Pasar frío puede ser bueno: cuatro beneficios de vivir a baja temperatura
Las penas con pan son menos penas e incluso las que tienen que ver con pasar un poco de frío para aprovechar algunas buenas noticias inesperadas
Es posible que pasar frío no suene bien, sobre todo si estamos hablando de beneficios para la salud, pues no es muy habitual que el invierno vaya aparejado a hipotéticas ventajas saludables. Lo cierto es que, aunque no lo creamos, una dosis comedida de frío puede suponer algunos pequeños beneficios para la salud.
No muchos, evidentemente, pero sí algunas curiosidades que pasar frío —en su justa medida— podría suponer. Es lógico también comprender que hay ciertas patologías que, asociadas al mal tiempo, pueden suponer mella y merma en nuestra salud. Entre lo más evidente está citar a los resfriados o a la gripe, aunque lo cierto es que ninguna de las dos dependen expresamente del mal tiempo y sí de los virus que cogemos y nos contagian. Por esta razón, conviene comprender que aunque haya estaciones en las que estas enfermedades aparezcan con más vehemencia, lo cierto es que no suceden por el simple hecho de tener frío.
Entre las peculiaridades de pasar una dosis moderada de frío encontramos que nos podría echar una mano para adelgazar o perder peso, pero también para aumentar nuestra concentración e incluso para dormir mejor. No esperemos milagros, evidentemente, pero al menos podremos contentarnos con algunas pinceladas saludables de vivir con algo más de frío del que esperábamos.
Además del citado problema con las fiebres y las gripes, también resulta evidente que la mayoría de patologías que se vinculan a la salud pulmonar se resienten durante el invierno, como sucede a menudo con las pulmonías y las neumonías. También con la bronquitis y otras inflamaciones dentro de nuestros pulmones. Aun así, si queremos contentarnos con estas pírricas victorias de pasar frío —tampoco en modo extremo— comprendamos que hay ciertas soluciones.
Pasar frío: cuatro beneficios inesperados de las bajas temperaturas
También es posible que a la hora de pasar frío realmente sean más los perjuicios que los hipotéticos beneficios, motivo por el que tampoco estamos invitando a sufrir y a despreocuparnos de la temperatura para ‘recibir’ algunas de sus bondades. Aún así, podríamos utilizar el clásico sarna con gusto no pica para justificar un poco, en la medida de lo posible, algunos de estos detalles que el otoño y el invierno podrían poner en marcha.
Aunque no se suele identificar con una buena salud dérmica, lo cierto es que unas temperaturas moderadamente frías podrían implicar ciertos beneficios para la piel, pues tienen un efecto vasoconstrictor. Cuando esto sucede, se reduce el enrojecimiento y la hinchazón, como efecto de esa reducción del riego sanguíneo. No es un beneficio demasiado elevado, aunque redunda negativamente también para personas que, por ejemplo, tuvieran psoriasis, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE.
En un sentido parecido, las bajas temperaturas y la lluvia, especialmente con climas donde la nieve sea abundante, podemos encontrar beneficios para las personas con alergia, ya que cualquier tipo de intolerancia al polen es menos agresiva durante las estaciones frías. Quizá no sea una gran ventaja, pero cuando luego se apareja a la llegada de la primavera puede que echemos de menos la nieve o las bajas temperaturas.
Entre otras evidencias, los que quieran perder peso pueden tener un cierto aliado en el invierno, especialmente cuando venimos de unas navidades atiborradas de dulces y embutidos. Esto supone afianzar la relación que el frío tiene con la quema de calorías pues, dicho de manera muy resumida, necesitamos utilizar más calorías para mantener la temperatura corporal a medida que la temperatura exterior baja. No es la panacea, como podéis interpretar, ni tampoco una vía libre para atiborrarnos a seguir comiendo, pero al menos un cierto consuelo.
Dentro de esos pequeños consuelos, también conviene entender que es más fácil dormir con bajas temperaturas que cuando hace calor. Volvemos a resaltar una evidencia, sobre todo si tenemos en cuenta el estrés térmico nocturno, que es ese enemigo silencioso que nos impide dormir bien en verano cuando se producen las noches tropicales o las noches ecuatoriales. En este sentido, dormir bien en invierno es más sencillo debido a esa bajada de las temperaturas, que se complementa con la reducción de la temperatura interna.
Por último, en esa serie de ventajas asociadas al frío, se puede también avalar que el ejercicio al aire libre nos favorece a la hora de mejorar la oxigenación de los tejidos. Algo que también podemos asociar, como avalan distintos estudios, a reducir ciertas inflamaciones, tanto de tejidos como de ligamentos o tendones, debido a la citada vasoconstricción. Dentro de un límite, evidentemente, pero con ciertos matices, pasar frío podría redundar en discretas ventajas como explican desde Harvard Medical School, donde también se apunta a que esta menor inflamación se vincula a una hipotética reducción de la diabetes.