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¿Por qué es mejor ser una persona discreta?

Según Teresa Baró Catafau, experta en habilidades de comunicación, la discreción es el arte de saber estar

¿Por qué es mejor ser una persona discreta?

Una persona discreta | Unespash

La indiscreción tiene un gran problema: una vez que se dice algo imprudente, no hay marcha atrás. Las palabras tienen peso y no desaparecen con el viento, aunque se pidan disculpas, lo dicho, dicho está, explica la psicóloga Patricia Ramírez.

Ganarse la confianza de las personas es difícil, y ser alguien en quien otros puedan confiar requiere esfuerzo. Sin embargo, unas pocas palabras pueden destruir toda esa reputación. Una frase o una conducta mal gestionada puede cambiar drásticamente la opinión que los demás tienen de ti.

Según Ramírez, la prudencia implica mantener la confidencialidad sobre la información de otras personas y la propia, además de tener cuidado de no herir a otros con comentarios inapropiados.

Ser prudente significa comportarse con discreción, valorando las consecuencias de nuestros actos y palabras. Una persona prudente analiza el impacto de lo que dice o hace, mientras que una persona imprudente no evalúa ni considera las consecuencias de sus acciones.

Consecuencias de no ser discretos

En la era actual, con la constante exposición a la que estamos sometidos, la imprudencia es peligrosa. Puede arruinar una idea profesional, hacerte quedar en ridículo, hacerte perder un trabajo o incluso amistades.

Hace treinta años, la sociedad facilitaba más la discreción. Sin redes sociales, compartíamos información con menos gente y no teníamos acceso inmediato a las últimas noticias.

Hoy, el bombardeo de información y la exhibición en redes sociales facilitan la imprudencia y convierten lo que antes era privado en público.

Las nuevas generaciones, que crecen en este escaparate continuo, a menudo no distinguen entre lo que es adecuado compartir y lo que no.

Dado que es posible rastrear el contenido desde el primer tuit que publicaste hace años, es inteligente actuar con prudencia para no cerrarte puertas a ti mismo. Nadie quiere tener como compañero de trabajo o amigo a alguien que no mide sus palabras o acciones, añade Ramírez.

Cuando te rodeas de amigos y colegas prudentes y discretos, te sientes seguro y protegido. Puedes mantener relaciones de confianza y complicidad sin miedo a ser traicionado o expuesto.

La discreción: un arte según Baró

La discreción no es simplemente pasar desapercibido o ser invisible. Según Teresa Baró Catafau, experta en habilidades de comunicación, la discreción es el arte de saber estar, saber qué decir, cómo decirlo y, lo más importante, qué no decir.

La prudencia implica mantener la confidencialidad sobre la información de otras personas y la propia
La prudencia implica mantener la confidencialidad sobre la información de otras personas y la propia

Esta virtud está íntimamente relacionada con la prudencia, la sabiduría, la elegancia y la lealtad. De hecho, la discreción tiene dos vertientes cruciales: cómo gestionas tu propia imagen y cómo tratas la imagen de los demás.

Una persona con mucha visibilidad puede ser discreta y, al mismo tiempo, tener una presencia notable. La discreción es enemiga de la vulgaridad, del afán de protagonismo, del egocentrismo y de la ordinariez.

Ser discreto es una gran virtud porque te asegura la confianza de los demás e inspira respeto. Te permite proteger tu vida privada y la de los tuyos, y te otorga control sobre tu propia imagen, expone Baró.

Claves para ser una persona discreta

Ser discreto implica manejar la información y las situaciones con tacto y sensibilidad, evitando conflictos innecesarios y manteniendo la confianza de los demás. Patricia Ramírez aconseja seguir estas pautas para no ser una persona discreta:

  1. Evita las críticas: no participa en conversaciones donde se critica a otros, ni opina sobre personas ausentes. Si otros comienzan a criticar, simplemente dice: «Lo siento, me siento incómodo hablando de otras personas» y se retira de la conversación.
  2. Observa antes de hablar: se toma el tiempo para observar el contexto y a las personas presentes antes de hablar sobre temas delicados como religión, política o fútbol. Evita emitir juicios sin conocer las opiniones de los demás, ya que esto puede herir sensibilidades. Todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, pero siempre de manera prudente y sin juicios de valor.
  3. No es dicotómico: expresa sus opiniones, pero está abierto a las opiniones de los demás. No juzga si su punto de vista es el único correcto, sino que lo considera una postura más. La flexibilidad mental es clave para la prudencia.
  4. No revela secretos: nunca comparte secretos ajenos, incluso si confía plenamente en la discreción de sus amigos. Traicionar la confianza de alguien que ha confiado en ti es inaceptable.
  5. Mantiene la compostura: habla en un tono conversacional, gesticula con calma y se comporta con educación, sin tratar de llamar la atención de manera exagerada.
  6. Habla con conocimiento: no opina sobre temas que desconoce, reconociendo la importancia de estar bien informado antes de hablar.
  7. Pide permiso antes de dar consejos: no todos quieren recibir consejos no solicitados. Siempre pregunta antes de ofrecer su opinión o soluciones a los problemas de los demás: «¿Querrías saber qué haría yo en esta situación?», o «¿Quieres que te diga lo que opino?».
  8. Evita las groserías y chistes inapropiados: no utiliza lenguaje vulgar ni hace chistes de mal gusto, especialmente en ambientes formales donde pueden ser aún menos apropiados.
  9. No monopoliza la conversación: deja que otros participen, sabe escuchar y espera su turno para hablar.
  10. Respeta la privacidad en redes sociales: no comparte fotos, comentarios o historias de otras personas sin pedir permiso. Antes de compartir algo, siempre pregunta si la otra persona está de acuerdo. Lo que puede parecer normal para uno, puede no serlo para otro.
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