El mito del chupito digestivo es falso (y sus alternativas tampoco son mejores)
Llega el final de la comida y pensamos que la mejor alternativa para facilitar la digestión está frente a un aguardiente, pero no es así
Es posible que te estés frotando las manos de cara a las grandes comilonas con la excusa de rematar a costa de un chupito, que puede ser de muy diversos orígenes (licores, espirituosos o destilados) y lo consideres un digestivo. A modo de corolario tradicional de la cocina tradicional, estos chupitos —lejos de lo que un anglosajón consideraría shots— se han hecho un hueco en un ideario colectivo a costa de unas supuestas bondades que nada tienen de veraces.
Puede ser un orujo, cualquier otro aguardiente o el consabido licor de hierbas, al que tradicionalmente se pretende asociar virtudes medicinales que ayuden a la digestión por el tipo de hierbas que incluyen. Por desgracia, esto es una falacia repetida hasta la náusea y las hierbas que hayan formado parte de estos licores realmente poca o ninguna ventaja tienen una vez son infusionados o destilados, principalmente por las altas temperaturas del proceso.
A eso no solo hay que sumar que no es que tengan un hipotético potencial beneficioso, sino que de hecho tienen un potencial nocivo, pues son bebidas de alta graduación alcohólica (entre 20º y 40º), ya que son destilados o espirituosos, y eso implica que puede irritar la mucosa gástrica (aunque no significa que aceleran la aparición de úlceras, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE), ralentizar el funcionamiento digestivo e incluso llegar a provocar gastritis o acidez estomacal.
La ironía además está en que este chupito digestivo y su falsa creencia supone paralizar parcialmente la digestión por una cuestión muy sencilla: el hígado debe encargarse de él. Casi como si de un portero de discoteca se tratara, el hígado advierte la presencia de un tóxico como es el alcohol y proceder a su metabolización antes de seguir con el resto de tareas vinculadas a la digestión. Algo que todavía se hace más complicado si se padece de hígado graso.
Ni chupito ni vermut: los mitos del alcohol digestivo a prueba
A ello además hay que sumar otra falacia muy extendida y que pretendería justificar esa mejora digestiva. Hablamos de la vasodilatación que se provoca cuando se ingiere alcohol, una realidad realmente breve y que se produce a nivel superficial, por lo cual el efecto es muy poco duradero y sobre todo se manifiesta en la parte más expuesta de la dermis. Esto significa que nuestro estómago, si fuera una caldera, no necesita el alcohol para tener mejores combustiones, ni en formato chupito ni en formato copa.
De hecho, tampoco hay que sintetizar el fallo en este tipo de chupitos, pues la realidad es que otros licores como pacharán, anís, coñac y destilados como el whisky, el tequila o el ron también suelen utilizarse como excusa digestiva tras una comida, pero vuelve a ser un error: el alcohol es un neurotóxico y su vinculación con el cáncer y con enfermedades cardiovasculares existe incluso en consumos moderados, tal y como explica la American Society of Clinical Oncology (Sociedad Americana de Oncología Clínica) en una de sus publicaciones.
Además, bajo esa evidencia, hay que apuntar también a otro riesgo asociado a esas copas de después de comer que se tomen con la misma intención. Sucede con el gin tonic, al que un aspecto relativamente fresco y bajo en azúcar le ha venido bien para convertirse en una de las copas favoritas de la sobremesa. Potenciado por la fama de la quinina —de la que tiene una bajísima proporción—, la tónica moderna realmente no deja de ser una bebida carbonatada (alrededor de 6 gramos de azúcar por cada 100 ml) que nos aporta unos doce gramos de azúcar por cada copa.
A ello hay que sumar las calorías vacías que el gin tonic tiene, pero donde nos trampeamos con su ligereza en proporción a otros destilados y al tipo de botánicos que incluye. Sin embargo, el gin tonic y la ginebra siguen siendo malos aliados tanto de nuestra digestión como de nuestra salud, especialmente si tenemos ciertas patologías como el reflujo gastroesofágico, pues las burbujas juegan en nuestra contra. Razón también por la que las personas con hernias de hiato no deben consumir este tipo de bebidas y deben minimizar su consumo de alcohol, más aún aquel que tiene carbónico (como esos combinados o el champán), aunque sea algo muy poco frecuente en el caso del chupito.
Riesgos que además también están presentes durante la propia comida, pues el alcohol sigue haciendo efecto. Aunque dentro de las recomendaciones de tomar alcohol es conveniente hacerlo con comida o con el estómago lleno —lo cual no significa que se abra la veda a beber—, es evidente que su ingesta también ralentiza nuestro metabolismo si nos entregamos en cuerpo y alma a cervezas o vinos durante la comida.
De hecho, hasta mitos como el del aperitivo deberían ser puestos en cuarentena, pues esos alcoholes o vinos especiados —como el vermut, que en origen no deja de ser un vino macerado con hierbas aromáticas— realmente funcionan por despertar a nuestro estómago, pero del mismo modo que haría cualquier otra bebida que consumiéramos con el estómago vacío.
¿Infusiones milagro?
Entonces, ¿nos entregamos a las infusiones? Pues son mejor que cualquier alcohol, lógicamente, pero tampoco son la panacea si pretendemos que abran el colector de nuestras digestiones y las faciliten, ya sean manzanillas, hinojo o té verde, tres de las más adecuadas para estos menesteres por sus propiedades calmantes, carminativas y depurativas.
Aun así, algo aportarán, pero distan mucho de ser un milagro. Sin embargo, lo que sí sería conveniente tras una comilona y algo de margen para la digestión es empezar a movernos —dar un paseo tranquilo, nada que suponga un gran esfuerzo—, pues el propio movimiento favorece la motilidad intestinal y además permitirá ‘quemar’ parte de los excesos que el cuerpo hubiera acumulado.