THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

La verdadera ganadora de la Super Bowl es la economía genuinamente americana 

El partido ha enfrentado a dos dinastías de la aristocracia empresarial del país, forjadas por el dinero del petróleo y de los centros comerciales: puro USA

La verdadera ganadora de la Super Bowl es la economía genuinamente americana 

Clark Hundt, tras ganar la Super Bowl de 2020.

A estas alturas ya sabrán quién ha ganado la Super Bowl. Yo todavía no. Escribo esto antes de que se juegue el partido: demasiado tarde para un hombre de bien. Lo veré, si eso, grabado. No me hagan spoiler, por favor. Aunque tampoco importa demasiado. A los efectos de esta sección, el ganador se conocía bastante antes: se ha impuesto el american way of life. Versión empresarial. 

Para empezar, el deporte profesional americano se reconoce como un negocio sin el menor atisbo de sentimiento de culpa. Los clubes son franquicias de las grandes ligas -la NFL en el caso del fútbol americano- y los compran hombres de negocio. Mayormente americanos. 

En la NBA se está abriendo la mano a los fondos, con lo que podría entrar capital extranjero. De momento, apenas hay un dueño chino: Joe Tsai, de los Brooklyn Nets. Lo gordo se lo llevan los empresarios made in America: ver, si no, quiénes manejaban los hilos financieros de la final del año pasado.   

La NFL es más americana todavía. Al fin y al cabo, se trata de su deporte, junto con el menos atractivo béisbol. Quizá por eso las franquicias suelen estar en manos de la aristocracia empresarial del país. Las dos de este Super Bowl lo están en familias que han convertido la historia del self made man original en réplicas de éxito cortadas por el mismo patrón.

Petróleo texano en la sangre

Clark Knobel Hunt, el hombre detrás del éxito de los Chiefs tiene la sangre azul… oscuro. Desciende del petróleo. Su abuelo H.L. Hunt Jr. nació en 1889 en Ramsey, un pueblecito de Illinois, en pleno Medio Oeste: el heartland estadounidense. Zona más bien trumpista últimamente. 

Cuenta la leyenda (y se non è vero, è ben trovato) que consiguió su primer patrimonio jugando el póker. Lo cierto es que se le ocurrió la brillante idea de no gastarlo (o no todo) en whisky, sino en derechos petroleros. 

Puso los ojos muy al sur de su tierra natal, en el este de Texas, empezó a comprar tierras y cuando hubo acumulado suficiente fundó su propia compañía, la Hunt Oil. Era 1936. Después llegó la remontada nacional con el New Deal, la victoria en la Segunda Guerra Mundial… Se forró, obviamente. 

Desde el principio, el astuto Hunt (su apellido significa «cazar», en inglés, o «buscar» de modo, digamos, bastante vehemente) diversificó invirtiendo en varios sectores, con especial cariño por los medios de comunicación, a los que daba un tono muy conservador. Murió como uno de los hombres más ricos del mundo. 

Su descendencia se pudo dedicar a menesteres más divertidos. A su hijo Lamar le dio por el deporte. Pero a lo grande. Fundó la American Football League (AFL), la Major League Soccer (MLS) de Messi. También cofundó el World Championship Tennis y montó un par de parques temáticos. No debió de aburrirse.

Ya de paso, creó unos cuantos clubes para cada una de esas ligas, entre ellos los Kansas City Chiefs. Entonces, en 1960, se llamaban Dallas Texans, pero la cosa no prosperó por la tierra del petróleo. 

Jed York en el vestuario de los 49ers. 

Lo de Texas y el fútbol americano es una curiosa paradoja. En el estado de la estrella solitario están locos por ese deporte y, por ejemplo, los Dallas Cowboys son, de lejos, la franquicia más valorada de la lista Forbes (este año acaba de superar la frontera de los 9.000 millones de dólares), pero parecen arrastrar una maldición desde que ganaron la Super Bowl dos veces seguidas a comienzos de los años 90.

El caso es que Lamar se llevó su equipo a Kansas City, de vuelta al Medio Oeste original de la familia, rebautizándolo como Chiefs. Corría el año 1963. Dos años después nació su hijo Clark, que heredó el club. Comparte la propiedad del club con sus hermanos, pero el que manda es él. Para eso lo criaron.

Fue al colegio en la muy futbolera Texas y a la universidad en Nuevo México. Allí fue capitán del equipo de soccer (para los hijos de los ricos, el otro fútbol, el que juegan los Chiefs, es quizá demasiado dado a concusiones cerebrales) y se licenció en ADE. Se fogueó un par de años en Goldman Sachs antes de volver a Dallas a trabar con su padre. Con él al frente, los Chiefs han llegado 11 veces a los playoffs y cinco a la Super Bowl: hasta ayer habían ganado dos. Ha donado miles de dólares al Partido Republicano.

