Antonio Pérez Henares: «El ministro de Cultura es un asno, un ignorante absoluto»
Muy crítico con el periodismo y la política, le parece que la información se está convirtiendo en propaganda
Se ha retirado de algunos cargos y responsabilidades, pero la literatura y el periodismo los lleva en la sangre. Nacido en la vega del río Henares (Bujalaro, Guadalajara) hace 70 años, pasó parte de su infancia en Durango (Vizcaya), para volver de nuevo a su tierra y empezar a llenar sueños y muchas páginas que estaban en blanco.
Antonio Pérez Henares –Chani, desde que Don Rosendo, en el Instituto Brianda de Mendoza, le adjudicara ese apodo por su acento vasco– comenzó a trabajar muy pronto en el diario Pueblo. Luego, se afilió al PCE para luchar contra la dictadura, a la vez que escribía en Mundo Obrero. Ha pasado por los semanarios Tiempo y El Globo, trabajó en la Cadena Ser, fue director de la revista Tribuna de Actualidad, responsable de Ediciones Especiales de La Razón y de la dirección editorial del Grupo Promecal, siendo también una de las voces más reconocibles de las tertulias televisivas y radiofónicas. Todo ello, compaginado con una extensa obra literaria.
Pero Antonio (Chani para los amigos) es, sobre todo, un periodista que dice lo que piensa, aunque moleste. Que no rehúye la confrontación, si alguien le lleva la contraria. En esta entrevista concedida a Fuera de Micrófono explica por qué abandonó las tertulias radiofónicas y televisivas en las que participaba –de otras le echaron– y por qué considera que el periodismo y la política se han degradado tanto.
Como experto tertuliano –ahora en retirada-, critica que en televisión se impida argumentar y razonar las opiniones, porque hay que dar totales: «El tuit convertido en lugar de apedreamiento y escupitajo». En opinión de Pérez Henares, hoy a José Luis Balbín lo fusilarían al amanecer porque ya no hay razonamiento que valga. De sus críticas al periodismo opinativo –el resto es periodismo declarativo, para el autor de las novelas La Española, La canción del bisonte, Tierra vieja o Cabeza de Vaca– sólo se salvan algunas tertulias de radio.
Paisano –y también amigo-, coincidimos en algunos trabajos y puedo dar fe de que no soporta que la información se convierta en propaganda y la opinión en agitación interesada.
PREGUNTA.- Empezaste muy joven en la escritura y el periodismo. Después de tantos años de trabajo, ¿qué balance harías?
RESPUESTA.- En lo personal, creo que di un paso muy bueno cuando me jubilé. Sigo escribiendo en algunos medios, pero ya no tengo cargo alguno, y me dedico a la literatura que ha sido mi pasión. Ahora estoy muy apenado por la deriva que ha llevado nuestra profesión. En muchas ocasiones, me siento profundamente avergonzado. La información tiene que ser veraz y la opinión libre, pero es que no se hace información. Hemos pasado de un periodismo en el que había que contrastar las fuentes y poner las cosas en su contexto a un periodismo de papagayo. Esto son bandadas de papagayos. Se hace un periodismo declarativo. Con honrosísimas excepciones, los medios están replicando todo lo que es propaganda y agitación. Y para eso no hace falta ni periodistas. Es el periodismo declarativo: en vez de información, hay declaraciones. ¿Esto qué es? Un papagayo repitiendo lo que dicen los políticos. Y como la mentira no se pone inmediatamente al descubierto, tampoco pena. En la degradación de la sociedad española tienen una responsabilidad enorme los medios de comunicación.
P.- Te afiliaste al PCE (Partido Comunista de España), creo que en 1968…
R.- En el 69. Yo no estuve en París en el 68, como la inmensa mayoría de la gente que dice que ha estado.
«Se están cargando de manera estúpida y suicida 40 años de convivencia»
P.- 15 años después, en el 1984, te das de baja en el partido. ¿Por qué?
