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Si quieres comprarte un coche, date prisa: cada vez va a ser más difícil

La introducción de tecnologías sobre seguridad no solo incrementa el precio, sino que requiere de cambios estructurales

Si quieres comprarte un coche, date prisa: cada vez va a ser más difícil

Un concesionario. | Archivo

A la industria automovilística se le está poniendo la cara de la tabaquera. Si la primera tuvo un peso capital en los mercados comerciales durante años, hoy no es ni sombra de lo que fue. A lo de los coches le están ocurriendo cosas parecidas cuando aquella empezó a declinar.

Prueba del paralelismo es que el principio de los desvelos de ambas industrias comenzó en un espacio común: el humo. Si la caída nicotínica empezó a cuenta de las regulaciones, a la automoción está comenzando a sentir la aridez de la soga al cuello por motivos afines. Aunque hay más.

GSR2

Aunque tenga nombre de androide galáctico, el acrónimo GSR2 corresponde a la denominación de un paquete de medidas de seguridad que va a devenir en coches más seguros, pero también más caros. En los últimos años, las autoridades han ido obligando a los fabricantes a introducir mecanismos de detención avanzados, controles de tracción, o airbags. Esta tendencia regulatoria va a ir in crescendo.

Las General Safety Regulations 2 (GSR2) empezaron a introducirse en coches destinados al mercado europeo en dos fases. La primera arrancó en julio de 2023, y la siguiente entrará en vigor este 2024. Se trata de añadir a los coches de forma obligatoria una veintena de tecnologías, que se reflejan en casi un centenar de soluciones, dispositivos y procedimientos que los hacen más seguros.

Frenada de emergencia, bloqueo del vehículo a través de un alcoholímetro —si el conductor empuña el volante bebido—, o sistema de alarma de distracción mediante una cámara infrarroja que le vigile. También advertencias relacionadas con la velocidad relativa en cada punto del trayecto, y ayuda en caso de desvío de la trayectoria con respecto a las líneas de la carretera. De paso, la UE también quiere imponer una caja negra que acumule datos del pilotaje, posicionamiento, velocidad, etc.

Todas estas tecnologías ya existen en el mercado, y el resultado es bastante positivo; suelen funcionar de manera probada. Aunque cada vez son más habituales en vehículos de gamas medias y bajas, son los de alta gama los que más suelen equiparlos. En los mayores precios de estos, es más fácil diluir su coste de fabricación.

La introducción de este tipo de soluciones, caras y complejas, es la causa del cese de la fabricación de modelos como el Renault Zoe, pero no es el único. También tienen afección en otros modelos del grupo, como el Alpine A110S como el que conducía Fernando Alonso hasta que fichara por Aston Martin. La gendarmería francesa también conduce una treintena de unidades del A110S en sus patrullas de carretera.

La introducción de toda esta panoplia de tecnologías no solo incrementa el precio, sino que requiere de cambios estructurales que no todos los modelos digieren con facilidad, de ahí que llegue el abandono de algunos modelos. Esto lo acabará pagando la clientela.

Ciberparagolpes

Otra de las materias en las que la UE planta sus reales es la ciberseguridad. A partir del presente año, los vehículos, que cada vez son más inteligentes, han de superar pruebas de blindaje digital ante ataques, manipulaciones y sustracción de datos.

La regulación se denomina WP.29 y todo coche que no pase la prueba a partir del 1 de julio de este 2024, no podrá ser puesto a la venta en suelo europeo. Este certificado se extenderá a marcas y modelos que superen un test ante unas setenta amenazas diferentes.

Entre sus funciones están el eludir el software malicioso, el acceso a los mecanismos digitales del vehículo, un potente antivirus (que debería actualizarse a cada poco), la salida de información o la manipulación remota del vehículo. Los fabricantes han de hacer pasar por estos exámenes a sus coches, y si lo consiguen se les extiende un certificado válido por tres años.

Actualizaciones como las de un ordenador

La siguiente pregunta sería: ¿En la ITV, tras el cuarto año, tendríamos que actualizar el software del coche? ¿A qué precio? Porque estas actualizaciones van a costar dinero, que nadie lo dude.

