¿Puede el café subir el colesterol? Sí, pero hay una manera fácil de evitarlo, según la ciencia
En un país como España, donde el consumo de café es mayoritariamente de filtro o cápsulas no supone un gran problema

Una taza de café caliente. | ©Freepik.
Empezar el día con una taza de café es un ritual casi universal. Desde los hogares hasta las oficinas, pasando por bares y cafeterías, el café marca el inicio de la jornada para millones de personas en todo el mundo. Además de su sabor y su capacidad para despejar la mente, esta bebida aporta también una sensación de confort que ha consolidado su presencia en nuestra rutina matutina.
A nivel nutricional, el café es mucho más que cafeína. Dentro de un consumo moderado, ofrece bastantes beneficios a los que tener en cuenta. Entre los más habituales se cita la mejora de la concentración y la reducción del riesgo de enfermedades neurodegenerativas. También son relevantes sus propiedades antioxidantes, que ayudan a proteger nuestras células del envejecimiento. No obstante, hay aspectos menos conocidos que conviene tener en cuenta. En este sentido, es conveniente conocer su relación con el colesterol porque del café, del que te hemos hablado mucho en THE OBJECTIVE, tiene también mucho que contar.
Aunque pueda sonar preocupante, hay que matizar: el café, en sí mismo, no contiene colesterol. Sin embargo, algunas formas de prepararlo pueden provocar un ligero aumento de los niveles de colesterol LDL (el conocido como “malo”) en sangre. Esta subida es muy pequeña en términos absolutos, pero la ciencia ha identificado su causa y también ha propuesto formas sencillas de evitarla.
La relación del café con nuestra salud cardiovascular
La literatura científica ha demostrado que el café tiene un efecto cardioprotector en la mayoría de las personas sanas. Diversos estudios relacionan el consumo habitual de café con una reducción del riesgo de sufrir enfermedades coronarias, ictus y diabetes tipo 2. Esto se debe a su alta concentración de compuestos bioactivos, especialmente los polifenoles y antioxidantes, que combaten la inflamación y mejoran la función de los vasos sanguíneos.
Sin embargo, el café también contiene dos compuestos llamados diterpenos: el cafestol y el kahweol. Estos elementos, presentes sobre todo en los aceites del grano, tienen propiedades antiinflamatorias y efectos positivos frente a ciertos tipos de tumores. Pero también interfieren en los mecanismos del hígado que regulan la producción de colesterol. En este sentido, provocaría un aumento del colesterol LDL cuando se consumen en cantidades significativas. Al menos eso es lo que han comprobado varias investigaciones, centrando sus esfuerzos en ver el efecto en ratas.
Lo interesante es que la cantidad de cafestol y kahweol en una taza de café varía mucho según cómo se prepare. Las técnicas influyen mucho en esta extracción. Como sucede en métodos que usan agua muy caliente, granos muy molidos o un tiempo de contacto prolongado entre el agua y el café. Siendo estos los que más diterpenos liberan. De esta manera, el café hervido (como se estila en la cultura escandinava o en Turquía) el de prensa francesa o el espresso contienen más cafestol que el café filtrado con papel. También tendrían más de estos compuestos los clásicos cafés de máquina que se ven en las oficinas y centros de trabajo.
¿Nos debe preocupar el colesterol vinculado al café?

Insistimos en que el café no tiene colesterol. La ligera subida del colesterol LDL observada en algunos casos no se debe a un componente graso del café. En este sentido procede de la acción indirecta de los diterpenos durante el proceso de elaboración.
Cuando se preparan métodos que permiten que los aceites del grano pasen directamente a la bebida, como ocurre en la prensa francesa o en el café turco, se incrementa esta posibilidad. Evidentemente, toda esta teoría sobre su consumo y recomendaciones está enfocada al café solo. Siendo totalmente distinto lo que sucede en el café con otros productos como leches, bebidas vegetales o azúcares.
En cualquier caso, el aumento es muy leve. Los estudios señalan que el impacto del cafestol sobre el colesterol es relevante solo cuando se toman varias tazas diarias de café sin filtrar durante un periodo prolongado. Para la mayoría de los consumidores, que toman una o dos tazas de café al día, el efecto es prácticamente nulo. De hecho, lo que suele avalar la literatura científica es que los efectos hipotéticamente perjudiciales de un consumo masivo de café estarían más vinculados con la cafeína que con el colesterol.
Además, el balance global del café sigue siendo favorable. Sus propiedades antioxidantes, sus beneficios en la regulación del metabolismo y su influencia positiva en la prevención de enfermedades cardiovasculares superan con creces el posible inconveniente de un pequeño aumento en el colesterol. Por tanto, no hay motivo para alarmarse, aunque sí conviene conocer cómo influyen los métodos de preparación y optar por los que filtran los aceites si se tiene un historial de colesterol alto. Lo que sí es importante tener claro es que los métodos de tostado de café influyen además en sus antioxidantes. Cuanto más tostado esté un grano de café, menos antioxidantes tendrá.