nimios como hablar o incluso garantizar la sujeción de ciertas zonas de la cara. Sin embargo, la pérdida dental es quizá el último de los escenarios que nos planteamos, siendo la última complicación y más grave de una mala salud dental, pero no es la única.
Con la ventaja añadida de que cada vez es más frecuente encontrar implantología asequible o prótesis de más calidad, arriesgarse de igual modo a prescindir de nuestras piezas originales nunca es una buena idea. Aún así, como decimos, la pérdida de piezas es el último escenario, habiendo muchas otras señales que nuestra boca manda para indicar que algo no está yendo bien.
Salud dental: seis señales de alerta de que algo no va bien
32, nada más y nada menos, son las piezas definitivas de las que nuestra boca presume en plenitud de condiciones, contabilizando los cuatro cordales (las muelas del juicio) y suponiendo que éstas no nos den problemas y acaben siendo extraídas por complicar al resto de los dientes, así que es relativamente habitual que un adulto solo acabe teniendo 28 piezas.
Sin embargo, como hemos explicado en otras ocasiones, nuestra salud dental y nuestra salud oral no depende solo de los dientes, sino también de las encías o la lengua, fundamentales para que todo esté en orden. Quizá se le dé demasiada importancia —puede que justificada— a las lesiones dentales, pero enfermedades como la gingivitis o la periodontitis, relativas a las encías, pueden ser parte de esos avisos que conviene atajar a tiempo. Algo que también podría suceder con la lengua, donde ciertas patologías como la candidiasis, la macroglosia o la leucoplasia alertarán del mismo modo de que algo no está bien.
Sangrado recurrente
Un sangrado gingival tras el cepillado de dientes nunca es una buena señal, aunque hayáis podido oír que un poco de sangre tras lavarse los dientes es habitual y que, incluso, podría tener ciertas virtudes pues ayuda a regenerar la sangre de las encías. Nada más lejos de la realidad, pues nuestras encías ya tienen un flujo de sangre habitual que permite que ésta se vaya oxigenando.
A veces este sangrado de encías solo obedece a razones vinculadas a un cepillado demasiado agresivo e intenso, aplicando mucha fuerza o con un cepillo de cerdas especialmente duras que pueden lastimar la superficie gingival. En ese caso lo conveniente es ser menos brusco o sustituir el cepillo, pero no es la primera causa de sangrado.
Por el contrario, lo que sí es recurrente es que nuestras encías sangren por la acumulación de placa bacteriana en la línea gingival, que es lo que llamamos gingivitis o encías inflamadas. El cambio de color de la encía, pasando del rosa al rojo oscuro, y una apariencia blando y abombado, son sus síntomas. Si no se ataja a tiempo, esta placa se endurece y forma el temido sarro, que aumenta el riesgo y volumen de sangrado y a medio y largo plazo la posibilidad de desarrollar periodontitis.
Mal aliento que no cesa
Salvo que nuestra dieta esté plagada de elementos que causan mal aliento como el café, el alcohol, el ajo o la cebolla, nuestra boca no debería ser un perpetuo foco de malos olores. La halitosis aparece con más vehemencia en personas adultas, sobre todo en aquellas que han perdido varias piezas dentales o que son usuarias de prótesis, ya sean puentes o dentaduras completas.
Sin embargo, que esto suceda no es solo una cuestión alimenticia o de malos hábitos —el tabaco también contribuye a este problema— sino que puede ser señal de otros problemas que pasen desapercibidos. Es muy típico que la caries también provoque este mal aliento recurrente, pues no siempre somos conscientes de dónde se están ‘picando’ nuestros dientes.
Será allí donde ciertas bacterias como la Streptococcus mutans, una de las principales responsables de la caries, esté causando estragos primero en nuestro esmalte dental, luego en la dentina y por último en la pulpa dental. Al perder la visibilidad de ciertos puntos de nuestra boca, podría ser que la caries pase inadvertida si no acudimos al odontólogo o, en otros casos, cuando existe una fractura dental y resulta imposible limpiar bien esta zona y los restos de comida que allí se acumulen impidan una higiene dental.
