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Qué son los perfiles del sueño y cómo vinculan nuestro descanso y nuestra salud mental

La forma en la que nuestro descanso se ve afectado por nuestros hábitos es crucial para mejorar su calidad

Qué son los perfiles del sueño y cómo vinculan nuestro descanso y nuestra salud mental

Un hombre despertándose por la mañana. | ©Freepik.

Hablar de bienestar sin mencionar el sueño es como analizar la salud cardiovascular sin tener en cuenta la alimentación. Dormir ocupa, o debería ocupar, un tercio de nuestra vida, y sin embargo, con frecuencia se relega a un segundo plano frente a otras rutinas saludables. Este descuido, del que hablamos a menudo en THE OBJECTIVE, tiene consecuencias: numerosos estudios señalan que una mala calidad del sueño no solo empeora nuestra energía o concentración diaria, sino que agrava múltiples patologías físicas y mentales.

El descanso nocturno no es únicamente una cuestión de duración. Cada persona tiene una relación distinta con el sueño: hay quien se duerme con facilidad pero se despierta varias veces, quien necesita ayudas externas para conciliarlo o quien, a pesar de dormir bien, sufre fatiga y desánimo al despertar. Comprender cómo dormimos puede ofrecernos pistas valiosas para mejorar nuestra salud, ya que el sueño actúa como un termómetro silencioso de nuestro equilibrio emocional y físico.

Precisamente por eso, identificar nuestro perfil de sueño se convierte en un paso clave para cuidar nuestro bienestar de forma más precisa. No todos dormimos mal por las mismas razones ni descansamos igual con las mismas rutinas. Al punto de que un estudio canadiense ha querido indagar en cómo dormimos y en cómo nuestros hábitos nocturnos influyen, por lo que encontrar estrategias más efectivas para mejorar nuestro bienestar a través de los perfiles del sueño es relevante.

La teoría detrás de los perfiles del sueño

La idea de los perfiles de sueño parte de un estudio liderado por la neurocientífica Valeria Kebets, de la Universidad Concordia de Montreal, en Canadá. El objetivo era adoptar un enfoque más amplio sobre el descanso nocturno, más allá de clasificaciones simplistas como duermes bien o duermes mal. Para ello, analizaron siete factores relacionados con el sueño como la satisfacción percibida, el uso de ayudas para dormir o la facilidad para conciliar el sueño. A ello sumaron otras 118 variables adicionales, entre ellas el estado emocional, el consumo de sustancias o la capacidad cognitiva. El estudio se realizó con 770 adultos jóvenes en EE. UU. y combinó pruebas cognitivas, encuestas sobre el sueño e imágenes cerebrales.

Cuáles son estos perfiles del sueño

De ese cruce de datos surgieron cinco perfiles diferenciados. El primero, denominado «sueño alterado y salud mental deteriorada», agrupa a quienes sufren insomnio frecuente, baja satisfacción con su descanso y mayor tiempo para quedarse dormidos. Estas personas también presentaban mayores niveles de ansiedad, depresión, ira o miedo. A nivel cerebral, mostraban una conectividad reducida entre las áreas que gestionan la atención y las que permiten reflexionar sobre uno mismo. De tal modo, podría explicar su tendencia a quedarse atrapadas en pensamientos internos, sin lograr desconectar.

El segundo perfil, en cambio, es el de quienes tienen un buen sueño a pesar de presentar una peor salud mental. Especialmente en lo relacionado con la atención. Se les denomina resilientes al sueño, porque, aunque muestran ciertos indicadores emocionales negativos, estos no parecen afectar a la calidad de su descanso. Este grupo no compartía las alteraciones cerebrales del primer perfil. Por este motivo, que sugiere que los problemas de sueño no siempre están ligados al estado mental de forma directa.

Los tres perfiles restantes también ofrecen pistas relevantes. El tercero, asociado al uso de ayudas para dormir –desde infusiones hasta fármacos–, mostraba una peor memoria y una menor capacidad para interpretar emociones ajenas. No se explica el porqué, pero probablemente por alteraciones en zonas cerebrales implicadas en la visión, el recuerdo y la empatía. El cuarto perfil, definido por dormir menos de siete horas, se relacionaba con peores resultados en pruebas de lenguaje, procesamiento emocional y habilidades sociales. Además de un aumento de la agresividad. Por último, el quinto grupo, caracterizado por despertares frecuentes durante la noche, también mostraba un sueño de mala calidad, trastornos de memoria y síntomas de ansiedad, además de un mayor consumo de sustancias.

¿Cómo son de trascendentales estos perfiles del sueño?

El sueño no es una ciencia exacta, ni mucho menos. A la hora de hablar de calidad del sueño o del descanso, rara vez 2 + 2 van a acabar siendo necesariamente 4. Por eso, este estudio, si bien aporta algunas valoraciones casuales interesantes, también tiene ciertas lagunas y, especialmente, se debe tener en cuenta que no todas las personas no encajan en un único perfil de manera estática. De hecho, el propio estudio asume sus limitaciones, explicando que pueden fluctuar entre varios según sus hábitos, su salud mental o el momento vital que estén atravesando. Esto significa que no debemos obsesionarnos por etiquetarnos, sino más bien entender estos perfiles como orientaciones útiles.

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El estudio advierte sus propias autolimitaciones como el tamaño de la muestra o la casualidad, que no causalidad, de los resultados. ©Freepik.

Además, hay que tener en cuenta que el estudio ofrece ciertas limitaciones importantes. Por un lado, se trata de un trabajo observacional, lo que implica que establece correlaciones, pero no puede afirmar causas. Es decir, que alguien tenga un determinado patrón cerebral no significa que eso sea la causa de sus problemas de sueño o viceversa. Por tanto, aunque los perfiles ayudan a detectar vínculos, sus conclusiones deben ser interpretadas con cautela.

Por otro lado, el tamaño y la composición de la muestra también limitan la generalización de los resultados. Todos los participantes tenían entre 22 y 36 años, vivían en Estados Unidos y eran personas sanas. Esto deja fuera a muchas franjas de edad, contextos culturales y perfiles clínicos. Este es el principal motivo por el que el estudio no debe tomarse como una guía definitiva, sino como una herramienta de autoconocimiento complementaria.

Cómo entrenar tu perfil de sueño

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Como casi todo en esta vida, el sueño y cómo dormimos también se puede entrenar e implementar. ©Freepik.

El sueño, como tantas otras facetas del bienestar, también puede entrenarse. Igual que aprendemos a comer mejor, a hacer ejercicio o a concentrarnos, también podemos adquirir hábitos que favorezcan un descanso más reparador. La clave está en identificar los factores que interfieren en nuestro sueño y empezar a modificarlos de forma consciente y progresiva.

La llamada higiene del sueño recoge una serie de pautas que, aunque conocidas, conviene recordar. Evitar las cenas copiosas y tardías o reducir el consumo de estimulantes como la cafeína o productos como el alcohol es fundamental. También lo es el alejarse de las pantallas al menos una hora antes de dormir. Y, por supuesto, no irse a la cama con altos niveles de estrés o sin haber dado al cuerpo tiempo suficiente para desacelerar.

El entorno físico también influye: una habitación demasiado calurosa, con exceso de luz o con ruidos molestos puede sabotear incluso a quien tiene buenos hábitos. Dormir en una cama cómoda, a una temperatura agradable, con buena ventilación y, si es posible, sin distracciones o molestias externas –incluida una compañía que interrumpa el descanso– puede marcar una gran diferencia. En definitiva, cuidar el contexto es tan importante como cuidar el cuerpo o la mente cuando hablamos de dormir mejor.

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