¿Intolerancia alimentaria o alergia?: cuál es la diferencia y cómo se distinguen
Ni son lo mismo ni deben servir para ocultar preferencias alimentarias
Aunque haya una cierta tendencia a considerar que intolerancia y alergia son lo mismo, la realidad es que son bien distintas. Independientemente del alimento al que nos refiramos, hay notables diferencias entre una intolerancia y una alergia. No obstante, aunque en ambas haya reacciones adversas al ingerir un alimento, el grado de estas reacciones y dónde se concentran puede ser también distinto.
Como es lógico, hay numerosos alimentos o sustancias dentro de ellos que pueden causar intolerancias o alergias. Sin embargo, siempre se debe diferenciar si estamos hablando de las primeras o de las segundas. Especialmente ahora, cuando parecen haberse convertido en un batiburrillo donde, además, es habitual que se aleguen este tipo de problemas para ocultar gustos o preferencias alimentarias. Por eso, es conveniente comprender la diferencia entre intolerancia y alergia.
Si bien es cierto que son muchos los productos que pueden causar alergias, sólo hay 14 que son de obligada declaración en alimentos u hostelería que, por su prevalencia o potencial dañino a los alérgicos, siempre den figurar como tal. ¿Quiere decir que sólo hay 14 alergias? No, evidentemente, como tampoco habría sólo poco más de una decena de intolerancias alimenticias, pero sí que hay una serie de productos de uso masivo que, además, son los que más frecuentemente provocan alergias.
¿Son igual de perjudiciales? Pues tampoco, evidentemente, por eso conviene tener claro realmente cuándo estamos hablando de una alergia o de una intolerancia. Dos conceptos que, insistimos, a veces se confunden o se toman por lo mismo y cuyo error puede significar un desenlace fatal.
¿Qué es una intolerancia?
Simple y llanamente, una intolerancia a un alimento se produce cuando el organismo es incapaz de procesar ese alimento o alguno de sus compuestos. Una vez que sucede, la intolerancia puede suponer problemas digestivos, que son los más frecuentes. Náuseas, vómitos, hinchazón y dolor abdominal, diarrea, retortijones… La mayor parte de la sintomatología se remite al aparato digestivo, aunque también puede tener otras afectaciones, lo cual ya establece una diferencia entre intolerancias y alergias.
Hay vinculaciones a problemas dermatológicos como el acné, además de afectaciones neurológicas como las cefaleas, la migraña o el dolor de cabeza. Sin embargo, hay que puntualizar un extremo completamente necesario: una intolerancia alimentaria no es letal ni pone en riesgo la vida de la persona.
Entre las intolerancias alimentarias más recurrentes se suele citar la intolerancia a la lactosa (el azúcar de la leche), la intolerancia al gluten (que no celiaquía, ojo, pues es una enfermedad por sí misma) o la intolerancia a la fructosa. Como matiz, cabe indicar que las intolerancias están vinculadas al metabolismo, es decir, puede que el cuerpo no digiera o procese concretamente un producto o uno de sus compuestos como podría suceder con la lactosa —ya que algunas personas no disponen de la enzima lactasa, que se encarga de digerirla—, lo cual genera ese malestar gastrointestinal tan conocido.
Este caso es paradigmático, pues la intolerancia a la lactosa —el azúcar— es un efecto metabólico, mientras que la alergia a la leche (realmente, a sus proteínas) es lo que se consideraría un efecto inmunológico.
¿Qué es una alergia?
Las alergias, que no sólo son alimentarias, se podrían sintetizar como el contacto de nuestro organismo con un alérgeno, entendiendo como alérgeno a esa sustancia que el organismo identifica como amenaza. Cuando esto sucede, se produce una ‘batalla’ donde el sistema inmunológico origina un proceso inflamatorio produciendo anticuerpos. En casos generales, las reacciones alérgicas suponen rojeces, erupciones, rinitis o asma, pero también edemas, problemas respiratorios, shocks anafilácticos o, en casos muy graves, la muerte.
