El síndrome del nido vacío: cómo superarlo para afrontar un hogar sin hijos
Una boda, ir a la universidad o emanciparse pueden generar una nueva vida en padres que no están preparados para ello
Septiembre marca la pauta en muchos hogares españoles de lo que se conoce como el síndrome del nido vacío. Aunque oficialmente no es un trastorno ni está patologizado, sí es un término recurrente y fácil de comprender: hogares familiares que, por ciertos cambios, se convierten en un hogar sin hijos.
Cambia el rol familiar, evolucionando de padres con hijos a una nueva situación donde sólo están los progenitores. Aunque no hay ninguna época del año donde no se palpe este síndrome del nido vacío, sí es cierto que el mes de septiembre o, a más tardar, octubre, suelen ser particularmente crueles con esta acrecentada sensación de soledad.
El comienzo en muchos casos de los cursos académicos, especialmente los universitarios, suponen la primera gran salida de miles de jóvenes de sus casas. Por primera vez, serán muchos los españoles que salgan de manera continuada de sus hogares. Una realidad para la que no todos los padres están preparados, pero tampoco los propios hijos.
Más allá de la emancipación
A ello hay que sumar los últimos coletazos del verano. En jóvenes y adultos ya emancipados, las vacaciones estivales suelen ser un período del año en el que volver al hogar familiar. Se recuperan —en términos generales— ciertas rutinas y ciertos hábitos que, en cuestión de pocos días, retrotraen la situación a una casa con más vida y movimiento, incluso añadiendo una nueva generación a la ecuación. Sin embargo, se trata de un espejismo que dura apenas unos días o semanas y que, en el caso de alargarse en el tiempo —como mantener a los niños con los abuelos durante las vacaciones— tiene fecha de caducidad.
Del mismo modo que sucede con esa ‘fuga’ académica, el fin del tiempo compartido en verano también se puede asociar a ese síndrome del nido vacío. Una misma realidad que se experimentó tras la pandemia, donde eran abundantes los casos de retorno al hogar familiar o de un aumento de la comunicación intergeneracional que, una vez regresada la normalidad, se diluyó.
Qué es el síndrome del nido vacío: entendiendo la madurez
Hemos hablado de varios ejemplos muy evidentes, aunque hay otros momentos que se asocian al síndrome del nido vacío como puede ser un matrimonio. Esta situación, si bien se suele dar ya en adultos emancipados, comparte ciertas características marcadas por ese distanciamiento que en ocasiones se puede vivir. En un modo parecido, las crianzas de hijos en parejas divorciadas o separadas también tienen mimbres muy similares.
En cualquier caso, el síndrome del nido vacío se entiende como una sensación aumentada de soledad. Generalmente es más acentuada en las madres y, aún más, en amas de casa. De esta manera, el papel de madre protectora al que ha consagrado la mayor parte de su vida dentro de la crianza familiar se desmorona. Surge así una privación del contenido existencial que hasta el momento había sido su leit motiv, del cual existen estudios que así lo acreditan.
A quién afecta el síndrome del nido vacío
Aunque eso no significa que el síndrome del nido vacío sea un patrimonio exclusivo de la mujer, ya que los padres también pueden sufrirlo, pero la forma de sobrellevarlo suele ser distinta. No obstante, otro ejemplo del síndrome del nido vacío también se puede entender tras la defunción del marido o la mujer, especialmente en matrimonios largos y bien avenidos. Una circunstancia que, como decimos, priva de sentido vital a la persona que permanece. Tampoco es patrimonio exclusivo de lo que podríamos calificar como edad madura. La tercera edad también vive ese particular síndrome del nido vacío, generalmente a través de los fallecimientos, pero sobre todo por el distanciamiento que se produce con los hijos o nietos.
Por este motivo, el síndrome del nido vacío está muy relacionado con ciertas patologías mentales. Es el caso de la depresión y la ansiedad, que se acrecientan ante ese nuevo escenario para el que no se está preparado. La sensación de inutilidad por carecer de la obligación anterior o un sentimiento acrecentado de inseguridad, tanto propia como hacia la persona que se ha marchado, suelen aumentar en estos casos.