R.- En los años 70, la gente joven tenía un ansia de libertad absoluta. Europa era el gran referente. Y «democracia y libertad» fue el grito esencial de aquella generación. Pienso que lo mejor que ha hecho España en los últimos siglos ha sido, precisamente, cómo abordó la salida de la dictadura franquista, cómo las dos Españas dijeron: se acabó. Y, cómo se elaboró una Constitución que hoy se está intentando destruir por parte del propio presidente de la Nación. La clave de aquel tiempo es la mirada al futuro que ha hecho toda la sociedad española, las gentes de un sitio y de otro. Antonio Buero Vallejo me contaba que cuando a él estaban a punto de sacarlo de la cárcel para fusilarlo, se acordaba de que a su padre le habían sacado antes de una cárcel igual, si no la misma, los del otro bando y lo habían fusilado en Paracuellos. Eso nunca más. Llevamos 40 años largos de progreso, de libertad y de convivencia que ahora, de una manera estúpida y suicida, se están cargando. Vuelvo a la pregunta. El partido que entonces luchaba contra el régimen era el PCE, un partido eurocomunista que ponía la libertad por encima de todas las cosas, y que adjuró de la dictadura del proletariado. Lo que planteaba la izquierda era que la democracia y la libertad estaban por encima de cualquier causa. Y hoy parece que no. Hoy somos menos libres en España que en los años 80. Tenemos miedo a decir lo que pensamos. Se está llegando a situaciones verdaderamente ridículas, de una gilipollez absoluta. Decir hoy que alguien es gordo o gorda ya es un delito. Te fulminan. Esto que llaman woke es, simplemente, una soplapollez. Yo combatí en el PCE, como tantísima gente, por la libertad y, cuidado, entonces sí había fascistas. Recuerdo a mis amigos los abogados de Atocha. Dos eran grandes amigos míos.
P.- Una parte de tu infancia la pasaste en Durango (Vizcaya). ¿Cómo lo recuerdas?
R.- Yo llegué a Durango con mi familia a principios de los 60. Ya había un incipiente resurgimiento del nacionalismo. Estudié con beca en los jesuitas y tenía que sacar de media 8,5. Pero yo soy un niño de pueblo. Viví en el pueblo hasta los ocho años. Yo vi segar a mano. En la última cosecha que se hizo en el pueblo, cuando mi padre ya se había ido a trabajar al País Vasco, les llevaba la comida a los segadores montado en un mulo, con 45 grados a la sombra. Hay que decirle a la gente que antes también hacía calor. Por supuesto que hay una degradación del clima, pero a mí lo que me preocupa más es la contaminación del planeta.
P.- José Antonio Maldonado, meteorólogo, decía aquí –en Fuera de Micrófono– que no le gustaba el término cambio climático porque el clima siempre ha sido cambiante.
R.- Efectivamente. La expresión «cambio climático» es estúpida porque el clima es cambio. Estamos en un periodo interglaciar. Hubo en algún momento animales tropicales y, en otro momento, mamuts siberianos. En la Edad Media el clima era muy cálido. Había viñedos en Londres y Groenlandia era verde. Luego, llegó la Edad de Hielo, que fue terrorífica –que se lo pregunten a Napoleón– y se congeló Europa. Se congeló hasta el Támesis.
P.- Fuiste uno de los primeros tertulianos de televisión, con Jesús Hermida.
R.- La primera tertulia que recuerdo fue con Jesús Hermida, pero hubo otra antes, aunque no era exactamente una tertulia, moderada por Manuel Campo Vidal, en la que estaba un Carlos Herrera jovencísimo, Massiel y yo. Pero la primera tertulia, como tal tertulia, la hizo Jesús Hermida por la tarde. En aquella tertulia estuve con Luis García Berlanga, porque entonces las tertulias se hacían al estilo de las que había en el Café Gijón. No eran estas trincheras políticas, ni estos espectáculos de telebasura llevados a la política.
«La degradación de las tertulias del corazón se ha impuesto también en las tertulias políticas»
P.- Has hablado de tu examen de conducir. ¿Habría que examinar también a los tertulianos de televisión y de radio?
