Síndrome metabólico: qué es y por qué obesos y diabéticos deben preocuparse
Obesidad, diabetes, triglicéridos o presión arterial alta pueden dar un susto más pronto que tarde si aparecen a la vez
Quizá nunca hayas oído hablar del síndrome metabólico, pues no es una enfermedad al uso ni tampoco una dolencia, sino un grupo de trastornos que, presentados al mismo tiempo, aumentan los riesgos de sufrir una enfermedad cardíaca, diabetes tipo 2 o un accidente cerebrovascular. Estas tres patologías, al alza en las sociedades occidentales sedentarias, con tendencia al sobrepeso y donde la dieta, especialmente rica en grasas e hidratos de carbono como los azúcares añadidos, es fundamental para intentar contrarrestar su aparición.
Sin una justificación médica plena, tal y como explican desde Clínica Universitaria de Navarra, pues «no se entiende completamente por qué se produce el síndrome metabólico pero si se sabe que las personas que lo padecen tienen un mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio o una enfermedad arterial coronaria», su aparición incluso puede tener ciertos indicios de un origen genético. Sin embargo, el desarrollo de éste se agrava a medida que ciertos malos hábitos se suceden.
Con la mente puesta en enfermedades como la diabetes (España es el segundo país de Europa con un mayor porcentaje de diabéticos —un 14,8% de la población la sufre, según la Sociedad Española de Diabetes—) y en los riesgos que suponen las cardiopatías isquémicas como los infartos, los ictus o los derrames cerebrales y otras enfermedades cardiovasculares (la primera causa de muerte en nuestro país, suponiendo alrededor del 30% de los fallecimientos) conviene comprender qué es el síndrome metabólico, cómo podemos minimizarlo y cuáles son los factores que lo hacen aparecer y los signos —que no síntomas— que permiten su diagnosis.
Relacionado con el sobrepeso, la obesidad y la falta de actividad física, el síndrome metabólico suele presentarse en personas por encima de su peso y que, además, presentan cierta resistencia a la insulina, como sucede con los diabéticos. Junto a ellos, el síndrome metabólico también evidencia la excesiva presencia de ciertas grasas en nuestro organismo como son las lipoproteínas de baja densidad (el colesterol LDL, también llamado ‘malo’) o los triglicéridos.
Qué es el síndrome metabólico y por qué obesos y diabéticos deben estar alerta
Ante la falta de sintomatología, conviene advertir que el síndrome metabólico como repetimos, no es una enfermedad, sino una concatenación de patologías que pueden darse en un mismo paciente y suponer el aumento del riesgo de cardiopatías, más aún cuando ya presentamos riesgos de estas enfermedades como puede ser la citada obesidad, el envejecimiento, la falta de actividad física o una dieta rica en grasas saturadas y azúcares.
Curiosamente, son varias fuentes las que citan que uno de los riesgos incrementados del síndrome metabólico y su vinculación con el sobrepeso tiene que con la abundancia de grasa abdominal, lo que se conoce como obesidad central —que es la acumulación de grasa en esta parte del cuerpo—. Esta razón, que también apuntan desde MSD Manuals, nos valdría para intentar definir quiénes son las víctimas potenciales del síndrome metábolico.
- Aumento de la circunferencia de la cintura (debido al exceso de grasa abdominal).
- Hipertensión.
- Niveles anormales de glucemia en ayunas o resistencia a la insulina.
- Un nivel alto de triglicéridos.
- Dislipidemia (concentración elevada de lípidos).
Ante estas evidencias, los especialistas además acaban vinculando varias enfermedades o patologías que se pueden concatenar. Por ejemplo, el exceso de esta grasa abdominal también acaba suponiendo una mayor acumulación de lípidos en el hígado, que podría generar el denominado hígado graso. Por este mismo motivo, este cúmulo lipídico también llega a las células, aumentando esa resistencia a la insulina. Al alterarse el mecanismo de asimilación de la glucosa, aumentan las posibilidades de sufrir hipertensión, cuya presencia llevada al extremo está muy vinculada a los accidentes cerebrovasculares.
Síndrome metabólico: o por qué la distribución de grasa importa
En varias ocasiones hemos hablado del tipo de grasa que el ser humano puede acumular, pero hoy vamos abrir otra veda, explicando por qué la forma en la que la grasa se distribuye puede aumentar los riesgos de este grupo de trastornos que suceden al mismo tiempo y que aumentan el riesgo de diabetes, de accidentes cerebrovasculares y de enfermedades cardíacas.
La típica forma de ‘manzana’, cuando acumulamos más grasa en la zona abdominal que en las piernas y caderas (independientemente de nuestro sexo) está relacionada con un porcentaje bajo de masa muscular y elevado de grasa, lo cual también se correlaciona con la amplitud de circunferencia tanto de cadera como de cintura.
Es decir, si nuestra tripa es prominente en la parte central del cuerpo, los peligros de que aparezca el síndrome metabólico son mayores. Por contra, este síndrome es menos frecuente en personas cuya grasa subcutánea se acumula en las caderas (la forma de pera), pero los diámetros de la cintura o la cadera no son especialmente exagerados.
Cómo se combate el síndrome metabólico
Tras conocer los riesgos y comprobar cuáles son las situaciones que pueden llevarnos a su presencia, la realidad es que las herramientas para minimizar su aparición son las mismas que generalmente recomendamos cuando hablamos de otras patologías que vuelven a ser afines al sedentarismo.
Llevar un estilo de vida saludable, acorde a nuestra edad y condición (nunca se pretende que una persona sobre obesidad grado II pase de un día a otro a correr maratones), que podamos ir acomodando a nuestro día a día sería lo más conveniente. Como es lógico, también habrá que hacer cambios en la dieta, siendo un buen comienzo tomar nota de estos alimentos para combatir la diabetes, ya que también tienen parentesco con corregir el síndrome metabólico.
Es además fundamental comprender que el síndrome metabólico no está pendiente de nuestro dni. Sí, es cierto que hay una mayor prevalencia en personas adultas a partir de los 50 años, pero eso no significa que sea patrimonio exclusivo de la madurez. De hecho, puede aparecer en niños, adolescentes y adultos jóvenes. Por esta razón también se insta a hacer alguna actividad física cotidiana, al menos de media hora diaria.
Junto a ello, las claves vuelven a ser las más habituales a la hora de hablar de hábitos sanos como puede ser el hecho de limitar la ingesta de sal diaria (recordemos esos cinco gramos que aconseja consumir la OMS), reducir la ingesta de grasas saturadas y no tener hábitos tóxicos como son el alcoholismo o el tabaquismo.