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Opinión

Yo tampoco soy amiga de Tamara Falcó

La marquesa dejó de representar a las mujeres a las que les habían roto el corazón para convertirse en la chica sumisa

Yo tampoco soy amiga de Tamara Falcó

Tamara Falcó. | (Francisco Guerra / Europa Press)

A pesar de los relativistas, existen verdades absolutas, con las que la vida está especialmente obsesionada, provocando situaciones y creando personajes que las demuestran con toda claridad. Una de estas es la que dice que del amor al odio solo hay un paso, a lo que yo añadiría una nota: mientras más intenso es el amor, más feroz será el odio.

Hace menos de un año un país entero beatificaba a Santa Tamara Falcó, patrona de los infieles, y la convertía en la mejor amiga de cualquier alma despechada. Daba igual lo que estuviera pasando, sacaban a violadores de la cárcel, el gas, la luz, y la compra se convertían en un lujo de ricos, terremotos acababan con la vida de miles de personas, pero a los españoles solo nos movía el efecto Tamara.

Su primera aparición pública, tras conocerse la ruptura de su compromiso con Íñigo Onieva, fue comentado en todos los platós de televisión y llegó a todas las portadas de la prensa escrita. No había una sola marca que no quisiera trabajar con la hija de Isabel Preysler, ahora mejor conocida como la madre de Tamara Falcó. Todo español de bien se sentía con la obligación moral de defender a la marquesa de Griñón de las críticas de cualquier ser descorazonado que se pusiera del lado de Onieva.

La estrategia era perfecta, hasta que Tammy cometió el primer error imperdonable, en especial para alguien, como ella misma se definía, ‘cuadriculada para los cuernos’: volver con Íñigo Onieva. Y esto la convirtió en la amiga a la que le dedicas tu tiempo y le limpias las lágrimas hasta que te das cuenta de que, sin importar lo que hagas, va a seguir volviendo con su ex tóxico y uno se cansa de tanto decir ‘Jo, tía, te lo dije’.

«Tammy cometió un error imperdonable, en especial para alguien, como ella misma se definía, ‘cuadriculada para los cuernos’: volver con Íñigo Onieva»

La marquesa dejaba de representar a las mujeres a las que les habían roto el corazón (que somos muchas) para convertirse en la chica sumisa, comprometida con el perdón (y con Íñigo Onieva, por segunda vez), pero el discurso de amor altruista no coló, el espectador no veía un sentimiento cristiano y romántico detrás de la reconciliación, los del Team Tamara veían solo el símbolo de euros.

El interés que despertaba la que llegó a ser la pareja del año se extinguía, pero la marquesa confiaba en que el tamarazo reviviría con una boda de ensueño y entonces llegó el drama del vestido y no había nadie para defender a Tamara de las diseñadoras que no accedieron a copiar un diseño de alta costura a cambio de cumplir los deseos de la mujer a la que nadie le  decía ‘no’. Ella se defendió como lo haría una niña de cinco años, diciendo que el vestido era feo y que su mami no le dejaba ponérselo… querida, a tu madre tampoco le gusta tu novio y te vas a casar con él. Pero bueno… todo podría haber acabado en otra red flag, otra señal del destino para salvarla de un matrimonio de alto riesgo, pero ni Tammy sabe reconocer señales ni nada se suele quedar ahí cuando se trata de Tammy. En cuestión de días a la marquesa le llovían las denuncias por fraude en redes sociales, donde incluso los principiantes sabemos que es obligatorio publicar como ‘colaboración pagada’ o ‘publicidad’ lo que así sea. Y ahora sabemos que el vestido no era una elección personal y desinteresada, como nos lo había vendido Tamara en sus redes, había un contrato detrás, como lo hay detrás del 99% de sus publicaciones.

Este fin de semana reaparecía la marquesa a las puertas de la iglesia en la que dará en menos de 50 días el sí quiero. Cerca de su madre y lejos de la opinión pública. De heroína nacional a villana del cuento para demostrarnos que del amor al odio solo hay un paso.

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