Como es lógico, cuando hablamos de alergias alimentarias también sucede que se producen episodios de diarrea, vómitos, dolor abdominal o hinchazón, pero este parecido con la intolerancia no significa que sean lo mismo. Además, es frecuente que las alergias se manifiesten ya en los primeros años de vida, mientras que las intolerancias pueden desarrollarse más adelante. Esto no es una regla escrita o fija, pero sí una realidad que se da con más frecuencia. También, aunque depende del tipo de alimento, una persona puede dejar de ser alérgica o intolerante a algún alimento a lo largo de su vida.
Del mismo modo, existen dos tipos de alergias alimentarias, tal y como indica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Por un lado, las mediadas por anticuerpos IgE, que aparecen de forma rápida tras la exposición al alimento (menos de dos horas) y generan síntomas que van desde leves hasta muy graves. Estos anticuerpos tienen como misión neutralizar al compuesto ‘invasor’ que han identificado. Por eso, cuando tenemos este tipo de alergias y volvemos a probar esos alimentos, el cuerpo reacciona de la misma manera, generando estos anticuerpos.
El otro caso son aquellas en las que no median los anticuerpos IgE, que suelen aparecer con síntomas gastrointestinales entre las dos y las 48 horas posteriores a ingerir el alimento y su afectación es mucho menor que en el ejemplo anterior. En ambos casos —y esta diferencia con la intolerancia es sustancial— en las alergias siempre se corresponden a una reacción inmunológica.
Cómo se combaten intolerancias y alergias
Si bien es cierto que los caminos para convivir con una intolerancia o una alergia son parecidos. Evidentemente, aunque haya diferencias entre intolerancias y alergias, algunas vías van en el mismo sentido. En ambos casos se recomienda siempre eliminar de la dieta el alimento o compuesto que genere estas reacciones. De igual modo, se debe prestar además especial atención a la contaminación cruzada.
Más allá de esto, en los casos de alergia además suele haber diferentes fases para la adaptación de las alergias, aunque la erradicación del alimento es lo más práctico. No obstante, puede haber una inducción oral en busca de la tolerancia, consumiendo cantidades controladas del alimento en cuestión u ofrecerse inmunoterapia. También, como en otros casos de alergias no alimentarias, hay farmacoterapia que se aplica para interferir en la reacción inmunológica que provoca la alergia. En cualquier caso, todas estas decisiones han de depender del alergólogo.
Las diferencias principales entre intolerancia y alergia
Ahora que sabemos qué son realmente una intolerancia y una alergia, de dónde proceden, cómo se comportan o cómo atajarlas, conviene comprender que sigue habiendo una pequeña biblia de realidades para distinguir una alergia de una intolerancia. Si bien no son las únicas, sí son pautas comunes que permiten conocer un poco mejor ambos casos y su diferenciación.
- Las intolerancias son reacciones metabólicas; las alergias son reacciones inmunológicas.
- Las intolerancias no se manifiestan ante el contacto con el alimento, sólo con la ingesta. Las alergias sí pueden provocar una reacción con el simple contacto.
- Las intolerancias alimentarias generan reacciones gastrointestinales. Las alergias pueden generar reacciones mucho más amplias y potencialmente mortales.
- Las intolerancias no son potencialmente mortales; las alergias sí lo podrían ser.
- La gestión de una intolerancia la realizan endocrinólogos o médicos del aparato digestivo. La de una alergia es competencia del alergólogo.
- Las intolerancias más habituales se producen hacia determinados azúcares como fructosa, sacarosa o lactosa.
- Las alergias, por contra, están vinculadas a las proteínas de los alimentos. En este caso, las más frecuentes son las alergias a las proteínas de la leche, del huevo, del pescado y del marisco, de las legumbres y de los frutos secos. Tanto la alergia a las proteínas de la carne como a las proteínas de los cereales son menos frecuentes.