R.- Ahora, en cuanto pasas dos veces por una sala de maquillaje, ya eres un eximio tertuliano y, a nada, columnista. Antes se entendía que la opinión la hacían profesionales con experiencia contrastada, con prestigio dentro de la profesión. Ahora, la telebasura se ha impuesto como método televisivo. La degradación de las tertulias del corazón se ha trasladado también a las tertulias políticas. Hoy a José Luis Balbín lo fusilarían al amanecer. Porque ya no vale un razonamiento, no cabe un argumento. Hay que dar un total, un tuit. El tuit es un lugar de apedreamiento y escupitajo. Y lo que ahora se pide en las tertulias televisivas es que vayas a apedrear y a escupir. Cuando quieres hacer un comentario, te cortan inmediatamente y te marcan de qué tienes que hablar. La mejor manera de manipular es sacar los temas que interesa debatir. El resto los obvian. Y, de los que interesan, hacen los cortes de totales que les da la gana. Repitiendo, una y otra vez, ese mismo total puedes criminalizar a una persona de una manera espantosa. ¿O no nos acordamos de cómo se ha criminalizado aquí a personas y se las ha acosado hasta la muerte? Estos días me acuerdo mucho de Rita Barberá. ¿Cuál era el delito de Rita? 500 euros. Muerta en un hotel, sola, abandonada incluso por su partido y considerada una apestada. Te podría poner más ejemplos. ¿En qué ha quedado lo de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes? La doble vara de medir es algo tremendo. Te ponen en el mismo rasero a una señora que dice: «Prefiero fregar escaleras», y eso se convierte en el relato; cuando los de enfrente están pactando con gente que no sólo no ha condenado a ETA, sino que les dan homenajes a los etarras todos los días. Cuando se quiere procesar a alguien por una expresión y, al mismo tiempo, se permiten de manera sistemática las agresiones más terribles contra todos los símbolos y la Jefatura del Estado… Y que los medios de comunicación alienten todo esto… A mí me avergüenza.
P.- En un momento dado, abandonaste las tertulias de Al Rojo Vivo (LaSexta) y 24 Horas (Radio Nacional). ¿Por qué?
R.- Y también me echaron de otros sitios. De Radio Nacional yo me quería ir con sordina. Me levanté para irme y me convencieron para que me sentara. Me tuvieron sentado allí, como un poste, y dije: «Ya está bien; llevo aquí dos horas y honradamente ¿a qué he venido?». Porque ni siquiera se me permitía preguntar a los entrevistados. Recuerdo una vez en una tertulia de Al Rojo Vivo, que estaba un tipo de Bildu, y le dije a Antonio García Ferreras: «Yo, hasta que este tío no pida perdón públicamente por los asesinatos de ETA, me niego a hacerle una pregunta; y tú lo estás blanqueando». Hoy no sólo se hace eso, sino que se abrazan con ellos y pactan. El PCE lo dejé por cansancio. Le dije a mi gran amigo, Enrique Curiel, que aguantaría hasta que se celebrara el referéndum sobre la OTAN. Pasado el referéndum, tuve una oferta de la revista Tiempo y decidí que esto de la revolución no había salido. ¡Para qué nos vamos a engañar! El PSOE se había convertido en un partido absolutamente hegemónico y el PCE se quedó con cuatro diputados. Y de la tele me fui porque las tertulias me creaban una tensión enorme. Nunca hablaré mal de García Ferreras porque Antonio permitió que me expresara con libertad, aunque tuviera que abrirme camino a codazos. Para decirlo suavemente, él manipula maravillosamente una tertulia. Los de la derecha son torpísimos manipulando sus tertulias. Son unos zotes. Sin embargo, García Ferreras, periodísticamente, es muy hábil. Tiene una línea editorial con la que trufa absolutamente toda una tertulia y la conduce hacia donde él quiere que vaya. Yo era un pepito grillo. Pero lo que más me cabreó es que se estaba mintiendo sobre la vida de la gente. Me fui porque no podía soportar que se dijera que había que ir a la manifestación del día 8 de marzo y que era catastrofismo decir lo contrario. Si seremos miserables en el periodismo, que ni siquiera le hemos preguntado una y otra vez al Gobierno por la cifra real de muertos durante la pandemia. Porque han mentido desde el primero hasta el último día.