Cómo se manifiesta el síndrome del nido vacío
Es conveniente entender que sí puede haber un período que podríamos calificar de luto. Una cierta tristeza o melancolía en las primeras semanas o meses tras la marcha del hijo es normal. Especialmente si se da en ciertos casos que pueden resultar más impactantes. Demasiada distancia, tratarse de un hijo único o, por contra, tratarse del último hijo en salir de casa pueden suponer rupturas más violentas. En el caso contrario, encontraríamos una circunstancia de proximidad geográfica o que en la casa siga habiendo más descendencia.
Podemos hablar de un problema cuando las manifestaciones del síndrome del nido vacío se extienden más allá de los seis meses. Los ejemplos son fáciles de encontrar. Tristeza, apatía, abatimiento, sensación de inutilidad, aburrimiento, melancolía, problemas para conciliar el sueño, falta de apetito, cambios de humor repentinos… La mayor parte de esta sintomatología es muy parecida a la que se vive en episodios de depresión, pero también de distimia.
Cómo superar el síndrome del nido vacío
Mantener una comunicación fluida y constante con la persona que se ha marchado es fundamental, pero se debe comprender también que está haciendo su vida o perfilando su nuevo camino. El vínculo familiar es sólido o debe serlo, pero no significa que deba ser invasivo. En este sentido, se debe comprender que hay que, poniendo un mismo símil ornitológico, ‘dejar volar’ a los hijos. Por este motivo, se debe hablar, pero no se debe caer en la intromisión.
Aparte de eso, conviene también familiarizarse en la medida de lo posible con el nuevo entorno del menor. En el caso académico es relativamente fácil, pues se puede visitar la localidad a la que se va a mudar, conocer las instalaciones donde estudiará, su nueva casa o residencia… Es decir, se tratará de comprender que va a seguir estando en buenas manos, que es una de las principales causas de aflicción en torno al síndrome del nido vacío.
Ese comprender que estará bien es fundamental para sentir alivio y, a partir de ahí, recomponer el nuevo puzle vital que se presenta. Es cierto que es especialmente complejo en personas divorciadas que se han hecho cargo de una crianza de hijos casi en soledad, pero también en matrimonios donde el vínculo de unión había sido la propia maternidad y que ahora se encuentran con poco en común entre sí.
El síndrome del nido vacío como oportunidad
En cualquiera de los dos casos, conviene siempre intentar retomar actividades y hobbies previas que se habían quedado en el tintero. Pueden ser en conjunto o pueden ser por separado. Sin embargo, en cualquier caso se debe también conceder el derecho entre los propios progenitores de hablar y poner en común sus sentimientos.
Este punto es fundamental, no sólo entre ellos mismos, sino también con terceras personas que puedan estar en una situación parecida. Amigos, compañeros del trabajo o familiares que hayan lidiado con una circunstancia parecida pueden ser un buen bastón de apoyo. También puede serlo la generación anterior, permitiendo también que los padres que están sintiendo esta soledad ahora mismo. Esto permitiría recuperar el trato con aquellos a los que también ‘abandonaron’ cuando ellos eran más jóvenes.
El retorno de viejas actividades
Por esta razón, el síndrome del nido vacío también puede convertirse en una oportunidad de recuperar tiempo que se invirtió en su práctica totalidad en la crianza. Conviene atender también al concepto de inversión de tiempo, no convirtiéndolo en un peyorativo ‘tiempo perdido’. La maternidad y la paternidad no deben ser conceptuadas como tiempo malgastado o tirado, sino aprovechado en formar a otra persona. No obstante, la puerta que se abre con esta nueva libertad permite esa recuperación de hábitos y costumbres. Un cambio que, en muchos casos, también van aparejado por una vida social más activa.
Motivo por el que conviene ponerse en contacto esas amistades o, por ejemplo, no cesar en cierto papel de anfitrión que se puede tomar para invitar amigos o conocidos a casa. En cualquier caso, si esto sucede, debemos tener claro que no se trata de parches ni de excusas para mantener el nivel de ocupación. Por eso, conviene comprender que lo realizamos por el simple gusto de estar con estas personas y no sólo por sentirnos ocupados.