¿Cuánto debe durar el coito o por qué tiempo no significa calidad?
No siempre lo bueno, si breve, dos veces bueno; pero tampoco ha de eternizarse sin fin aparente
Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Así apuntaba Baltasar Gracián hace casi cuatro siglos y son muchas las personas que, metafóricamente, arriman el ascua a su sardina para justificar que el acto sexual y el coito ha de ser necesariamente corto. También podemos seguir con una dosis filosófica, ponernos aristotélicos y desvelar que en el término medio está la virtud, lo cual no andaría desencaminado de cuánto debe durar el coito.
No deja de ser cierto que la duración, mal entendida, no tiene por qué ser el único patrón que mida el rendimiento en el acto sexual. Y tampoco deja de ser lógico que meterse en la cama con un cronómetro no suena a opción plausible. No digamos ya romántica, claro. Lo que sí es verdad es que el tiempo, aún mesurable, no es un valor que permita hablar de la calidad del sexo, razón por la que desde hace siglos el ser humano, generalmente el hombre en más medida, se atribula y atora pensando que más tiempo siempre va a significar más placer.
No es así; ni para ellos ni para ellas. Igual que tampoco es conveniente que ciertos hábitos acaben suponiendo lastres en la vida sexual de las parejas como puede ser la disfunción eréctil, la impotencia, el gatillazo o realidades como el período refractario, ese tiempo que se sucede entre un orgasmo y recuperar la erección, drama que a medida que envejecemos se prolonga —de nuevo en el tiempo—.
Lo que vuelve a ser veraz es que tampoco podemos creer a pies juntillas que cuanto más tiempo pasemos, mejor será el resultado final. Igual que también hemos de comprender que no todos los coitos son iguales, razón por la que decir que la medida perfecta del acto sexual sea tal o cual puede llevarnos a un error. Eso, sin embargo, no significa que el coito tenga una duración al menos deseable. No que juguemos al Precio Justo, pero sí que al menos nos manejemos en una horquilla confortable para ambas partes.
Por desgracia son pocos los estudios que han intentado aportar luz y taquígrafos a este dilema, siendo uno de los más relevantes el que se publicó en 2008 en Journal of Sexual Medicine, donde se hablaba de una duración media de 5,4 minutos tras llegar a este dato midiendo las respuestas de 500 parejas. Bajo un patrón parecido, la universidad estadounidense de Penn State publicó un estudio similar que apuntaba a que el coito perfecto debía estar entre los tres minutos y los 13.
El tiempo deseable del coito perfecto
Para no hablar directamente con los perjudicados, los investigadores Eric Corty y Jenay Guardiani apostaron por ir a fuentes fiables: terapeutas sexuales, sexólogos, médicos y personal sanitario que, analizando las cincuenta respuestas de sus interlocutores tuvieron claros ciertas ratios de calidad sexual en torno a cuándo debería durar el coito.
Como conclusión, la jugada ‘adecuada’ debía estar entre los tres y los siete minutos, pasando a ser ‘deseable’ si va de los siete minutos a los 13. Fuera de rango, por ‘demasiado corto’ aquellos que durasen menos de dos minutos y, por extensión, el ‘demasiado largo’ cuando oscilase entre los 10 minutos y la media hora.
Todos estos tiempos, indican los investigadores —que además son sexólogos—, han de ser tenidos en cuenta sin contar con los preliminares. En ese sentido, estas medidas van desde el mero hecho del acto sexual, sin contabilizar opciones como el sexo oral o la masturbación, razón que desilusionará a más de uno por creer que estaba en la media.
También es cierto que no todos los coitos han de ser estandarizados y que, como es lógico, el nivel de deseo e intensidad va a suponer que el tiempo se alargue o reduzca. Por estos motivos ahondamos en la idea de que dedicarnos a cronometrar nuestra actividad sexual es una mala idea. Primero porque empezaríamos a estar pendientes de un tercer agente —el reloj— en vez del disfrute, lo cual puede llevar a malas experiencias por perder el foco en lo relevante.
Lo segundo, como es lógico, es que más o menos tiempo no asegura una mayor calidad. Esto, como es también evidente, incluso puede extrapolarse a cualquier otro acto sexual como los antes mencionados, donde pasar más tiempo haciéndolo no ha de ser necesariamente más placentero. A veces sí y a veces no, aunque suene un poco a respuesta para desentenderse, pero cada pareja, persona, sexo y coito es un mundo y como tal deben estar plagados de excepcionalidades.
¿Quiere decir esto que mejor dos minutos buenos que 15 minutos malos? Pues podría decirse que sí, pero lo importante es que no se conviertan en rutina, sino que pudieran ir cambiando en función del deseo generado y no en una matraca recurrente. Otro drama que, si advertimos riesgos dentro de una pareja, pueden minar la moral de los contendientes si es la duración y no la calidad los valores que más nos importan al mantener relaciones.
De hecho, como hemos advertido en otras ocasiones, fenómenos como el gatillazo pueden producirse por esa duración exagerada del sexo en la búsqueda del máximo placer de la otra persona. Al alargar sine die las eyaculaciones podríamos perder parte de esa erección o parte del deseo, pues los esfuerzos comienzan a enfocarse en la duración y en el placer del otro, obviando el disfrute propio. ¡Ojo! esto no significa que el placer del compañero o compañero no sea relevante, sino que lo realmente fundamental es que no estemos únicamente midiendo el gusto en el otro —o en uno mismo—.
Luego, como es lógico, en esas ratios hay que tener en cuenta que hay hábitos que pueden lastrar la calidad del coito y de nuestra vida sexual. Difícilmente en una actividad que necesita cierto físico, costumbres como el tabaquismo o el alcoholismo jugarán a nuestro favor. Tampoco la hipertensión, el sobrepeso o una mala forma física por el sedentarismo, razones que, si fuera vuestro caso, recomendaríamos entonces apostar por posturas sexuales más fáciles.