Charlize Theron quiere casarse con una croqueta
«La cocina española conquista especialmente al ‘star system’ de EEUU, que se rinde de forma incondicional a los encantos de nuestros platos»
La actriz Charlize Theron, una de las más mujeres más bellas e interesantes que ha dado Hollywood en los últimos años, ha acudido como invitada al programa de David Letterman y un momento de su entrevista, recogido en TikTok, se ha vuelto viral. La intérprete confiesa su «loca pasión» y su amor por la comida española hasta el punto de asegurar que, si pudiera, se casaría con ella. El presentador le pregunta si eso es legal en nuestro país, a lo que ella responde: «Yo creo que todo es legal en España. Te podrías casar con una croqueta». Reconozcámoslo, casarse con una croqueta es una fantasía que muchos tenemos. La croqueta, cuanto más casera, más enamora. ¡Qué fantasía estar casado con una, de jamón, por ejemplo, llegar a casa con ganas y decirle ‘¡Te voy a comer enterita!’ Claro que ahí se acabaría el matrimonio. Pero, bueno, hay más croquetas. De bacalao, por ejemplo. Y recordemos que Zsa Zsa Gabor se casó nueve veces.
Lo cierto es que podríamos hacer un First Dates con recetas españolas y nos daría para varias temporadas, porque resulta difícil decidirse por un novio de cuchara o una novia con esferificaciones.
La semana pasada, con motivo del concierto de Bruce Springsteen, el mítico rockero se llevó a los Obama y a Steven Spielberg a cenar a Amar Barcelona, el restaurante que el chef Rafa Zafra tiene en el hotel El Palace. Se pusieron finos: ibéricos, anchoas con coca hojaldrada con aguacate, ostras, tostada de mantequilla con pan brioche y caviar, bikini de salmón ahumado y caviar, gambas de Roses XL, almejas, mongetes de Santa Pau con morrillo de atún y panceta ibérica, guisantitos con tripa de bacalo, bull negro y pastel de trufa de primavera, lenguado a la Meunière y carne de wagyu.
Esperen un momento, que voy a la nevera a por unas cosas y ahora vuelvo.
Ya estoy de vuelta.
Se me olvidaban los postres: torrija XXL con su embebido de helado, pastel de chocolate con galleta salada de turrón, pastel de queso tibio y fruta.
¿Pero estos señores no habían comido en años o qué demonios les pasaba? Lo de Bruce se entiende, porque llegaría agotado después de darlo todo en el escenario. Pero debieron salir rodando del restaurante, ya me dirán. Y enamorados hasta las trancas. Porque ya están todos casados, que si no les veríamos pedir la mano a una butifarra.
La cocina española conquista especialmente al star system que se rinde de tal forma a los encantos de nuestros platos que algunos han llegado a dar un paso más lejos. Gwyneth Paltrow, por ejemplo, Hija Predilecta de Talavera de la Reina, donde vivió una temporada como estudiante, llegó a presentar un programa de cocina, Spain… On the road again (España, otra vez en la carretera) en el que viajaba con un descapotable recorriendo el país y degustando manjares de la tierra como la croqueta. Se dirigía especialmente a los espectadores norteamericanos, cuyos gustos y prejuicios conoce y, por lo tanto, sabía cómo enfrentarse a ellos. Reconozco que viendo lo bien que se lo pasaba viajando, comiendo y bebiendo, cobrando un pastizal por ello, me despertaba una envidia insana y me hacía preguntarme qué habría hecho ya mal en la vida para no conseguir un trabajo como ese. Si es que se puede llamar trabajo a ese insultante placer.
España debería aprender a conquistar el mundo por el estómago. Es un arma infalible. Nuestro mejor embajador es el chef José Andrés, pero ahora anda metido en su personal proyecto de cocina solidaria, World Central Kitchen, que le lleva a estar en todas las guerras y desastres llevando comida y esperanza a las víctimas. Ha sido candidato al Premio Nobel de la Paz y tiene todas las papeletas para llevárselo más pronto que tarde.
Y mientras nuestros chefs arrasan en las estrellas Michelin y la comida española recibe el unánime aplauso de los críticos gastronómicos y de quienes la descubren, España —como siempre, como en todo— no sabe sacarle partido al potencial de esa riqueza. Basta echar un vistazo a las plataformas audiovisuales para encontrarnos con multitud de formatos de cocina, a cual más absurdo. Como la gran mayoría son made in USA, la comida es lo de menos y lo que prima es la competición, los conflictos entre los participantes: hay un reality de barbacoas (sí, han leído bien), otro de recetas con los restos del día anterior, uno en el que los platos parecen asquerosos pero luego resulta que son deliciosos (vamos a ver, que los espectadores no podemos probarlos y tenemos que creernos que esas mierdas están ricas. ¡Por favor!), multitud de programas de postres en los que usan toneladas de pasta de azúcar para hacer tartas con formas imposibles…
No entiendo que no hayamos sido capaces de crear programas que sirvan como entretenimiento y escaparate al mundo de nuestra cocina: un concurso de paellas, sin ir más lejos. Pero ya, que se nos pasa el arroz.