Depresión enmascarada, la enemiga muda: claves para identificarla
Dolor de cabeza, falta de apetito, acidez, insomnio… Su presencia puede ocultar un malestar más mental que físico que nos empeñamos en disimular
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en España había en 2020 más de dos millones de personas con depresión. Lo que supone el 5,25% de la población adulta de nuestro país. De esos más de dos millones de personas, cerca del 10% se consideran casos graves. Y son muchos los que además sufren una depresión en silencio, cuyos síntomas pasan desapercibidos en lo mental para centrarse en lo físico: es lo que se llama depresión enmascarada.
Sin atender especialmente a edad o a sexo, aunque es cierto que la depresión es más abundante en mujeres y personas mayores, hablamos de la primera patología de salud mental por importancia y volumen en las sociedades occidentales. En los últimos años la salud mental ha ganado protagonismo en la esfera pública, como se ha ido demandando desde distintos partidos políticos e instituciones.
El drama añadido cuando hablamos de depresión enmascarada no solo viene por el hecho de sufrirla, sino de que el propio paciente disfraza la patología de manera inconsciente para intentar no afrontar la depresión. Solapada, la depresión enmascarada prioriza el malestar físico al malestar psicológico, lo que dificulta su diagnosis en la atención primaria y por tanto complica la intervención de un especialista en salud mental.
Con este disfraz, la depresión avanza, haciendo mella en el paciente y además haciendo inútiles parte de los esfuerzos de la sanidad para afrontar una realidad que subyace bajo una sintomatología física. La justificación, a veces forzosa y a veces inconsciente, proviene de la estigmatización que la salud mental y sus patologías tienen frente a la salud física. Estar ansioso, estresado o padecer depresión está peor visto que cualquier lesión meramente física como una torcedura de tobillo, un dolor de espalda o diferentes contracturas.
Depresión enmascarada: qué es y cómo identificarla
También llamada depresión silenciosa, depresión oculta o depresión somatomorfa, este tipo de patologías mentales solo salen a la luz cuando se comprueba que los diagnósticos y tratamientos de los distintos malestares físicos fracasan. Es habitual que las personas que sufren depresión enmascarada reiteren problemas de estómago, diferentes dolores musculares, abundantes cefalalgias, o incluso avalen una serie de complicaciones para conciliar el sueño que achaquen a esta serie de problemas.
Cuando hablamos de esa sintomatología meramente física o rara vez vinculada a la salud mental de la depresión enmascarada, hay ciertos elementos que se repiten aunque la prevalencia de estos puede variar en función de la persona, edad, forma física o incluso género.
- Cefaleas y vértigos
- Ansiedad
- Dolores musculares, generalmente en la espalda.
- Problemas cardíacos
- Malestar digestivo (acidez, ardor, hinchazón, malas digestiones…)
- Cansancio, astenia y fatiga
- Pérdida de apetito y de la líbido.
- Trastornos del sueño como insomnio o pesadillas.
Además, esta depresión enmascarada también puede cerrarse con dos grupos poblacionales muy dispares entre sí como son la infancia y la tercera edad. En el caso de los primeros es complicado que encuentren los medios para expresar su descontento y por tanto no pueden hacer patente la realidad mental que sufren. En el caso de los segundos, es muy habitual que los problemas físicos antes mencionados acaben distrayendo la atención sobre los problemas mentales. Es decir, es habitual que en las personas mayores den por hechos ciertos patrones y patologías físicas que imposibilitan la diagnosis de la depresión.
Por desgracia, este disfraz es solo una careta más de las que la depresión utiliza para colarse en nuestras vidas. En THE OBJECTIVE ya hablamos en su día de lo que es la depresión sonriente, sobre todo vinculada al intento de aparentar de cara al exterior una felicidad que no se produce. Ese pequeño drama cotidiano se acentúa en personas jóvenes y en personas con perfiles muy activos en redes sociales que, finalmente, suponen correr un tupido velo sobre una realidad más cruel de lo que queremos mostrar.
Relativamente poco frecuente, la depresión enmascarada según diversos estudios suele oscilar entre un 6 % y un 7 % de las personas con depresión, sin embargo el problema está no solo en su porcentaje, sino en la dificultad del diagnóstico por lo que realmente imposibilita conocer con certeza el porcentaje real, ya que muchas personas con esta depresión (también llamada depresión somática) no son tratados como tal.
Cómo identificar la depresión enmascarada
Según la Asociación Americana de Psiquiatría (APA por sus siglas en inglés), la depresión enmascarada no está catalogada como una patología psicológica. Lo que sí está diagnosticado es la depresión mayor, que sería la enfermedad subyacente a esta situación. En cualquier caso, es relativamente habitual que la depresión enmascarada se produzca en personas con baja tolerancia al dolor y baja autoestima.
Más allá de adivinar y diagnosticar malestares físicos que no tienen ningún fundamento, lo fundamental tanto en la atención primaria como en las primeras consultas psicológicas es prestar atención a manifestaciones veladas de las reacciones emocionales del paciente. En este caso será cuando se compruebe que puede tener un cuadro depresivo común, que podría estar dando pie a esa depresión enmascarada silenciosa.
Un estado general de tristeza, cambios de ánimo constantes, insomnio, ausencia de deseo sexual, fatiga, pérdida del apetito, falta de motivación en actividades cotidianas… Forman parte de esa batería sintomática que identificarían una depresión enmascarada y que el paciente procura no hacer patentes.