«La verdad empieza a ser delito, mientras que la mentira da beneficios electorales»
P.- ¿Hacer lo que hiciste tiene consecuencias?
R.- Desapareces. De unas tertulias me fui y de otras me echaron. Me echaron de El Cascabel y de otras muchas. Hoy la verdad empieza a ser delito, mientras que la mentira hasta da beneficios electorales. Y la independencia, en un momento dado, es algo muy mal visto.
P.- También está mal visto salirte de lo políticamente correcto.
R.- Bueno, yo ya he dicho aquí gorda. La que me puede caer. Hemos llegado a tal grado de estupidez… El mundo woke es, simplemente, el suicidio de toda una cultura milenaria. No puede juzgarse el mundo anterior con los criterios del siglo XXI. Aquí, cualquier día vamos a juzgar al homo habilis, y a los de Altamira, totalmente, porque eran cazadores.
«He visto reatas de mulos con más educación que el tal Puente»
P.- A los tertulianos se les critica que también opinen de cuestiones que desconocen.
R.- No es eso lo que más me preocupa. A mí lo que más me preocupa de las tertulias es cómo se banaliza y se tergiversa; cómo la información se ha convertido en propaganda y la opinión en agitación. Eso es un hecho. Y se asume el papel. Hay que diferenciar, y lo digo de nuevo, entre las tertulias de radio –que me merecen un profundo respeto- y las tertulias de televisión. Aunque en las tertulias radiofónicas existan sesgos editoriales, yo veo otro planteamiento de origen: participa gente que tiene mayor nivel. No son los brazos de madera de los partidos políticos, con el argumentario que les han pasado. En esto, la izquierda le lleva a la derecha una ventaja atroz. Eso lo hacen maravillosamente, porque los que van por ahí están perfectamente convencidos de lo que les dicen. Te pongo un ejemplo. Ahora están perfectamente convencidos de la bondad de la amnistía, que menudo nombre. La palabra amnistía significó mucho en España. Equiparar la amnistía de 1977 a la de ahora es un insulto a la memoria, a la democracia y a todos aquellos que lucharon contra el franquismo. Equiparar la amnistía de unos golpistas, dentro ya de un sistema democrático, a los amnistiados que habían combatido la dictadura es para que se les caiga la cara de vergüenza a Pedro Sánchez, al bocazas de Patxi López y al tipo este que han puesto que, honradamente, yo he visto reatas de mulos con bastante más educación que el tal Puente. No me he callado en mi vida. En tiempos, en el Parlamento, hasta se insultaba bien. A veces, un buen insulto, dicho con finura, está bien; y, si no, que se lo pregunten a mi admirado Alfonso Guerra.
P.- Por cierto, ¿el PSOE de ahora te resulta reconocible, comparado con el de entonces?