La UE tiene previstas fuertes sanciones —se habla de 30.000 euros por unidad vendida— a aquellos fabricantes que pongan coches a la venta sin el certificado correspondiente. Es lo que se cree que le ha ocurrido al Porsche Macan. Los alemanes están a punto de lanzar al mercado la versión eléctrica de su modelo más exitoso, aunque esta no parece ser la causa de la defunción de su hermano térmico.

Todo apunta a lo dificultoso, caro, o complejo que les va a resultar implementar la WP.29 en su diseño actual. El modelo seguirá saliendo de sus factorías hasta al menos 2025, pero dirigido a mercados en los que necesiten atender a esta legislación. Esto también lo acabará pagando la clientela.

Muertos que caminan

La tercera inquietud, que se hecho pública en fechas recientes, reside en algo que aún no existe, pero se rumorea que podría acabar siendo una norma de obligado cumplimiento. Corre el rumor que las autoridades europeas manejan una proposición de ley, extensiva para todo el territorio, en la que harían muy complicado reparar coches con accidentes de orden mayor si tienen cierta antigüedad.

Es solo un proyecto en desarrollo, del que no hay más que retazos, y que apunta a que los coches de más de quince años no podrán ser reparados en caso de averías graves. El parque automovilístico europeo se está avejentando de manera masiva. No se compran coches nuevos con la alegría de otros tiempos, y esto no solo preocupa a fabricantes y concesionarios, sino también a Bruselas.

Chatarra que se mueve

Coches más viejos, son coches menos actualizados, con menos elementos de seguridad, poco o nada ‘inteligentes’ y que contaminan más. El perfecto ejemplo es el parque español, con una media de edad que se acerca peligrosamente a los 14 años.

La idea es que tras un accidente grave, con reparaciones de cierto nivel, averías en motor, caja de cambios, o sustituciones de piezas mayores, estén condenados a no ser reparados. A día de hoy, aquellos vehículos que no pasen de manera satisfactoria la ITV pueden ser multados.

Si siguen circulando, implica la posibilidad de perder el permiso de circulación del vehículo. En el horizonte quedan la llegada de sanciones, posibles problemas legales y la suspensión del seguro del vehículo. La normativa en preparación sería llevar un poco más allá de lo recetado por la ITV.

Quince años tiene mi amor

Si un vehículo de más de quince años sufriera una avería con la necesidad de sustituir el bloque del motor, la caja de cambios, el cambio del chasis, daños graves en la carrocería, o daños de consideración en dirección o frenos, perdería su derecho a ser reparado. Pasaría a convertirse en un vehículo destinado al desguace.

La implementación de la regla tendría otras connotaciones. Si reparar un coche cuesta X y cambiarlo 4X, 8X o muchasX más, los propietarios ya se las apañarán para vadear la regulación. Esto añadiría más irregularidades aún al proceso regulatorio.

Esto no pasa de ser una idea, muy seminal, y que tendrá que pasar los filtros y aprobados de las autoridades del viejo continente. Tardará en llegar, si es que llega, y tampoco queda claro que las regulaciones sean así de estrictas o se apliquen de esta manera. Pero que se trabaja en esta dirección indica por donde puede escribirse el futuro.

No dinero, no coche nuevo

El público en general no dispone de fondos para cambiar de coche como le gustaría, y lo del automóvil eléctrico todavía tiene que mejorar y abaratarse —sobre todo en las opciones bajas del mercado—. En un momento en el que no queda del todo claro qué es la mejor opción a años vista, los compradores se retraen.

Los más conspiracionistas y malpensados ven una mano oculta que lo que desea es retirar coches de calles y carreteras. Hay muchos, contaminan, y los están echando a escobazos del centro de las ciudades. Cuando se compra un coche se paga el IVA, impuestos e matriculación, derechos de reciclaje a su venta, impuesto de circulación y al combustible, peajes, ITV, seguro, mantenimiento, posible multas si las hubiera, aparcamientos… La lista es interminable. Mirado así, se le quitan las ganas hasta el más entusiasta, y esto parece una jugada más pensada en desanimar a unos usuarios que lo necesitan para su quehacer diario.

El paralelismo con la industria tabaquera es evidente, y ya sabemos cómo era aquella y en lo que ha quedado. Seguirá habiendo coches, pero cada vez va a haber menos personas que se los puedan permitir. Al final del final, sea lo que sea lo que ocurra, todo lo acabará pagando la clientela.

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