Cristina Pedroche convierte su parto en un deporte acuático
«Si usted se convirtió en la niña del exorcista delante del ginecólogo y la matrona, en mi caso durante 12 horas, es porque le gusta sufrir o porque no es La Pedroche»
Entre las mujeres hay un pacto no hablado en el que por consideración, aunque parezca a veces que es por maldad, una no cuenta realmente lo doloroso que es un parto a otras mujeres, en especial si están embarazadas. Dejamos que lleguen a ese día con el menor miedo posible y lo hacemos confiando en que todas ellas, aunque sean primerizas, tengan una idea de la experiencia tan mágica como dolorosa que están por vivir. Todas menos Cristina Pedroche.
Cuando creíamos haberlo visto todo, con los partos en piscinas hinchables, velas aromáticas y Bossa Nova de fondo, llega de la mano de la mujer del chef David Muñoz el hipnoparto, gracias a Dios no es algo que se coma.
La presentadora dará a luz este verano, junto con las campanadas de Nochevieja, las fechas señaladas para Cristina Pedroche, en las que puede crear tendencias absurdas, ya sean vestidos hechos con carpas de refugiados o deportes acuáticos novedosos como el surf de olas uterinas… Está usted leyendo bien, Cristina Pedroche va a convertirse en la primera mujer en la historia de la humanidad que se libre de tener contracciones en el paritorio y todo esto utilizando solo el poder de la mente y de la respiración.
En otras palabras, que si usted, como yo, se convirtió en la niña del exorcista delante del ginecólogo y la matrona, en mi caso durante 12 horas, es porque le gusta sufrir o porque no es La Pedroche, a la que el útero no se le contrae, le produce oleaje alto. Y ella, como el cursi al que la vida le da limones y hace limonada, ante el oleaje uterino, hace surf, pero con la respiración. Si hasta aquí nada de lo que está leyendo tiene sentido, ¡felicidades! Puede presumir usted aún de cordura. Siga.
Realmente ni ella misma confía en la eficacia de hipnoparto, por lo que ha dicho en prime time, que si se le descontrola la marea, no dudará en arrojarse al acantilado de la epidural. Yo, por mi parte, sí apostaría por el umbral del dolor de alguien que aguanta estar varias horas en bragas en la Puerta del Sol un 31 de diciembre.
«Me gustaría no tener que ser la portadora de malas noticias para todas aquellas que piensen que los dolores de la maternidad se reducen a las contracciones»
Me gustaría no tener que ser la portadora de malas noticias para todas aquellas que piensen que los dolores de la maternidad se reducen a las contracciones, de hecho el parto comparado con el posparto es un baile. Ya puedes respirar muy profundo que al tercer día de no dormir las mareas, se convierten en mareos y una haría surf, remaría o nadaría, con tal de salir de ahí, luego miras a tu bebé y se te pasa.
Más allá de las tendencias de paritorio, hay un motivo por el que el dolor está ligado a la vida. Y esto también tiene su parte de mindfulness, el dolor físico nos hace presentes, nos pone en alerta y créame, hay muy pocos momentos en los que sea tan necesario tener todos los sentidos activados como cuando estás a punto de conocer al gran amor de su vida, a ese ser por el que dejaría que le atravesarán siete capas de tejido en una cesárea, para que un buen día le suelte: «estas navidades me tocan con la familia de mi novia».
Como casi todo lo que vale la pena, un hijo llega después de un gran esfuerzo, y ese dolor es necesario también porque es premonitorio, porque los hijos duelen, en todas las etapas. Si se caen nos duelen sus heridas más que si fueran nuestras; si les rompen el corazón, es como si nos partieran el alma y por eso dedicamos la vida a protegerlos de los golpes de la vida para los que hace falta mucho más que una buena respiración, hace falta amor y el valor para vivir la vida enfrentándonos a nuestros miedos, sin distraernos evitando las molestias que estos puedan causarnos.