El miedo a viajar existe: se llama hodofobia y estos son sus síntomas cuando aparece
Lo que, a priori, es un perpetuo placer, para algunas personas puede llegar a convertirse en toda una tortura

Un hombre sentado en un avión. | ©Freepik.
Viajar se presenta muchas veces como una de las grandes recompensas de la vida moderna. Unos días fuera de casa, en un destino nuevo, suelen asociarse con descanso, descubrimiento y disfrute. Para muchas personas, planear unas vacaciones o una escapada supone una ilusión tan potente como el propio viaje. No obstante, puede ser un suplicio para algunos: aquí es donde entra la hodofobia.
Moverse por el mundo también se vende como una forma de crecer, abrir la mente y relativizar los problemas cotidianos. De hecho, no son pocos quienes consideran viajar una herramienta casi terapéutica, una vía de escape frente al estrés o la rutina. Visitar nuevas culturas o simplemente desconectar del entorno habitual se asocia a menudo con bienestar emocional.
Sin embargo, este relato no encaja con la experiencia de todo el mundo. Para algunas personas, la sola idea de salir de casa, de alejarse de su zona de confort o de enfrentarse a los imprevistos que implica un viaje puede suponer una auténtica angustia. Si esto te ocurre, no estás solo: el miedo a viajar existe y tiene nombre.
Qué es la hodofobia o miedo a viajar
La hodofobia es un tipo específico de fobia que se refiere al miedo intenso y persistente a viajar. No se trata simplemente de estar nervioso antes de un vuelo o de sentir algo de ansiedad en un entorno desconocido. Es un temor desproporcionado que puede provocar ataques de pánico, evitar sistemáticamente los desplazamientos e incluso afectar a la vida profesional o social de quien lo sufre.
Aunque no está recogida como trastorno independiente en los manuales diagnósticos psiquiátricos más comunes, sí se considera un tipo de fobia específica. Puede aparecer en personas sin antecedentes de otros trastornos mentales, aunque también puede coexistir con cuadros de ansiedad generalizada, agorafobia o trastorno de estrés postraumático. Lo importante es que no es una simple manía o rareza, sino una respuesta emocional intensa que merece atención clínica.
El origen de la hodofobia puede ser diverso. A veces surge tras una experiencia traumática relacionada con un viaje: un accidente, un robo, una enfermedad lejos de casa. En otros casos, el miedo aparece sin un detonante claro, pero se intensifica con el tiempo. También puede deberse a factores más sutiles, como un alto nivel de autoexigencia o temor a perder el control en un entorno desconocido.
Síntomas y su afectación a la vida cotidiana
Los síntomas varían, pero suelen incluir palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, mareo o necesidad urgente de huir de la situación. Algunos sienten pánico al pensar en volar; otros, al tener que conducir largas distancias o depender del transporte público. Hay quienes no temen al trayecto en sí, sino a alejarse de su hogar, su rutina o sus personas de referencia.
Lo que convierte la hodofobia en un obstáculo importante es que interfiere con una actividad que, socialmente, se da por placentera y deseable. A menudo, las personas que la padecen se sienten incomprendidas, ridiculizadas o incluso culpables por no poder disfrutar como los demás. Este estigma añadido no hace sino aumentar el sufrimiento.
Cómo afrontar la hodofobia
En primer lugar, es importante distinguir entre hodofobia y agorafobia. Aunque pueden compartir ciertos síntomas, la hodofobia se centra en el miedo al acto de viajar, mientras que la agorafobia suele implicar el temor a estar en lugares donde escapar sea difícil. Esto permite entender mejor que no todas las personas que temen viajar lo hacen por los mismos motivos ni requieren el mismo tipo de intervención. Algo de lo que te hemos hablado previamente en THE OBJECTIVE al tratar la salud mental.
Afrontar la hodofobia no es sencillo, pero sí posible. La clave está en reconocer que se trata de un problema legítimo y que existen recursos eficaces para abordarlo. La terapia cognitivo-conductual es una de las más utilizadas, ya que permite identificar pensamientos distorsionados y trabajar la exposición gradual al estímulo temido. También se recurre, en ocasiones, a técnicas de relajación o mindfulness que ayudan a gestionar la ansiedad.
En casos más severos o persistentes, puede ser necesaria la intervención psiquiátrica. La medicación ansiolítica o antidepresiva, siempre bajo supervisión médica, puede ser un apoyo útil en determinadas fases del tratamiento. En todo caso, el acompañamiento debe ser individualizado y guiado por profesionales de la salud mental con experiencia en fobias específicas.
Existen además otras vías complementarias que pueden resultar beneficiosas, como la psicoeducación, el trabajo con grupos de apoyo o el uso de simulaciones controladas. Algunas personas encuentran útil empezar por pequeños desplazamientos, planificados con antelación y con elementos que aporten seguridad. Lo fundamental es avanzar a un ritmo asumible, sin forzar etapas.