La ciencia ha comprobado qué puede acelerar la demencia: los telómeros cortos
Diversas investigaciones han constatado la reducción en este marcador como un posible indicio del deterioro cognitivo

Un anciano con párkinson toma su medicación. | ©Freepik.
Vivimos más años que nunca, pero eso no significa que siempre mejor. En las últimas décadas, la esperanza de vida ha aumentado de forma sostenida en muchas partes del mundo, especialmente en Europa y, particularmente, en países como España. Sin embargo, el envejecimiento conlleva nuevos retos para la salud pública, y uno de los más inquietantes es el aumento de los casos de enfermedades neurodegenerativas. El alzhéimer, el párkinson y distintos tipos de demencia representan esa punta de lanza que amenazan el bienestar de las personas mayores y sus familias.
Estas enfermedades no solo deterioran la calidad de vida de quienes las padecen, sino que además generan una enorme carga emocional, social y económica. A pesar de los avances médicos, seguimos sin comprender del todo por qué se desencadenan ni cómo detenerlas una vez aparecen los primeros síntomas. Por eso, cada nuevo hallazgo sobre los mecanismos que podrían estar implicados en el deterioro cognitivo representa una valiosa pista en la lucha contra estas patologías.
En este contexto, la ciencia ha puesto el foco en un elemento hasta hace poco relegado a estudios genéticos especializados: los telómeros. Se trata de una suerte de capuchones en los extremos de los cromosomas que parecen tener mucho que decir sobre el envejecimiento celular y, ahora lo sabemos, sobre la salud cerebral.
Qué son los telómeros cortos
Los telómeros son estructuras formadas por secuencias repetitivas de ADN que protegen los extremos de nuestros cromosomas. En cierta manera, muy coloquial, son como las puntas de plástico que impiden que se deshilachen los cordones de los zapatos. Con cada división celular, los telómeros se acortan de manera natural, marcando el paso del tiempo biológico en nuestro organismo. Este proceso es parte del envejecimiento normal, pero también puede acelerarse debido a ciertos factores externos e internos.

Cuando los telómeros se acortan demasiado, la célula entra en senescencia o muere, lo que afecta a tejidos y órganos. La ciencia ya había vinculado este fenómeno con enfermedades cardiovasculares y distintos tipos de cáncer. Sin embargo, investigaciones recientes como las publicadas en Alzheimer’s Research & Therapy y por el British Medical Journal Group han confirmado una conexión directa entre telómeros cortos y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, en particular la demencia.
Estudios realizados sobre grandes poblaciones han demostrado que las personas con telómeros más cortos en los glóbulos blancos tienen hasta un 14% más de probabilidades de desarrollar alzhéimer. También se ha observado una asociación con el párkinson y con otros tipos de deterioro cognitivo leve. Estos, de hecho, son en muchos casos puede ser un estadio previo a la demencia. No obstante, el hallazgo no implica que los telómeros cortos causen directamente estas enfermedades. Lo cual no quita que sí los convierta en un potente indicador del estado de salud del cerebro.
¿Puedo proteger mis telómeros ante la demencia?

La longitud de los telómeros está influida en parte por la genética, pero también por nuestros hábitos de vida. Fumar, llevar una dieta pobre en nutrientes, sufrir estrés crónico o dormir poco son factores que se han relacionado con un acortamiento más rápido de los telómeros. Por el contrario, ciertos comportamientos saludables parecen protegerlos o, al menos, ralentizar su desgaste. Es decir, todo lo que se pueda traducir como un envejecimiento más lento y, por tanto, una menor predisposición al deterioro cognitivo.
Practicar ejercicio físico moderado y regular es uno de esos pilares. También lo es la alimentación, evidentemente. Seguir una dieta rica en frutas, verduras y ácidos grasos saludables está estrechamente ligado a una mejora general de nuestra salud. No obstante, lo que nos ‘rodea’ también importa: mantener vínculos sociales activos son estrategias que han demostrado beneficios tanto para la salud cardiovascular como para la cerebral. De ellos, de hecho, te hemos hablado en varias ocasiones en THE OBJECTIVE.
Dormir entre siete y ocho horas y reducir el estrés mediante técnicas como la meditación o el yoga también puede tener un impacto positivo sobre la longitud de los telómeros. Aunque no se puede frenar por completo el paso del tiempo, sí parece posible influir en cómo envejecemos a nivel celular.
En un mundo donde la longevidad ya no es una rareza, vivir más tiempo con buena salud se convierte en el verdadero objetivo. Y si cuidar de nuestros telómeros puede ayudarnos a prevenir o retrasar enfermedades como la demencia, merece la pena incorporar esos pequeños cambios que, sumados, pueden marcar una gran diferencia. Aún queda mucho por investigar. Sin embargo, las evidencias actuales permiten actuar con una hoja de ruta clara: vivir bien es, también, una cuestión de ciencia.