THE OBJECTIVE
El archivo del Buitre

El doble rasero de algunos periodistas españoles

«A los periodistas que han osado publicar informaciones sobre Begoña Gómez sólo les quedaba arrepentirse de rodillas»

Uno de los aspectos más útiles de estos cinco días de retiro espiritual del presidente del Gobierno español es que han servido para acreditar el elevado grado de apoyo que con los cuenta en el sector de los medios de comunicación el actual Gobierno.

Bastó que el presidente pidiera una reflexión sobre el periodismo presentándose como la víctima por excelencia de la historia política de nuestro país para que media profesión periodística, representada en televisiones y radios, se cuadrara ante él y su relato y repitiera la consigna de que nadie sufría como el presidente, que sólo merecía apoyo y empatía. Y que a los periodistas que han osado publicar informaciones sobre Begoña Gómez sólo les quedaba arrepentirse de rodillas y pedir perdón públicamente por semejante pecado. Midiendo sus lágrimas parecería que la democracia española hubiera padecido un zambobazo equiparable a cuanto el ‘cara-bisonte’ y su tropa invadieron el capitolio o algo así, cuando todo queda en que un juez osó pedir unas diligencias para acreditar si de lo publicado por un medio se deducía algún tipo de delito.

Lo que no se consiguió cuando un ciudadano arreó un guantazo a todo un presidente del Gobierno en público, Mariano Rajoy, cuando otro ciudadano estrelló su coche contra la sede del Partido Popular por considerar que eran culpables de todos los males del país, cuando desde la tribuna de oradores se acusó a un presidente del Gobierno de «traicionar a las víctimas de ETA», cuando un diputado acusó a otro presidente de ser el jefe (Señor X) de una banda terrorista o cuando a otro presidente le acusaron querer subirse al caballo de Pavía, lo ha conseguido este presidente con un mensaje en la red antaño conocida como Twitter.

Juanma Lamet lo tenía claro la noche del miércoles en TVE: «Lo de Pedro Sánchez es una llamada de atención y una llamada de atención pertinente, (…) una parte del periodismo había entrado en una deriva bastante peligrosa y tóxica. Yo creo que se estaba entrando en terrenos demasiado pantanosos, en la política del fango, que lo estaba dominando todo y esta bocina de alarma de Pedro Sánchez debe servir para que todos se miren un poco al espejo, hagan un examen de conciencia (…) No vale todo. (…) Pedro Sánchez no debería dimitir (…) Una parte del periodismo tiene que hacer autocrítica. El caso de su mujer no va a ninguna parte».

«¡Quieren su muerte civil!», bramaba una tertuliana de La Hora de La 1 el miércoles por la mañana. «¡Se han traspasado todas la barreras!», decía otro en La Noche en 24 horas ese mismo día. Todos a una, Fernando Berlín, Alan Barroso, Ignacio Escolar, Angelica Rubio, Isaías Lafuente y un largo etc., iban desfilando por televisiones pidiendo lágrimas por el presidente y su drama personal. Angels Barceló no se quedaba atrás desde la SER recordando lo fabuloso que era el Gobierno de Pedro Sánchez y que, por culpa de las fachosfera, una parte de la ciudadanía no se enteraba: «El Gobierno Suma uno tras otro éxitos (…) y reconocimientos internacionales, pero de esto a la derecha o la ultraderecha no les interesa hablar» (¿Incluirá el caso Koldo entre esos éxitos?). Antonio Maestre se indignaba de que al juez que osó abrir diligencias aún «no le hubiera pasado nada» (por lo pronto, Nacho Abad difundió en su programa su foto y la de su hija al tiempo que le decía que le parecía un juez ‘nefasto’). Jordi Évole en Más Vale Tarde se indignaba de que el PP no fuera capaz de empatizar con el presidente (aunque ya estaba él para eso) y todo un veterano como Xavier Vidal-Folch llegaba a comparar que se investigara a la familia de Pedro Sánchez con el caso Dreyfuss (el judío inocente condenado por antisemitismo que denuncio Emile Zola en su ‘Yo acuso’, el mismito caso). Sin olvidar a Manuel Rico, que no dudó en decir desde la SER que la apertura de diligencias contra Pedro Sánchez demostraba que en España se estaba dando un ‘golpe de Estado con togas’. Como se ve, juicios ponderados y sin un ápice de dramatismo.

Mención especial para Silvia Intxaurrondo, muy interesada en dejar claro que los artículos utilizados como base en la demanda contra Begoña Gómez no eran periodismo. Definiendo a los digitales (El Confidencial y THE OBJECTIVE) de páginas web que, según ella, publicaban «trolas como catedrales», argumento que repitió jueves y viernes. Eso sí, fiel al libro de estilo del periodismo de TVE, sobre el contraste y el derecho a réplica, sin tener a ninguno de los autores de esas informaciones para poder defenderlos (tres cuartos de lo mismo hizo Yélamo en La Sexta Xplica). En su lugar, Intxaurrondo tuvo a un variopinto grupo de tertulianos que iban desde la persona que abiertamente pidió al Gobierno que interviniera a esos medios, a la que dijo sin pestañear que todas las informaciones de El Confidencial y THE OBJECTIVE «no eran periodismo».

Tendrá razón Lamet en que hace falta cambiar cosas en el periodismo. Una sería que cuando alguien pida autocrítica no limite su crítica al competidor mientras se autoelogia así mismo. Que el truco de decir «todos los medios son malos menos yo» es la versión moderna de esa ‘bobosfera’ que arranca de los tiempos en que aquel denunció lo fácil que era ver pajas ajenas mientras se obviaban las vigas propias.

Eso sí, en su relato victimista, va a ser difícil que el presidente del Gobierno nos convenza de vive en una «orfandad mediática», ante tantos ‘colegas’ dispuestos a batirse en duelo por él.

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