Llagas y aftas que se suceden
Es curioso que las llagas y aftas, esas pequeñas manchas blanquecinas que pueden aparecer en labios, lengua o encías, no tengan en apariencia relación directa con la salud oral, pero sí que nos compliquen en estos niveles. Su aparición está muy vinculada al mal uso o acople de prótesis dentales, a unas circunstancias poco higiénicas del cepillo de dientes, a mordeduras o al consumo de bebidas y comidas muy calientes.
Esto no significa que no podamos erradicar su aparición o preocuparnos por su recurrencia, ya que también la aparición de estas aftas, de corazón blanco y bordes rojizos que cursan dolor al rozar con dientes y otros elementos, podría guardar relación con reacciones inmunológicas frente a las bacterias de la flora bucal.
Aumento de la sensibilidad
Es una de las señales que más sobre aviso nos ponen cuando empiezan a producirse, pues ya es una advertencia inequívoca de que ciertos malestares han pasado la primera barrera de defensa de nuestros dientes: el esmalte. Como una coraza, así se comporta éste, protegiendo el interior del diente donde dentina, pulpa y nervio son los tesoros a custodiar.
Cuando el esmalte se deteriora, desgasta o se quiebra, aumenta la exposición de la dentina, la parte más blanda del diente, y la cual se encarga de trasladar esa alerta al perder la primera barrera protectora que ejerce el esmalte. Distintos estímulos que comienzan a ser insoportables como pueden ser los térmicos (ya sea frío calor), los osmóticos o químicos (el consumo de sustancias azucaradas o ácidas) o mecánicos —como el cepillado, la seda dental o el contacto de objetos sobre los propios dientes— serán síntomas de que nuestras piezas dentales están más desprotegidas de lo que pensamos.
Dientes coloreados
Más allá del efecto estético que suponen los dientes manchados, la realidad es que no solo debería preocuparnos su apariencia externa —que también—, sino las posibles causas por las que nuestros dientes empiezan a presentar una coloración antinatural que oscile entre tonos marrones, rojizos o amarillos, pues pueden ser algunos síntomas de una mala dieta o de un abuso de ciertas sustancias como el café, el cacao, el tabaco o el vino tinto, sino de ciertas fracturas en este sistema de seguridad.
De nuevo volvemos a hablar del esmalte, pero sobre todo de la dentina, es cuerpo poroso que está debajo y que es el responsable del color blanco de los dientes. Cuando los dientes empiezan a teñirse es una señal inequívoca de que ciertos agentes están coloreando nuestra boca, incluyendo elementos ácidos que poco a poco están penetrando en ella y que a largo plazo podrían suponer ataques contra la pulpa o el nervio, razón por la que unos dientes manchados no son solo una preocupación estética.
Desplazamiento dental
Despertarnos por la mañana y amanecer con dolor mandibular u oral, percibir que nuestros dientes empiezan a estar descolocados cuando antes no lo estaban o el conocido efecto de los dientes flojos son varios síntomas que no deben dejarse correr cuando empiezan a hacer acto de aparición.
Algunos pueden ser señal de bruxismo, una afección caracterizada por el rechinar involuntario de ambas mandíbulas durante la noche, muy frecuente por el estrés o la ansiedad. Sin embargo, una mala posición en la cama, cargando el peso sobre la boca, también podría causar este desplazamiento dental como es el caso de las personas que duermen boca abajo.
Este deterioro dental también se ve afectado por un desgaste del esmalte, pues el frotado de las distintas piezas erosiona esta capa protectora, aumentando la sensibilidad dental anteriormente mencionada. Junto a esas complicaciones, percibir que ciertas piezas dentales se mueven o que están flojas, notando ese movimiento cuando comemos o cuando las tocamos, puede ser señal de una periodontitis u otra enfermedad periodontal que podría suponer la pérdida de la pieza a medio y largo plazo.