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Más que un juego de niños: los beneficios de volver a saltar a la comba para tu salud

Volver a la infancia tiene, en ciertos momentos, muchas ventajas para tu físico si sabes cómo regresar

Más que un juego de niños: los beneficios de volver a saltar a la comba para tu salud

Dos mujeres saltan a la comba. | ©Freepik.

Puede que la última vez que saltaste a la comba, si alguna vez lo hiciste, fuera antes de hacer la primera comunión. O quizás veas en este gesto algo infantil y casi naïf hasta que, de repente, te das cuenta de que es una de las rutinas más habituales en deportes de contacto como el boxeo. No faltan ejemplos de entrenamientos de boxeadores donde la comba juega un papel fundamental. Pero… ¿y si fuera también un deporte para ti aunque no seas un niño y no boxees?

Es fácil descartar la comba como un juguete o una actividad meramente lúdica, algo que hacemos en el recreo o en la infancia sin más ambiciones que divertirse. Sin embargo, esa misma actividad puede convertirse en una herramienta eficaz de acondicionamiento físico para personas de todas las edades, siempre y cuando tengamos determinadas precauciones. Lo curioso es que saltar a la comba puede ser un deporte más completo de lo que a priori imaginarías.

En realidad, saltar a la comba implica coordinación, ritmo, movimiento constante, y, además, un campo abierto para la mejora física. Así que vale la pena replanteárselo: tomar una cuerda, encontrar el ritmo, y saltar puede no sólo devolverte a la infancia sino ofrecerte un excelente aliado para el bienestar.

Cuáles son los beneficios de saltar a la comba para tu salud

Cuando hablamos de saltar a la comba hablamos de bastante más que un sencillo ejercicio cardiovascular. En primer lugar, la musculación se ve implicada a varios niveles: no sólo las piernas trabajan al saltar, sino que los brazos, el tronco y la zona central también se activan al mantener el control de la cuerda y conservar la postura. Como es evidente, saltar repetidamente mejora la resistencia muscular y la capacidad cardiopulmonar, al elevar el ritmo cardíaco y exigir un flujo de oxígeno constante.

La coordinación representa otra dimensión clave del beneficio. Saltar correctamente implica sincronizar saltos, rotación de la cuerda, posición del cuerpo y recepción del impacto: todo ello mejora la conexión neuromuscular y ayuda a mantener el equilibrio, algo que tendemos a perder con la edad. También contribuye a la salud ósea: al tratarse de un ejercicio con carga, aunque ligera, el aterrizar tras el salto genera estímulos que pueden favorecer la densidad ósea.

Y, por supuesto, uno de los argumentos que más llama la atención: la quema de calorías. Saltar a la comba puede llegar a quemar, de media, unas 100 calorías en sólo diez minutos, en función del ritmo. Algunos estudios lo comparan incluso con correr en cuanto a gasto energético, siempre que se mantenga una intensidad moderada o alta.

Cómo recuperar el hábito y cómo incorporarlo a tu rutina

Retomar la comba o iniciarla desde cero requiere un poco de planificación, aunque el gesto parezca trivial. Si hace años que no lo haces, quizás descubras que la coordinación no es tan automática como en la infancia. Hay que prestar atención a la técnica, el ritmo y el apoyo, porque un mal gesto puede generar sobrecarga en tobillos, rodillas o articulaciones. E, incluso, alguna lesión indeseada.

Para empezar con buen pie, elige una cuerda de longitud adecuada: párate en el centro de la cuerda con los pies juntos y asegúrate de que los extremos llegan alrededor de la axila. Esta simple comprobación garantiza que la altura y el tamaño son adecuados para tu estatura. Selecciona una superficie firme pero no excesivamente dura, calza buenas zapatillas y dedica unos minutos a calentar tobillos y pantorrillas antes de saltar. Luego, comienza con intervalos suaves: por ejemplo, 30 segundos de salto, 30 segundos de descanso, repetir varias veces.

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Evidentemente, saltar a la comba es un ejercicio perfectamente unisex. ©Freepik.

Una vez te sientas cómodo con el salto básico, puedes variar el tipo de gesto y así trabajar de forma más completa. Cambia el ritmo, incorpora saltos con rodillas altas, saltos laterales, criss-cross o saltos sobre una pierna para implicar diferentes músculos y sistemas energéticos. También puedes usarlo, como ya hemos hablado antes en THE OBJECTIVE, como parte de una rutina de alta intensidad (HIIT): sesiones breves pero intensas de salto que potencian la quema calórica y mejoran el acondicionamiento. Pero ojo: como con todo ejercicio, la progresión es clave para evitar lesiones y maximizar beneficios. Aparte de eso, literatura científica que avala las bondades de este ejercicio hay de sobra.

La importancia de una buena técnica de salto

Más allá del entusiasmo inicial, dominar la técnica correcta al saltar a la comba es esencial para evitar lesiones y aprovechar todos sus beneficios. La forma más sencilla de comprobar que la cuerda es de la longitud adecuada es ponerse de pie en el centro de la misma con ambos pies, sujetar los mangos con los brazos estirados hacia arriba y ver si los extremos llegan aproximadamente a la altura de las axilas. Si es así, la cuerda está bien ajustada para tu estatura

La superficie sobre la que se salta también influye en la seguridad del ejercicio. Aunque se puede saltar sobre asfalto o cemento, estos materiales pueden ser duros para las articulaciones si las sesiones son largas o se arrastra alguna molestia. Lo ideal es encontrar superficies como suelos de madera dura, goma densa o similares a las de pistas deportivas o gimnasios, que amortigüen el impacto sin comprometer la estabilidad.

Durante el salto, conviene mantener una postura erguida, con el abdomen ligeramente contraído para activar el core. Las manos deben sujetar los mangos con firmeza, pero sin tensión excesiva. A la hora de saltar, es preferible no despegarse demasiado del suelo: basta con elevarse apenas unos centímetros, apoyando el impulso sobre la punta de los pies y aterrizando con las rodillas ligeramente flexionadas. Esto protege las articulaciones y hace el salto más eficiente.

Aparte de eso, conviene evitar errores como saltar demasiado alto o aterrizar con las piernas rígidas es clave para no cargar las rodillas innecesariamente. Una buena técnica no solo mejora la seguridad, sino que permite sesiones más largas y fluidas sin fatiga prematura. Saltar bien, en resumen, no es cuestión de potencia, sino de control y suavidad.

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