El estrés en redes sociales también entiende de género: por qué les afecta más a ellas
Las adolescentes del estudio percibirían de manera más directa la perpetuación de roles tradicionales de género

Una adolescente con el teléfono móvil. | ©Freepik.
Aunque a menudo se tiende a pensar que el vínculo entre redes sociales y salud mental es un fenómeno reciente, lo cierto es que su influencia lleva años siendo objeto de estudio. Plataformas como Instagram y TikTok, convertidas en espacios clave para socializar, expresarse y consumir contenido, también actúan como escenarios donde se construyen modelos de éxito, belleza o aceptación. Esta exposición constante a patrones idealizados puede tener un impacto emocional profundo, especialmente en quienes aún están formando su identidad.
El estrés derivado del uso de redes sociales no debe minimizarse. Especialmente entre adolescentes, una etapa vital marcada por la búsqueda de validación y pertenencia, la presión que se ejerce desde estos entornos puede llegar a ser asfixiante. Las redes no solo amplifican comparaciones, sino que convierten cada imagen, cada ‘me gusta’ o cada historia en una forma de exposición pública.
El papel de TikTok e Instagram como plataformas donde se moldea parte del bienestar emocional juvenil es evidente. Más allá del entretenimiento, lo que se muestra y lo que se espera recibir a cambio –reacciones, aprobación, popularidad– puede convertirse en una fuente constante de ansiedad. No se trata de demonizar las redes, sino de entender sus mecanismos para gestionarlas mejor.
Instagram y TikTok, a examen sobre el estrés en redes sociales
Un reciente estudio llevado a coro por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Universidad Pompeu Fabra, que vio la luz en la publicación científica Revista de Comunicación ha puesto el foco sobre el estrés en redes sociales, analizando específicamente los efectos de Instagram y TikTok en el bienestar emocional de adolescentes. La investigación ha contado con la participación de unos 1.000 jóvenes españoles, con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años, y ha buscado indagar cómo estas plataformas influyen de forma distinta según el género.
En cuanto al uso de ambas redes, más del 70 % de los participantes son usuarios activos de TikTok, y cerca del 64 % utilizan Instagram. A través de una escala del 1 al 5, valoraron cómo estas redes afectan a distintas dimensiones de su vida, desde la capacidad de expresión personal hasta la pertenencia al grupo, pasando por el bienestar emocional. En la mayoría de los casos, los adolescentes perciben un impacto moderado: no lo consideran claramente negativo, pero tampoco netamente positivo.
El aspecto donde se aprecia una diferencia más marcada entre chicos y chicas es precisamente en la dimensión del bienestar psicológico. Las chicas puntuaron esta dimensión con una media de 2,99 sobre 5, mientras que los chicos lo hicieron con un 3,13. Esta diferencia, aunque no muy grande, sí es estadísticamente significativa, y apunta a una mayor afectación emocional entre las chicas. En las demás dimensiones analizadas, las puntuaciones fueron similares entre ambos géneros, lo que refuerza la idea de que el malestar emocional derivado del uso de redes sociales se manifiesta con mayor intensidad en las adolescentes.
La conclusión: más exposición, más riesgo
Una de las principales conclusiones del estudio es que las chicas hacen un uso más intensivo de Instagram y TikTok que los chicos. Esta mayor frecuencia de uso tiene implicaciones importantes, ya que conlleva una exposición más constante a contenidos visuales, interacciones y dinámicas que pueden afectar al bienestar psicológico. Las investigadoras señalan que, en este contexto, las chicas sienten con más intensidad el efecto de estar sometidas a la mirada de los demás. No es una cuestión menor, ya que también se estima que al pasar más de dos horas diarias en la app se aumentan las conductas de riesgo, algo de lo que ya hemos hablado en THE OBJECTIVE.
No obstante, este fenómeno no se reduce solo a un tema de cantidad de tiempo, sino a la forma en que se experimentan las redes. Las adolescentes se enfrentan con mayor frecuencia a una presión relacionada con su imagen, especialmente en lo que respecta a su aspecto físico. Esta presión implica también una necesidad más frecuente de validación externa, expresada en forma de likes, comentarios o visualizaciones.

Según los resultados, esta combinación de exposición y presión constante acaba teniendo un impacto emocional significativo. Aunque no se puede afirmar que las redes sociales sean en sí mismas el origen del malestar, sí actúan como un entorno donde se amplifican ciertas inseguridades. La demanda constante de mostrar una versión idealizada de una misma genera estrés y, con el tiempo, puede erosionar la autoestima.
Ante el espejo: la batalla contra el algoritmo y los roles tradicionales
Otro punto destacado del estudio es la percepción crítica que muchos adolescentes tienen del funcionamiento del algoritmo de TikTok. Los jóvenes participantes consideran que este sistema de recomendación no es neutral: tiende a reforzar ciertos contenidos en función del género del usuario. En el caso de las chicas, los temas más promovidos están relacionados con moda, belleza y estética. Esto refuerza la idea de que deben cuidar su imagen constantemente para encajar.

Por su parte, los chicos reciben más contenidos relacionados con deporte, videojuegos y retos. Esta diferencia en los temas sugeridos contribuye a mantener los roles tradicionales de género. Así, mientras las chicas son empujadas hacia la autoimagen y la apariencia, los chicos lo están hacia la competencia, la fuerza o el rendimiento. Aunque las plataformas no lo hagan de forma intencionada, los algoritmos acaban consolidando estos patrones.
Los adolescentes participantes son conscientes de estas dinámicas y muestran una actitud crítica ante ellas. Reconocen que los contenidos que consumen y que las propias plataformas les sugieren afectan a cómo se ven y cómo creen que deben comportarse. Esta percepción pone sobre la mesa la necesidad de una alfabetización digital más sólida, que permita a los jóvenes comprender cómo funcionan estos entornos y qué herramientas tienen para proteger su bienestar emocional.