Senderismo seguro: cómo practicarlo en verano para todos los públicos
Vestir, proveerse, protegerse o llevar aliados tecnológicos son fundamentales, por elemental que sea la ruta
Podemos llamarlo senderismo —también excursionismo o trekking— e incluso montañismo, pero la esencia es parecida. Ni más ni menos que andar por distintas rutas o caminos, bien sean de montaña o en llano. Como es lógico, con la llegada del buen tiempo se convierte en un plan asequible y accesible para la mayor parte de los públicos.
Sin embargo, siempre hay que prestar atención a ciertas letras pequeñas y, sobre todo, no confiarse. Actividad al aire libre por antonomasia y sin una exigencia física demasiado alta, el senderismo puede ser tan fácil —o tan difícil— como quieras hacerlo. Por este motivo, conviene saber nuestros límites reales. También conviene no infravalorar la actividad, no creyendo que es un simple paseo, pues puede ser mucho más complejo que eso.
Las ventajas de hacer senderismo son muchas. Al hecho de hacer deporte al aire libre le podemos sumar que es un ejercicio generalmente apto para todos los públicos. También que no necesita una excesiva preparación física ni técnica. Tampoco debemos olvidar que se puede practicar en familia, con niños o incluso con mascotas, motivos que hacen que sea perfecto para compartir en cualquier momento del año.
No obstante, insistimos en la necesidad de no infravalorarlo y de no tener en cuenta sus riesgos. Los tiene, evidentemente. Quizá no a los niveles de deportes mucho más complejos o más exigentes como la escalada, el rafting o los descensos de aguas, también típicamente veraniegos, pero los tiene.
Cómo practicar senderismo seguro
Tal y como se explica desde Montaña Segura, conviene tener claro el nivel de actividad, los horarios, el tiempo, las alternativas y, especialmente, avisar a dónde vamos y cuándo pretendemos regresar. Esta campaña, preparada por la Federación Aragonesa de Montañismo, el Gobierno de Aragón y Aramón, hace hincapié en conocer bien los límites de lo que pretendemos afrontar.
Como es lógico, conviene además ir bien preparado. De hecho, es mejor pasarse de precavido que pecar de desprevenido. Es fundamental llevar un calzado apropiado, además de ropa de abrigo y un chubasquero. También, sobre todo si hacemos senderismo en verano, es clave que recurramos a la protección solar y a las gorras para protegernos de la radiación solar.
En el apartado técnico, aunque de nuevo suene exagerado, conviene tener a mano mapa, brújula y GPS para que no nos pase como en este caso donde la Guardia Civil rescata dos veces en 24 horas a una británica que se perdió en Cantabria. Por supuesto, teléfono móvil y una batería portátil. Junto a ello, por si la tecnología nos abandona, no dejemos de llevar linternas o frontales, silbatos y un botiquín de primeros auxilios. También podría venirte bien utilizar bastones como los que se emplean en la marcha nórdica, de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
Hidratación, prudencia y rutas alternativas
También damos por sentado que se llevarán provisiones para nuestra ruta. Calcula alrededor de 1,5 litros de agua por persona, doblando esta cantidad en escenarios de mucho calor. Por supuesto, no creas que habrá siempre alternativas potables en la ruta, así que mejor cerciórate de llevar el agua de antemano. También conviene llevar alimentos, especialmente frutas, que aportarán hidratación, azúcares y minerales.
Sin embargo, una fase crítica de toda excursión o conato de senderismo es tener claros ciertos principios. Es fundamental también que empecemos a una hora prudente, evitando los máximos picos de sol. También debemos permanecer unidos, no separándonos del resto de integrantes y, sobre todo, dando importancia al disfrute. El senderismo debe ser una actividad lúdica y amena, no una tortura para nosotros o nuestros compañeros.
En este sentido, conviene conocer también alternativas más cortas o posibles ‘escapatorias’ si el día se pone feo o el cansancio empieza a hacer mella. Entre lo evidente, también hemos de comprobar con antelación que el clima no va a suponer un riesgo para nuestra escapada, donde puedes tomar nota de estos cinco paraísos terrenales para hacer senderismo.
Cuánto, cómo y cuándo andar
Insistimos en el carácter lúdico de la actividad. Razón por la que es muy importante que el camino que pretendamos seguir sea acorde a la experiencia del grupo. No busquemos rutas especialmente complejas, largas o abruptas si la expedición con la que vamos no se siente cómoda en estos terrenos.
Además, no sólo se trata de calcular distancias y el tiempo en recorrerlas: ten en cuenta también que hay que comprobar desniveles. Por este motivo, recomendamos que siempre chequees previamente el tiempo de recorrido, la duración y el tipo de desniveles a afrontar. Quizá una ruta corta de tres horas pueda parecer amable en tiempo, pero descubramos que supone una fatiga especialmente alta por el tipo de superficie o por la pendiente.
En general, para hacerlos una idea, una persona promedio es capaz de andar entre tres y cuatro kilómetros a la hora en un desnivel de unos 250 metros sin demasiadas complicaciones. No obstante, es importante comprender que el ritmo irá mermando con el paso de las horas, razón por la que conviene que las rutas no superen —si hablamos de principiantes— más de cinco o seis horas.
Senderismo: la importancia de subir y bajar
Además, es también muy relevante, como explica la FEDME (Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada) en sus recomendaciones de Verano Seguro, que tengamos mucha precaución con los inicios y los finales. En sus recomendaciones, instan a que no salgamos más tarde de las 10 de la mañana. Invitan además a que hayamos terminado nuestro senderismo al menos un par de horas antes del ocaso del sol. Por este motivo, conviene también comprobar a qué hora amanece y anochece.
Y, como postre, siempre recordad que tan importante es subir bien como bajar bien. Especialmente cuando hemos salvado grandes desniveles. Más aún en el momento de las bajadas, donde se acumula el cansancio, pueden ser mucho más peligrosas a la hora de hacer senderismo por la mezcla de desnivel y fatiga acumulada.