«Para gestionar las emociones, debemos saber parar»: María Rojas nos da las claves
Cuando vamos sin pausa, el cuerpo acaba somatizando a través de afecciones que pueden perjudicar nuestra salud

Una mujer feliz | Canva
Vivimos en una sociedad donde la velocidad y la inmediatez marcan el ritmo de nuestras vidas. El día a día se llena de exigencias, estímulos constantes y una sensación de urgencia que, muchas veces, nos impide detenernos a reflexionar. En este sentido, la doctora Marian Rojas destaca la importancia de aprender a frenar como una habilidad esencial para el bienestar, la toma de decisiones y la conexión con uno mismo. ¿Qué sucede cuando no nos damos ese espacio? ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio en medio del frenesí?
La trampa de la hiperactividad constante
Seguramente, en más de una ocasión, te has encontrado leyendo un texto y has tenido que releer el mismo párrafo una y otra vez sin lograr concentrarte. O quizás has estado en una conversación con amigos y, de repente, te das cuenta de que no has escuchado nada de lo que se ha dicho en los últimos minutos. Incluso, puede que hayas ido a la playa o a la montaña buscando tranquilidad, pero en lugar de sentirte en paz, te has notado inquieto y con cierta ansiedad. Estos son signos de que tu mente no sabe descansar adecuadamente. La capacidad de prestar atención se ve comprometida, la concentración se vuelve más difícil y la irritabilidad aumenta. En estos estados, cualquier estímulo puede resultar perturbador, la paciencia disminuye y las emociones se desbordan con facilidad. Vivir con esta sensación de agotamiento mental afecta nuestro bienestar general y nuestra calidad de vida.

Según Marian Rojas, nuestra sociedad nos ha llevado a un ritmo de vida frenético. Nos hemos acostumbrado a no detenernos, a estar en constante movimiento, a llenar cada minuto con actividades, trabajo, redes sociales, compromisos y distracciones. Creemos que estar ocupados todo el tiempo es sinónimo de productividad y éxito, pero en realidad, muchas veces es una manera de evitar enfrentarnos a nuestras propias emociones. Mantenerse en una actividad continua puede funcionar como una forma de anestesia emocional. Sin darnos cuenta, usamos el hacer como un escape para no sentir frustración, ansiedad, miedo, estrés o preocupaciones. Pero este mecanismo no es sostenible a largo plazo. El agotamiento llega tarde o temprano, y con él, una mayor dificultad para relajarse y recuperar el equilibrio emocional.
La necesidad de encontrar la calma
Marian Rojas señala que no se trata de abandonar nuestras actividades o renunciar a nuestros objetivos, sino de incorporar pausas conscientes en nuestra rutina. Es crucial brindar a la mente el tiempo necesario para descansar, asimilar la información y ganar claridad. Adoptar un ritmo de vida más equilibrado favorece la armonía entre cuerpo y mente, lo que impacta de manera positiva en nuestra salud física y emocional. Para lograrlo, existen diversas estrategias que nos ayudan a detenernos y reconectar con nosotros mismos, entre ellas:
- Practicar la atención plena: la meditación y el mindfulness nos ayudan a estar presentes en el momento actual y a reducir la ansiedad.
- Desconectar de las pantallas: pasar demasiado tiempo en dispositivos electrónicos mantiene a la mente en constante estímulo y dificulta el descanso mental.
- Pasar tiempo en la naturaleza: el contacto con entornos naturales tiene un efecto calmante y ayuda a reducir el estrés.
- Escuchar las señales del cuerpo: el cansancio, la tensión y la irritabilidad son indicadores de que necesitamos una pausa.
- Establecer límites saludables: decir «no» a compromisos innecesarios nos permite tener más tiempo para nosotros mismos.
El equilibrio como clave del bienestar
Marian Rojas enfatiza que, para mejorar nuestra calidad de vida, es esencial aprender a administrar tanto nuestra energía como nuestra atención. No se trata de hacer más, sino de hacer las cosas de manera más eficiente, enfocándonos en lo realmente importante y reservando tiempo para la calma. Cuando permitimos que nuestra mente descanse, fortalecemos nuestra capacidad de concentración, tomamos decisiones más acertadas y experimentamos una mayor conexión con nuestras actividades.