Ah, y su mujer fue Miss Missouri Teen USA y Miss Kansas USA, título este último que también ganó su hija Gracie en 2021. 

Aunque la mujer fuerte de la familia era la abuela. Norma murió en 2023, meses después de presenciar la victoria del club de sus hijos en la Super Bowl. Tampoco estaría demasiado impresionada: ya había visto las anteriores 56 ediciones de la final de la NFL, todo un récord.  

Ladrillos para triunfar en Silicon Valley 

En el otro lado del terreno de juego, el de los San Francisco 49ers, aún da guerra otra mujer de armas tomar. Pasada la setentena, Denise DeBartolo York sigue ejerciendo de dueña de la franquicia, aunque ha cedido los mandos a su hijo Jed, actual CEO.

Denise es hija de otra encarnación del arquetipo self made man americano. John DeBartolo Sr. nació en 1909 en Youngstown, Ohio. También Medio Oeste (a lo mejor es solo casualidad…), pero más grande e industrial que el pueblo de Hunt.  

Como su apellido hace sospechar, sus padres habían nacido en Italia. Él lo hizo en un nuevo y promisorio país, pero marcado por la tragedia: su padre biológico murió antes de conocerlo. Su madre volvió a casarse con otro inmigrante italiano, que pese a llegar a EEUU ya con 17 años, prosperó como contratista en la construcción. 

Ed se implicó en los negocios de su padrastro desde la adolescencia, pero, además, ejemplo del progreso del sueño italoamericano más allá de las películas de mafiosos, pudo licenciarse en Ingeniería en la Universidad de Notre Dame. En 1944 montó su propia empresa, The Edward J. DeBartolo Corporation (como Hunt, no se fue por las ramas con falsas modestias para bautizarla).

Eufórico tras la Segunda Guerra Mundial, el país cambiaba de cara a marchas forzadas. DeBartolo supo ver las implicaciones en su negocio. La creciente moda de las casas unifamiliares en los suburbios, hoy tan icónicas, pedía una reestructuración de la oferta comercial, y él, aprovechando las ideas de su hermano Frank, arquitecto, se puso a construir centros comerciales como un loco, hasta hacerse con casi una décima parte de todo el espacio comercial de EEUU. 

El negocio siguió viento en popa. Para diversificar (y, posiblemente, también para fardar) empezó a comprar franquicias de diferentes ligas deportivas. En 1977 se hizo con los San Francisco 49ers. Por entonces Silicon Valley no era todavía la locura en que se ha convertido.  

Cedió la gestión del equipo a su hijo Ed. Como Hunt con el suyo, sabía lo que hacía. El DeBartolo original murió de neumonía en 1994 en su muy proletaria ciudad natal, con 85 años y tras ver como su vástago había convertido a los 49ers en la franquicia de moda en los años 80, con el mítico quarterback Joe Montana de gran estrella.

Ed ha quedado para la historia como el arquetipo de gestor deportivo de éxito, pero en la década de los 90, con la empresa familiar atravesando ciertas turbulencias financieras, se enredó en feos casos de agresión sexual y corrupción. La NFL no lo veía ya con buenos ojos y decidió cederle la franquicia a su hermana Denise York (apellido de casada) en el año 2000. 

El equipo se encontraba en clara decadencia, lejos de los gloriosos años 80, y Denise decidió apostar por sangre nuevo: en 2008 nombró presidente a su hijo Jed. De nuevo, sabía lo que hacía. Nacido en 1981, un año antes del primer título de los 49ers, creció en el Youngstown de las energías originales, y fue capitán del equipo de béisbol y delegado de clase en su instituto. 

Como manda la tradición familiar, fue a la Universidad de Notre Dame, donde se licenció en Finanzas e Historia. En un muy significativo paralelismo con Clark Hunt, el vástago de los DeBartolo se también se fogueó en las trincheras de Wall Street, en su caso con Guggenheim Partner, para volver, ya curtido, al negocio familiar. 

En 2011, su tercer año como presidente, los 49ers ya llegaron a semifinales. En 2012, cedió la presidencia a Gideon Yu para centrarse en su papel de CEO. El año siguiente, el equipo jugó la Super Bowl, con una derrota por solo tres puntos. Repitieron en 2020, con otra derrota algo más abultada, esta vez contra los Kansas City Chiefs. 

Ayer jugaron la revancha. Probablemente sean los rivales más encarnizados: aquellos a los que solo les queda vencer a su imagen en el espejo. 

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