Este músculo de tus piernas es muy discreto, pero es fundamental para tu circulación
Discreto y funcional, el sóleo juega un papel fundamental en nuestra bipedestación, entre otras tareas clave

Un hombre estirando las pantorrillas. | ©Freepik.
Imagina por un momento que tu cuerpo es una inmensa red de carreteras. Las arterias son las autovías que llevan oxígeno y nutrientes desde el corazón a cada rincón del organismo. En el viaje de vuelta, las venas se encargan de recoger los residuos y devolver la sangre al corazón. Este sistema de ida y vuelta funciona con una precisión asombrosa, pero no está exento de obstáculos.
Uno de esos obstáculos es la fuerza de la gravedad. Mientras la sangre desciende con facilidad hacia las piernas, el retorno hacia el corazón es mucho más costoso. Las venas tienen que empujar la sangre hacia arriba, en sentido contrario al tirón constante que ejerce la gravedad. Y cuando permanecemos mucho tiempo sentados o de pie, sin apenas movernos, esa tarea se vuelve aún más complicada.
El resultado es una sensación muy habitual: piernas cansadas, hinchadas, a veces incluso doloridas. La sangre se estanca en la parte inferior del cuerpo, y eso repercute en nuestra sensación de bienestar. La buena noticia es que no se trata de una condena inevitable. Basta con activar ciertos músculos de manera consciente y regular para reanimar esa red de autopistas internas y facilitar el viaje de regreso de nuestra sangre al corazón.
Cómo el ejercicio activa nuestra circulación
La actividad física es una de las herramientas más eficaces para mantener una buena circulación sanguínea. Al movernos, especialmente cuando lo hacemos de forma constante y rítmica, favorecemos el flujo sanguíneo y facilitamos el retorno venoso, del que ya te hemos hablado antes en THE OBJECTIVE. Cada paso que damos, cada contracción muscular, actúa como una especie de bombeo que impulsa la sangre hacia arriba, contrarrestando el efecto de la gravedad.
Este efecto es especialmente importante en el tren inferior, es decir, en piernas, caderas y glúteos. Estos grupos musculares, cuando se activan, colaboran estrechamente con el sistema venoso profundo. Las contracciones rítmicas de los músculos presionan las venas, empujando la sangre hacia el corazón. Sin esta ayuda, el sistema circulatorio tendría que esforzarse mucho más para cumplir su función.
Incluso actividades moderadas como caminar, subir escaleras o hacer estiramientos diarios pueden marcar una gran diferencia. La clave está en la constancia. No se trata tanto de realizar sesiones intensas de ejercicio como de evitar largos periodos de inactividad. Al poner en movimiento la musculatura de las piernas, estamos invirtiendo directamente en nuestra salud vascular.
El sóleo, el músculo discreto en las piernas que activa la circulación
En medio de toda esta maquinaria hay un músculo que suele pasar desapercibido, pero que cumple un papel clave: el sóleo. Situado en la parte posterior de la pierna, justo por debajo del gemelo, el sóleo forma parte de lo que se conoce como el “segundo corazón”. Este apodo no es una exageración: su acción mecánica ayuda a empujar la sangre venosa hacia arriba, especialmente cuando estamos en posición vertical. Por eso, juega un papel fundamental en el desarrollo de las trombosis.
A diferencia de otros músculos que pueden mostrar fácilmente signos de desarrollo, el sóleo es más discreto. Está cubierto por otros músculos y permanece activo casi todo el día, incluso cuando estamos de pie sin movernos. Por eso es difícil percibir su hipertrofia, pero eso no significa que no se pueda trabajar o fortalecer. De hecho, su constante actividad lo convierte en un músculo resistente, preparado para actuar durante largos periodos.
El sóleo es esencial para mantenernos en pie y caminar con estabilidad. Pero también es un aliado silencioso en la circulación sanguínea. Cuando se activa, actúa como una bomba natural que favorece el retorno venoso desde las extremidades inferiores hacia el corazón. Estimularlo de forma específica puede ser una de las mejores decisiones para mejorar nuestra salud vascular, sobre todo si pasamos muchas horas sentados o de pie en nuestra rutina diaria.
Cómo activar el sóleo
Activar el sóleo no requiere necesariamente sesiones largas ni esfuerzos complejos. De hecho, basta con integrar en nuestro día a día pequeños gestos que lo pongan en marcha. Uno de los más sencillos consiste en hacer elevaciones de talones. De pie, con los pies separados a la anchura de las caderas, nos ponemos de puntillas lentamente y luego bajamos. Repetir este ejercicio varias veces al día ayuda a estimular el sóleo y mejorar la circulación. De hecho, hay estudios que avalan que determinados ejercicios con el sóleo también mejoran la forma en la que nuestro organismo reacciona a la manera de regular lípidos y glucosa.

Otra opción es aprovechar los momentos de espera: en una cola, en una reunión o incluso mientras nos cepillamos los dientes. Alternar el apoyo de los talones y las puntas de los pies, manteniendo el movimiento activo, permite una activación suave pero constante del músculo. Estos ejercicios no requieren equipo ni ropa deportiva, y pueden practicarse a cualquier edad o condición física.
Por último, no hay que subestimar el poder de caminar. Paseos regulares, aunque sean cortos, activan no solo el sóleo, sino todo el conjunto de la musculatura de las piernas. Es una forma natural y eficaz de mantener en marcha el sistema circulatorio. En definitiva, cuidar de este músculo discreto puede traducirse en unas piernas más ligeras, menos cansadas y en una mejora general de nuestra salud vascular.
