Café des exilés
El cierre del Comercial nos duele porque es muy difícil no creerse que uno, sólo por ser más joven, también era más feliz
El cierre del Comercial nos duele porque es muy difícil no creerse que uno, sólo por ser más joven, también era más feliz
Audacia, valor, empuje, empeño, son cualidades quijotescas, propias de quien afronta sus tareas diarias con ilusión y fuerza.
Como si fuéramos un hobbit de la Media Tierra en busca de un tesoro -¿la verdad?- o simplemente a la gallardía de encontrar a Smaug, que al fin y al cabo, ¿qué podría ser, verdaderamente?
A Gabriel Miró nunca se le ha hecho mucho caso, quizá por haber sido un escritor discreto y elegante y un hombre de carácter bondadoso
En España, cierran dos librerías cada día y un 55% de los españoles admite no leer nunca. Las bibliotecas perecen en su lecho de muerte.
Quiero hacer aviones de papel. Quiero coger un bolí y apuntar en una libreta a letra ininteligible lo que se me viene a la cabeza en el lugar más inhóspito de la manera menos esperada.
Eres uno de los afortunados y al final todo se volverá ceniza, polvo, nada. Autodestrucción. No volverás. Nunca. Jamás.
Se me resiste la rima, se me esfuman las palabras, me quedo sin tinta, el papel se me moja en las tormentas e incluso a veces me quedo dormido de puro cansancio.
Para redimir a Dickens hubo que recurrir a la autoridad de Nabokov, descubrirle pasiones demasiado humanas de la crueldad a la usura- o buscarle algún infalible escándalo de orden salaz. Su mismo Cuento de Navidad ha sido sometido a diversas actualizaciones cibernéticas.
Así que si algún día no saben dónde encontrarme, prueben en la biblioteca. Quizás esté allí, como cuando era un niño y me refugiaba de la lluvia eterna gallega en la biblioteca del colegio.
Por esa ilusión de recibir una carta de papel escrita a puño y letra en un mundo lleno de tipografía informática, aparatos tecnológicos y el dios Google. Por el arte de la palabra y el olor a papel.
El domingo es un día para viajar desde tu sillón, para sonreír al amor de la lumbre, para saborear con gusto el placer de leer en soledad. Todos necesitamos esa tregua. Todos.
Eso es como decir que las películas policiacas incitan al asesinato, ¿no les parece? 50 sombras de Grey ha llamado tanto la atención por ser una historia atrevida que habla de forma explícita de sexo.
Leemos más que nunca. Nos interesamos por cuestiones que nunca antes nos habían interesado. Y realizamos decenas de tareas simultáneas mientras estamos online. A primera vista, podría tratarse de un signo de inteligencia, un nuevo impulso intelectual para el hombre digital del siglo XXI. Pero lo estudios científicos realizados hasta el momento no dicen exactamente lo mismo.
Hace algunos años recibí de regalo un libro llamado Paulina. Le confieso que sentí emoción al saber que existía un escrito que llevara como título el nombre de mi hija mayor. Si. Usted sabe que las madres somos así.
Contaba Ana María Matute que su primer contrato lo rubricó su padre, insistiendo, eso sí, a la editorial Destino para que engordaran las 5.000 pesetas del adelanto. Luego llegarían otros, siempre bajo la inquisidora mirada de un hombre tutelando sus pasos.
Cada año numerosas revistas elaboran los tan populares ránkings de “100 libros que hay que leer antes de morir”. Cientos de recomendaciones de todos los tiempos de la literatura. Un estudio en detalle de decenas de estas listas revelan pocos resultados coincidentes. Hoy intentamos saber cuáles son esos libros que hay que leer antes de morir.
A Dickens se le han buscado tantos defectos que siempre estamos a tiempo de alabar sus virtudes.
Puede que en un futuro no muy lejano el libro electrónico se acabe imponiendo, porque el progreso, como la enfermedad, no respeta nada. En realidad lo único importante es que los libros sigan existiendo, sea cual sea su formato.
Cuando Paul Morand publica Venecias 1970, desde su primera página nos dice que se siente desencantado del planeta entero salvo de aquella ciudad que había sido el matasellos de su vida.
Escribo esta mínima reseña a la luz de su reciente ausencia física, con el convencimiento personal de que ningún creador, ningún amante y ningún loco podrán morir jamás por completo.
No había leído nada suyo, y cuando lo vi me pareció un poeta muy poco poético, con aquel aspecto de sheriff. Bastó un solo poema
Los escritores cada vez tienen menos claro cuál es su papel en este tinglado. ¿Para qué sirven los escritores, los críticos, los poetas, los filósofos, los periodistas, los intelectuales?
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