Cómo Morrison venció el síndrome del impostor y revolucionó el mundo de las zapatillas
No todos se atreven a perseguir sus sueños, y aquellos que lo hacen saben que el camino no siempre es fácil

Fundadores de Morrison | @precuenco
En un mundo donde el emprendimiento parece estar reservado para quienes cuentan con grandes inversiones o conexiones clave, la historia de Morrison destaca como un ejemplo de determinación y coraje. En 2016, Álvaro Patón, Álvaro Rodríguez y Pablo Recuenco decidieron fundar Morrison, una marca de zapatillas que ha logrado hacerse un hueco en el mercado y en el armario de muchos consumidores. Sin inversores iniciales ni una red de contactos que les allanara el camino, estos tres emprendedores apostaron por su visión y construyeron su sueño desde cero.
Un inicio sin garantías, pero con un propósito claro
Cuando Morrison nació, ninguno de los tres socios tenía experiencia en la industria del calzado ni contaba con los recursos económicos suficientes para lanzar una marca a gran escala. En aquel entonces, cada uno tenía su propio trabajo, lo que les obligaba a repartir su tiempo entre sus responsabilidades laborales y el desarrollo del proyecto. Las reuniones se realizaban en los pocos ratos libres que les quedaban, y la falta de financiamiento les obligó a encontrar soluciones creativas para avanzar. Sin embargo, lo que nunca les faltó fue la convicción de que podían lograrlo. “Tener nuestro propio negocio era algo que siempre habíamos soñado. Sabíamos que no sería fácil, pero tampoco imposible”, recuerdan.

La colaboración con Mahou: el punto de inflexión
El esfuerzo y la perseverancia dieron sus frutos cuando Morrison consiguió una colaboración con la cervecera Mahou, una alianza que les permitió ganar visibilidad y dar un gran paso adelante. Fue entonces cuando los tres fundadores tomaron una decisión crucial: dejar sus trabajos, mudarse juntos y dedicarse al 100% a su marca. «Antes de tirarse a la piscina, había que asegurarse de que hubiera agua», afirmaban. Y con Mahou como respaldo, sintieron que la piscina ya estaba lista para el salto. No obstante, con la decisión vinieron también los miedos y las dudas.
Sufrir el síndrome del impostor: «la clave estuvo en tomar acción»
El síndrome del impostor es un fenómeno común entre emprendedores y profesionales de diferentes ámbitos. Se trata de esa sensación de no ser lo suficientemente bueno, de pensar que el éxito ha sido fruto de la suerte y que, en cualquier momento, alguien descubrirá que no se es tan competente como se cree. Para Pablo Recuenco, este fue un obstáculo mental que tuvo que aprender a superar. “El 90% de los miedos que ocurren en nuestra cabeza nunca pasan en la realidad. Muchas veces no tomamos acción porque nos enfocamos en lo que podría salir mal: en que podemos perder dinero, en que nos pueden engañar o en que simplemente podemos fracasar. Y al final, nos quedamos quietos y no hacemos nada”, explica.
Un ejemplo claro de cómo el síndrome del impostor puede afectar a los emprendedores y las marcas lo encontramos también en Nike. Desde sus inicios, la compañía pasó por momentos de inseguridad. Su fundador, Phil Knight, en su libro Shoe Dog, describe cómo, en los primeros días de la marca, sentía que no estaba a la altura de los grandes competidores de la industria deportiva. En muchas ocasiones, Knight dudó si la marca realmente tenía lo necesario para competir con gigantes como Adidas o Puma. Esta sensación de no ser lo suficientemente capaz o preparado es una manifestación típica del síndrome del impostor, que afecta incluso a los más grandes visionarios. Sin embargo, con perseverancia, Nike logró posicionarse como un referente global, superando esas inseguridades iniciales.
El camino para superar ese miedo no fue fácil, pero la clave estuvo en tomar acción, algo que también Pablo Recuenco aprendió. «La mejor manera de superar el síndrome del impostor es dar el primer paso, exponerte y darte cuenta de que la mayoría de las veces no ocurre nada de lo que temías», comenta. Al igual que Knight con Nike, Pablo entendió que enfrentarse a esos miedos lo llevaba a una mejor versión de sí mismo. «Tantas veces me he enfrentado a situaciones que me daban miedo, y siempre he descubierto que al otro lado hay una mejor versión de mí mismo». Así, tanto en la experiencia de Nike como en el caso de Pablo, la clave fue actuar a pesar del temor y la duda, confiando en que la acción y la perseverancia llevarían al éxito.
La clave del éxito: determinación y valentía
Hoy en día, Morrison se ha consolidado como una marca reconocida, con un público fiel que valora la autenticidad y la calidad de sus zapatillas. Pero llegar hasta aquí no ha sido una cuestión de suerte, sino de trabajo constante y una gran capacidad para afrontar los miedos y los desafíos del emprendimiento. La historia de Morrison es la prueba de que el síndrome del impostor no tiene por qué ser un freno. Al contrario, reconocerlo y enfrentarlo puede ser el impulso necesario para alcanzar metas impensadas. «Los miedos y las dudas son normales, pero la acción es lo único que nos lleva al cambio«, concluyen los fundadores de Morrison. Y su trayectoria es un testimonio de ello.