Rolls-Royce vuelve a batir su propio récord y crea el coche más caro de la historia
La marca británica desarrollará solo cuatro vehículos y cada unidad costará 29 millones de euros
El mundo siempre ha sido cosa de ricos y pobres. De un tiempo a esta parte hay diversas teorías acerca de la clase media y los sectores inferiores de la sociedad, pero todas coinciden en que los ricos aumentan de número, y son más cresos que nunca. La realidad palpable no escapa a los encargados de querer hacerse con su dinero.
Esa es la causa de que los fabricantes de productos de lujo, únicos, y de un valor superior, derrapen en cada curva por elevar de valor lo mejor de sus catálogos. Y esta asignatura se le da particularmente bien a Rolls-Royce, que aparte de fabricar motores de avión, es la referencia planetaria en cuanto al lujo sobre cuatro ruedas; nadie les gana en eso.
A la caza del hiperrico
La marca británica ha logrado encontrar a un puñado de esos megamillonarios que se han querido dejar un buen dinero en desarrollar las cuatro únicas piezas de su último modelo: el Rolls-Royce Rose Noire Droptail. Siempre discretos, no dan nombres, pero cada uno de ellos van a desembolsar la cifra de 25 millones de libras (29 millones de euros al cambio de hoy) a cambio de poder conducir uno de estos exclusivos cochazos.
Presentado en el Car Week de Monterey, el Rose Noire Droptail adopta la nueva filosofía de diseño que parte de los modelos que se dirijan hacia la filosofía de cero emisiones de la firma. Su línea da un paso de gigante, y se adelanta a su futuro sin perder el espíritu propio de la marca. Sus faros delanteros son altos y finos, su entrada delantera de aire recuerda a la de los Bentley más deportivos, y cuenta con puertas suicidas —solo dos—, con apertura hacia delante.
Todo ello conforma un gigantesco biplaza descapotable de 5,3 metros de largo y más de dos de ancho. El chasis es un monocasco, con partes de aluminio y acero, que rebaja mucho su peso general gracias al uso de fibra de carbono en muchas de sus partes. La enorme cubierta posterior no es para albergar el techo, que ha de dormir en casa. La zaga está decorada en negro, con salpicaduras de color rojo que contrastan con el atractivo y llamativo color de la carrocería. Los mismos tonos se han utilizado en los revestimientos del interior y el salpicadero.
La parte trasera del vehículo ha sido creada con base en las peticiones de los clientes de la marca. Sus rasgos rememoran al de los antiguos Sweptail de principios del pasado siglo. Destaca la elevación del pilar central, para construir un techo de aspecto flotante.
Mecánica especial, inspiración exclusiva
No hay muchos detalles mecánicos, y los que hay son aproximaciones. Pesa unos 2.500 kilos, la potencia que genera su motor V12 de 6,6 litros es de 593 caballos, alcanza una velocidad máxima de 250 km/h —seguramente autolimitada electrónicamente—, y logra ponerse a 100 km/h desde salida parada en cinco segundos. Dispone de una caja de ocho marchas, con cambio manual, y sus llantas son de 22 pulgadas.
El coche se inspira en el romance y el atractivo de la rosa negra aterciopelada Black Baccara, que proviene de Francia. Según Rolls-Royce, tiene una asociación personal para la familia y es especialmente «amada por la madre de la familia solicitante». La rosa, híbrida en sí misma, fue creada en Francia solo en el año 2000 por Meilland International. El coche, al igual que la flor, cambia de color según cómo se vea y, en la luz adecuada. Rolls-Royce lo describe como una «celebración romántica de la pareja que lo creó».
El modelo fue diseñado en estrecha colaboración con la cliente y su familia, y representa tanto el glamur destilado y la pasión por el detalle de los que lo van a pagar. Prueba de ello fueron las 150 pruebas de color necesarias para conseguir el color rojo oscuro llamado ‘True Love’, relacionada con la rosa Black Baccara. Cinco capas de barniz, cada una con un tono de rojo distinto y una transparencia específica, dan fe del grado de su sofisticación.
La abundancia de toques personales y detalles incluyen el vidrio electrocrómico en su techo rígido desmontable y de perfil bajo, que puede oscurecerse o mantenerse transparente para dejar entrar la luz.
Otra curiosidad es la inclusión de un reloj Audemars Piguet desmontable, que sirve como reloj de tablero, y una vez liberado, puede ser utilizado como reloj de pulsera. Se trata de un Royal Oak Concept Split-Seconds Chronograph GMT Large Date de 43 mm, con movimiento de cuerda automática Calibre 4407 único. Incorpora un marco de bisel interior y contadores rojos para contrastar con el dial negro.
La cúspide de la personalización brilla con luz propia. El coche dispone de una nevera capaz de enfriar champán, y que transporta botellas de una edición especial de Champagne de Lossy, descrita como una de las «pocas y preciadas cosechas producidas por el chateau en sus 160 años de historia». Las copas correspondientes que acompañan son de cristal soplado y fabricadas a mano.
Como toque final, el emblema de Rolls-Royce sobre el capó delantero se dejó sin colocar hasta que la nueva propietaria pudiera estampar su firma bajo la legendaria figura de «El Espíritu del Extasis».
Sospechosos habituales
Rolls ha tardado cinco años en desarrollar este coche, y aunque no da nombres, sí que dejan caer un dato que deja volar la imaginación, en especial el de las revistas del cotilleo. Al parecer, el Rose Noire es un encargo específico de una pareja, relacionada con de una dinastía glamurosa del arte, el champán y la moda, descritos como «los líderes de una destacada familia internacional con una conexión profunda con Francia». Todo esto, y la abultada factura final, apuntan a muy pocos entre los que resplandecen el nombre de dos personas: Francois-Henri Pinault, CEO del conglomerado de marcas de lujo de la familia, Kering (que incluye a YSL, Gucci y el vino Chateau Latour) y su esposa, Salma Hayek. Al parecer, la conexión entre el empresario y la marca de champán que cargará este coche en su nevera portátil, es la que da la pista sobre sus posibles usuarios.
Salma Hayek se dio a conocer al mundo gracias a la película Abierto hasta el amanecer, dirigida por Quentin Tarantino. La actriz mexicana ya no trabaja tanto como antes, aunque hace poco protagonizó algún capítulo de la serie de Netflix Black Mirror. Nadie la ha visto llegar subida en este coche, pero si algún día aparece subida en él, a todos se les pondrá la cara como la de los vampiros de su cinta de debut, pero no por un mordisco, sino de envidia.