Sé las tetas que visteis el último verano
«Hizo bien Amaral en enseñar los pechos, el problema es cuando se le quiere dar categoría de novela a un capítulo»
Henos aquí, hablando de tetas en verano. En este páramo informativo de la canícula española, entre machetes en Tailandia y elecciones de presidentes del Congreso, Amaral enseñó sus pechos en el Sonorama y se prendió la mecha de la conversación pública y publicada. El aburrimiento en España es como la sobriedad en Rusia, un imposible. No te aburrirás en Alcaudete, no te dormirás sin haberte tomado un trago de vodka en Vladivostok. Era ya de noche en el festival Sonorama Ribera de Aranda de Duero cuando Eva Amaral, previo alegato, se quitó el corpiño de lentejuelas rojas que cubría el tronco superior de su cuerpo y cantó Revolution.
Amaral decidió reivindicar así «la dignidad de nuestra desnudez, la dignidad de nuestra fragilidad, de nuestra fortaleza» ¿Y quiénes somos nosotros para decir lo que está bien o mal reivindicado?, ¿hay cursillos para aprender a reivindicar?, ¿la libertad no consiste en que cada uno reivindique lo que dé la gana a su manera? Hizo bien Amaral en enseñar los pechos, si así lo deseaba, aunque como pasa casi siempre, el problema viene cuando se le quiere dar categoría de novela a lo que es un capítulo. Aplaudidoras, que no la propia Amaral, que intentan convertir el gesto en símbolo histórico frente a una opresión que en España solo existe en su mente. Revoluciones de un tweet. Como si la Guardia Civil fuese un trasunto de la policía iraní de la moral. A pesar, sí, del estúpido policía, ya expedientado, que obligó taparse los pechos a Rocío Saíz durante su concierto en Murcia.
En la red social controlada por Elon Musk salieron también denodados pajilleros patrios que pedían más ejemplos de tetas al aire libre. Poniendo su lista de mujeres a las que desean ver los pechos como chavales que le piden los juguetes por carta a Papa Noel. Hay formas más discretas de decir que sois vírgenes o que estáis faltos de sexo, criaturas. Y es cierto el puritanismo de las redes sociales, donde unos pechos de mujer se censuran, se eliminan, se ocultan. Algo tendrán las tetas cuando no las quiere Mark Zuckerberg. Y algo tendrán los senos femeninos, que no son lo mismo que los masculinos, cuando siguen siendo objeto de columnas, de noticias, de debates. Pueriles e intrascendentes, sí, pero debates.
«Algo tendrán los senos femeninos, que no son lo mismo que los masculinos, cuando siguen siendo objeto de columnas, de noticias, de debates»
Se me vino al recuerdo Rocío Jurado en TVE. Sí, la que cantó, con letra escrita por Manuel Alejandro, el feminista «Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo». En 1995, la periodista Lourdes Lancho le preguntó, entre risas y cantes, por su talla de sujetador en Un paseo por el tiempo, programa que presentaba Julia Otero. «A ti te lo voy a decir», contestó Jurado, para rematar con un «a mí el único sujetador que me importa es el mental, que es el que tú te tenías que poner para no hacerme esa pregunta». Eva Amaral es una mujer feminista y no por enseñar los pechos, eso es secundario y anecdótico, sino porque lo lleva demostrando en toda su carrera. Exitosa carrera, a pesar de algún gacetillero que no se entera ni por dónde sale el sol, y pone en duda los números de Amaral.
Quizá recordemos este verano por las tetas que vimos. Puede que entre ellas, para la memoria colectiva, las de Eva Amaral. Las bicicletas son para el verano, como aquella obra de Fernán Gómez, y las tetas sin ser solo para el verano, son, especialmente cuando el calor aprieta y los chicos se enamoran, objeto de deseo, miradas, orgullos, pudores, miedos, tocamientos. Chavales y chavalas, que aspiran, entre pavores juveniles, a tocar unas. Recordar unas tetas de verano para cuando llegue el lluvioso invierno. Comprender esos primeros amores juveniles. Saberse afortunado por encontrar un amor de playa o de verbena. Echar gasolina en el depósito de los recuerdos, para cuando escasee la felicidad.
Y no será en Aranda de Duero, sino en Sídney cuando unas mujeres españolas disputarán este domingo la final de la Copa del Mundo de fútbol. Haremos lo que mejor sabemos hacer en este país, correr en auxilio del vencedor. Hasta antes de ayer, olvidado. Da igual el resultado final, no es anecdótico ni será historia de un tweet efímero, y tiene un punto de revolucionario. Y feminista, claro. Señoras que juegan y ganan en el deporte que tradicionalmente ha sido, visto y jugado, de los señores. E incluso, en esta España que no cesa la gresca ni en agosto, nos unirá durante unas horas. Puede que recordemos este verano por la Selección Española que vimos. Y por el Mabppé que no vimos. Pero eso, ay, es otra historia.