
Destructores de belleza
Creo que no hay nada que me guste más que mirar el Arlanza desde las torcas donde anidan los buitres, cerca del monasterio de San Pedro que Sergio Leone convirtió en un sanatorio para Clint Eastwood. O recorrer los cañones que surcan las golondrinas bajo la ermita de San Pelayo, en verano, junto a la cueva que fue una casa neolítica. No hay nada mejor que saludar a los corzos, cuando cae el sol, en los sembrados de Castilla, y no cambiaría por nada una sola de sus encinas, un solo enebro, una sabina.






