R.- Esto no es el PSOE. Pero, ojo, que también hay una mentira de fondo. Ni un sólo ministro del primer gobierno socialista había pisado una cárcel de Franco. Ni uno. Sólo uno había estado en la cárcel, pero porque entonces era del PCE: Enrique Múgica. El PSOE, durante la lucha antifranquista, ni estuvo ni se le esperaba, con honradas excepciones que enumero: Nicolás Redondo Urbieta y la gente de la UGT y del PSOE en el País Vasco, como José Luis Corcuera, Txiki Benegas; algunos en Madrid, como los Solana, y pare usted de contar. No había PSOE. El PSOE se creó prácticamente en los años 70. Pero, dicho esto, tanto Felipe como Guerra, y otros socialistas que llegaron, fueron siempre, desde sus criterios, patriotas, constitucionales y jamás se les pudo ocurrir una traición a la Constitución que también ellos habían hecho. Ni a su patria. Digo la palabra patria, que es lo contrario de nacionalismo. Patria es el cariño a lo tuyo, simplemente. Y nacionalismo es odio a lo otro. Hay un patriotismo, además, que está por encima de todo: el patriotismo cultural, que decía García de Cortázar. Es nuestra lengua, nuestra literatura, nuestra pintura, nuestros monumentos, nuestros paisajes… Son nuestras fiestas. Todo eso es lo que nos hace sentir que pertenecemos a una misma nación, a una misma patria. ¿Qué están haciendo? Destruir eso. El nacionalismo es un agravio contra el otro. Yo creo que ni ellos creían que podían llegar tan lejos. Algunos lo vieron venir, como Leguina, Corcuera, Guerra –antes que Felipe-, pero es que no creían que pudieran ser capaces de semejante infamia. Y empleo la palabra infamia porque es una infamia y una traición a la Constitución y a los españoles. La soberanía reside en el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado. Y el castellano es la lengua oficial en España y hoy hablarla es delito en algunos sitios.
«Parece verdaderamente idiota que se diga que el descubrimiento de un nuevo continente es un genocidio»
P.- ¿Qué opinión te merecen las críticas de Emiliano García-Page a la actual dirección socialista?
R.- He sido muy amigo de Page. Ha ganado por mayoría absoluta, aunque juega con ventaja: ¡ojo!, a quién tienen allí los del PP. Page es muy listo y creo que tiene principios. Efectivamente, se le puede achacar que, si estás ahí, actúa y déjate de palabritas. Pero, al menos, es el único que explicita su desacuerdo total y absoluto con Sánchez. Page está en una situación terriblemente complicada. Cuando le piden que sus diputados voten en contra de la amnistía, es que, si Page hace eso, solo le harían caso uno o dos. Por lo tanto, está amagado. Yo, honradamente, creo que él expresa lo que piensa y luego se acobarda para dar otros pasos que no tienen que ser los de pedirles a sus diputados que no voten a favor. Entonces, se escuda en lo de siempre: en lo mala que es la derecha. Mira, Emiliano, la derecha, el PP, puede ser muy malo, y Vox muy radical –a veces unos voceras y unos borricos, que manda narices-, pero no pacta con los separatistas que quieren destruir nuestra Constitución y nuestra Nación, ni con los bilduetarras, que todavía tienen pendiente dar explicaciones y pedir perdón por la friolera de 853 asesinatos. Claro, que el malo era Franco…
P.- Tus últimas novelas –la más reciente, La Española– tienen como argumento el descubrimiento de América. ¿Lo haces por evadirte de lo que está pasando en España o por combatir esa leyenda negra que no acaba de borrarse?
R.- Por evadirme, no. Me parece verdaderamente idiota que se diga que el descubrimiento de un nuevo continente es un genocidio. La propia población de la América Hispana demuestra que el imperio español nada tiene que ver con eso. Claro que hubo atrocidades, pero el porcentaje de población mestiza indígena actual al norte del imperio hispano (Estados Unidos) es del 1,1% y en la América Hispana llega hasta el 97% de Honduras, con la excepción de Argentina. Pero es que a los indígenas de la Patagonia no los exterminamos nosotros. Los presidentes argentinos, que tienen grandes avenidas, decían que había que exterminar a los indios piojosos, hombres, mujeres y niños, porque hasta los más pequeños son incompatibles con la civilización. Eso decía Sarmiento en su discurso. Y, ahora, resulta que nosotros somos los racistas y los genocidas. Y encima van los de Podemos, y ahora la izquierda en su conjunto, a darles la razón. Fíjate, el asno este que han nombrado ministro de Cultura… Le digo asno, pero insulto a los asnos. Es un ignorante absoluto. No se puede equiparar el Descubrimiento y Conquista de América con las atrocidades en el Congo belga, en el siglo pasado.