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La razón por la que nuestras pesadillas son recurrentes: estas son las más comunes

Persecuciones, caídas al vacío, catástrofes… La forma en la que soñamos no nos hace distintos, más bien nos unifica

La razón por la que nuestras pesadillas son recurrentes: estas son las más comunes

Un hombre desvelado tras una pesadilla. | ©Freepik.

Te despiertas sobresaltado. Otra vez. Miras al techo, intentas controlar la respiración y sientes ese sudor frío resbalando por la espalda. Durante unos segundos no sabes si sigues dentro del sueño o has logrado escapar de él. Todo se parece demasiado a las noches anteriores. En tu mente aún se proyecta esa escena, con los mismos personajes, las mismas sombras, las mismas emociones agobiantes. No necesitas más pistas: has vuelto a tener esa pesadilla. La misma de siempre.

No sabes por qué ocurre, pero algo en ti reconoce el patrón. Es como si tu cerebro repitiera una obra con el mismo guion noche tras noche. A veces cambian los detalles, pero el argumento es idéntico. Una caída infinita, la sensación de persecución, una figura familiar que te ignora o, peor aún, te juzga… Al despertar, piensas en todo lo que leíste alguna vez sobre sueños: traumas, deseos reprimidos. Y ahí aparece Freud, ese invitado incómodo que insiste en buscar en tu subconsciente razones ocultas para tu angustia nocturna.

Lo cierto es que no estás solo. Según los expertos, las pesadillas afectan a una buena parte de la población. Se estima que hasta un 8% de los adultos las sufren, mientras que el porcentaje crece en la población infantil hasta el 20%. Son un fenómeno común y compartido. Lo que soñamos puede parecer muy personal, pero en realidad muchos tenemos terrores nocturnos similares. Como si nuestras mentes, a pesar de nuestras diferencias, hablaran un mismo idioma cuando caemos dormidos. Y ese idioma tiene acentos universales: miedo, ansiedad, culpa, pérdida. Lo que cambia es el decorado del sueño, no su núcleo emocional.

Entendiendo las pesadillas: qué son realmente

Las pesadillas son sueños intensos cargados de emociones negativas que suelen provocar un despertar brusco. Su contenido es angustiante y, en muchas ocasiones, guarda relación directa con los miedos o tensiones del día a día. Se diferencian de los malos sueños en que interrumpen el sueño, dejando una huella más profunda en la memoria. Su aparición está vinculada con la fase REM, cuando la actividad cerebral es más intensa y se producen los sueños más vívidos, como explican desde la Universidad de Harvard.

Diversas situaciones pueden favorecer su aparición: el estrés crónico, el consumo de ciertos medicamentos, dormir en ambientes muy calurosos, tener horarios irregulares de sueño o abusar del alcohol. También influyen los trastornos de salud mental, como la ansiedad o la depresión. Incluso los hábitos aparentemente inofensivos, como ver contenido perturbador antes de dormir, pueden sembrar las semillas de un mal sueño. El cuerpo descansa, pero la mente no desconecta del todo.

No hay una explicación única sobre por qué se producen las pesadillas, indican desde Sleep Foundation. Tampoco existe una fórmula infalible para evitarlas. Se ha observado que son más frecuentes en la infancia y adolescencia, y que tienden a disminuir con la edad. Sin embargo, pueden aparecer en cualquier etapa de la vida. Y cuando lo hacen de forma recurrente suelen compartir elementos con las pesadillas de otras personas. Soñar que se cae, que se huye de algo o que se está atrapado son experiencias sorprendentemente comunes.

Las pesadillas más recurrentes

Una imagen de un niño durmiendo
Entre la población infantil, las pesadillas pueden alcanzar al 20% de los menores. | Freepik.

Entre las pesadillas más habituales destacan algunas que parecieran calcadas de un catálogo universal: caer al vacío, quedarse sin dientes, estar desnudo en público o ser perseguido por alguien que no se logra ver con claridad. También es muy frecuente soñar con la muerte de seres queridos, con accidentes de tráfico o con la sensación de no poder gritar ni moverse. Lo llamativo es que, aunque los escenarios cambien, las emociones que despiertan son muy similares: vulnerabilidad, vergüenza, pánico. No es un tema menor. Especialmente, si tenemos en cuenta que la Sociedad Española del Sueño estima que un 30% de la población duerme mal. Algo de lo que ya hemos alertado antes en THE OBJECTIVE.

Detrás de estos sueños repetitivos suele haber patrones emocionales o conflictos no resueltos. La mente, al no encontrar solución durante el día, vuelve a presentarlos de noche de forma simbólica. La presión laboral, una relación conflictiva, el miedo al fracaso o la culpa por decisiones pasadas pueden colarse en nuestras noches disfrazados de monstruos o situaciones límite. Las pesadillas, en ese sentido, funcionan como una especie de válvula de escape para tensiones que no se expresan de forma consciente.

Para intentar romper con esta dinámica, hay algunas estrategias que pueden ayudar: establecer rutinas de sueño, reducir la exposición a pantallas antes de dormir o practicar técnicas de relajación como la meditación, por ejemplo. En casos más graves, la terapia psicológica puede aportar herramientas para abordar lo que está en el origen de los sueños. En especial, la terapia cognitivo-conductual aplicada al sueño ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de pesadillas recurrentes. Porque aunque no podamos evitar soñar, sí podemos aprender a dormir mejor.

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