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La paradoja de la felicidad: por qué buscarla a toda costa te hace infeliz, según la ciencia

Empeñarse en determinadas metas no tangibles puede desencadenar estrés y frustración

La paradoja de la felicidad: por qué buscarla a toda costa te hace infeliz, según la ciencia

Una mujer triste con el teléfono móvil. | ©Freepik.

Decía Forrest Gump, interpretado por el actor Tom Hanks en la película homónima, todo un exitazo del cine de los años noventa, que «la vida es como una caja de bombones: nunca sabes cuál te va a tocar». Solo que lo que sucede con el bueno de Forrest puede ser algo más que ficción. Sobre todo tras esa inocencia que le caracterizaba, quizá millones de personas que deciden intentar elegir, como podríamos decir, el mejor bombón de la caja. Algo así, también, si seguimos con el mundo de la cultura, podemos trasladar al poeta victoriano William Ernest Henley en su famoso poema Invictus: «Soy el amo de mi destino / Soy el capitán de mi alma». Dos referencias que adaptamos al siglo XXI para hablar de felicidad. O de infelicidad. O de cómo esforzarte en perseguir la felicidad provoca el efecto contrario.

Precisamente, la conclusión a la que ha llegado el departamento de Psicología de la Universidad de Toronto Scarborough, en Canadá, para explicar lo que han denominado como «la paradoja de la felicidad». En palabras de Sam Maglio, coautor del estudio y profesor de Marketing en el citado centro, se produce un fenómeno que concluye que «intentar ser más felices nos acaba haciendo realmente menos felices».

No es, no obstante, un trabajo exclusivo, sino la prueba palpable de numerosa literatura científica acumulada durante la última década que, en este caso, busca encontrar el porqué. Es decir: la insatisfacción y posterior infelicidad vital que supone para las personas la búsqueda perpetua de ese bienestar. Lo que en inglés se conoce como snowball effect o efecto bola de nieve y que en castellano suena mucho mejor con un clásico como ‘la pescadilla que se muerde la cola’.

Qué es la paradoja de la felicidad: por qué pretender ser felices a toda costa nos hace infelices

«Decides intentar sentirte más feliz, pero ese esfuerzo merma tu capacidad para hacer las cosas que te hacen más feliz», indicaba Maglio. En este sentido, parte de los hallazgos de la investigación, reforzada por la que Maglio y su colaboradora Aekyoung Kim, de la Universidad de Sídney, acabaron comprobando que parte del problema –y la solución– está en el tiempo.

O en la falta de él, para ser más exactos. De esta manera, Maglio y Kim han llegado a la conclusión de que las personas que intentan ser más felices de manera obsesiva empiezan a sentir que les falta tiempo. Aumentan así sus niveles de estrés y, por tanto, acaban siendo más infelices.

Un efecto perverso, sin duda. Ante ello, indican, tiene que ver con una de las primeras realidades de la salud mental. Que no es otra que la inversión que hacemos de ésta para perseguir la felicidad. «El inicio es que la búsqueda de la felicidad exige recursos mentales. En lugar de dejarse llevar por la corriente, las personas intentan hacerse sentir de otra manera», apunta.

La fatiga y la frustración: camino a las recompensas del corto plazo

De tal modo, la fatiga que se genera de ese esfuerzo por ir contracorriente, ya sumado al resto de obligaciones, es lo que va minando la resistencia de esta batalla contra el tiempo. En cierto modo, casi volviendo a los referentes clásicos, podría ser parecido al mito de Sísifo. Es decir, a esa obligación de subir perpetuamente una enorme piedra como prueba de esfuerzo incesante del hombre. Algo sobre lo que volvería el existencialista escritor francés Albert Camus a principios del siglo XX.

El resumen del estudio explica, por ejemplo, que atesorar felicidad o querer acumularla es agotador. «Cuando la gente la considera del mismo modo que el dinero, como si fuera algo tangible e inherente que se puede reunir y acaparar», indica Maglio. Publicado en la revista científica Applied Psychology: Health and Well-Being, la persecución eterna de la felicidad «merma la capacidad de autocontrol y la fuerza de voluntad».

Cuando sucede esto, somos más sensibles a las tentaciones y a tomar decisiones autodestructivas. Lo irónico es que, a pesar de suponer compensaciones cortoplacistas, nos hacen menos felices a largo plazo. Algo largamente trabajado en la respuesta dopaminérgica de la recompensa inmediata y su vinculación al estrés.

¿Cómo medir la infelicidad? ¿Cuál es el desgaste de querer ser felices a toda costa?

El trabajo publicado se ha basado en una serie de encuestas a varios centenares de personas. Entre las conclusiones, lo que han comprobado, es que las personas que a diario más se esforzaban en ser felices tenían menos autocontrol en la vida cotidiana. En este sentido, Maglio y Kim interpretaron que esta causalidad obedecía a que la búsqueda de la felicidad y el autocontrol competían. ¿En qué? Concretamente en la misma fuente de energía mental, la cual consideran finita.

Por eso, las encuestas luego contaron con otra ronda de preguntas en la que invitaban a los participantes a que clasificasen listas de objetos. De tal modo, cuanta más gente decía buscar la felicidad, constataron que menos gente se dedicaba a esa ‘tarea’. Algo que también comprobaron con un experimento condicionado. En él utilizaron anuncios que incluían la palabra felicidad, testando si la gente intentar ser más feliz solo con verla.

Tras ello, se les ofrecía un bol con bombones, pudiendo comer tantos como quisieran y se les pidió que clasificaran el sabor. Lo curioso fue consideran que las personas con más autocontrol, comerían menos bombones. Justo lo que sucedió, pues comprobaron que aquellos que habían visto el anuncio de la felicidad comieron más. No era, no obstante, la única forma de analizarlo.

En el estudio final, presentaron dos grupos de control. A uno se le pidió elegir una opción que mejorase su felicidad. El otro solo tenía que elegir lo que mejor le apeteciera en función de sus preferencias. Tras ello, debían repetir una tarea mental que medía su autocontrol. El resultado que las personas que eligieron la opción de la felicidad abandonaron antes la tarea, considerando así los investigadores que tenían menos recursos mentales de mantener la tarea.

¿Es un error perseguir la felicidad?

Puede que esta sea la pregunta más complicada de todas. ¿No perseguir la felicidad es darse por vencido? Lo que opina Maglio es que conviene «no intentar ser superfeliz todo el tiempo». La perspectiva del estudio parte así de una visión algo estoicista sobre el querer acumular la felicidad o vivir en un estado perpetuo de ella. «En lugar de intentar conseguir más cosas para ser más feliz, fíjate en lo que ya puedes tener y acéptalo como algo que te proporciona felicidad», advertía. También, algunos estudios, apuntan a cómo el reflejo de las redes sociales puede alimentar esa insatisfacción.

En este sentido, se pueden encontrar elementos de la filosofía occidental basada en el carácter estoico, también al alza. De la misma manera, se puede vincular con elementos de las culturas orientales, especialmente japonesa. Como sucede con el ikigai, del que ya te hemos hablado en THE OBJECTIVE y que tiene ver que con sentirse realizado.

Por esta razón, abunda la teoría que incide en la búsqueda de la felicidad como propia de las sociedades occidentales y su búsqueda como algo extenuante. De tal modo, algunos trabajos invitan a reemplazar el concepto de felicidad por algo más equilibrado y sostenible como el contentamiento. Esto, no obstante, no apunta a la conformidad, sino más a un nivel de agradecimiento al que llegar en la medida de lo posible para que el intento de ser feliz a toda costa no resulte abrumador.

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