Negreira, Rubiales, Puente, Viondi y el barro
«Al perderse las formas, la educación y el respeto, al entrar de patitas en el barro, retrocedemos al paleolítico»
Cohecho: «Delito consistente en sobornar a un juez o a un funcionario (Negreira, sostiene el magistrado Joaquín Aguirre, era funcionario de la RFEF cuando trincaba del Barcelona) en el ejercicio de sus funciones (vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros), o en la aceptación del soborno por parte de aquellos». ¿Y ahora, qué? Como de todo hay en la viña del Señor, alguno se apresura a decir que el juez «aplica la sentencia del Telediario para llamar la atención y ganar popularidad» (¿?). Cierto que los vericuetos de la Justicia son inextricables, que es más sencillo retorcer el Código Penal, que para eso hay abogados «más listos que el hambre», que aceptar el castigo correspondiente. Se puede, incluso, dar la vuelta a la Historia y convenir que no fue Islero el toro que mató a Manolete, o que la amnistía que hace dos meses era constitucionalmente inviable ahora puede colar, como sucederá con el referéndum y así sucesivamente porque la Constitución del 78 no sólo es reformable al gusto del consumidor ventajista sino también violable.
Así como la FIFA llevó a Rubiales al paredón –«estos son mis códigos y si no te gustan te aguantas»-, la deriva del «caso Negreira» podría obtener la primera resolución cuando lo decida la UEFA, que tiene el asunto en estudio y que no pensaba aplicar todo su rigor, que es mucho, hasta que la Justicia española dictaminase. Lo del cohecho ya no es un indicio, sino una acusación gravísima en toda regla. Así, pues, toca esperar a las «noticias del Telediario», que dicen los que no aceptan que durante diecisiete años el vicepresidente de los árbitros cobrara del Barça algo más de siete millones de euros, para que Ceferin y sus muchachos impongan la pena pertinente, si lo consideran oportuno. Una vez iniciada la Champions, con la primera victoria ante el Amberes, se antoja improbable que vaya a tomar medidas drásticas antes del final de temporada.
«El ‘caso Negreira’ tiene miga y no contribuye a pacificar el ya de por sí enmarañado y convulso fútbol español»
Según se colige del auto del juez Aguirre, la gravedad del hecho podría acarrear penas de cárcel no sólo para Rosell (absuelto del delito fiscal que lo llevó prisión), Bartomeu y también Laporta, que pensaba que a él no le alcanzaría el peso de la Ley porque, en su caso, la irregularidad ya había prescrito. Pues, no, si es cohecho. La amenaza no es baladí, aunque sí escandalosa: más prisión, de cuatro a seis años, sanciones económicas para el club y, en casos aparentemente remotos, supongo, intervención judicial y hasta desaparición del Barça. El «caso Negreira» tiene miga y no contribuye a pacificar el ya de por sí enmarañado y convulso fútbol español.
No hace tanto saltó en Valencia el asunto del racismo con Vinicius, que Lula, siguiendo los pasos de la agencia de representación del futbolista, expandió hasta sembrar sospechas sobre la calidad democrática española a escala internacional, porque el racismo, además de una lacra, no cabe en las democracias modernas. Como la cuestión del racismo y la xenofobia no termina de expirar, porque en grupúsculos sigue latente, en los prolegómenos del derbi Atleti-Madrid unos cafres, sinvergüenzas, racistas y xenófobos, gentuza que podría militar en el «KuKluxKlan», insultaron a una niña negra que se atrevió a ir al partido, de la mano de su tía que es atlética, con la camiseta de Vinicius.
Y además lo de Rubiales. No, el fútbol español no es una balsa de aceite y la elección de un nuevo presidente pasa por la regeneración de la RFEF. El CSD, que estuvo casi cinco años silbando, ahora tiene prisa por convertir a la oveja negra del deporte español en una federación modélica. Como todo pasa por un proceso electoral, hay que prevenir y los candidatos tienen que ser, estar y parecer inmaculados. Entre los 19 presidentes de territoriales los hay limpios como una patena, mientras el enemigo no demuestre lo contrario, otros que tienen cuentas pendientes con la Justicia («caso Soule»), por tanto inhabilitados para el cargo, y otros que, aún con la acusación prescrita o demostrada su inocencia, tendrán que estar ojo avizor para que no les salpique la porquería.
«En su momento, decidió no competir con Rubiales por el trono de la RFEF. Hoy, si los rumores son ciertos, vuelve a la carrera»
El próximo presidente de la Real Federación Española de Fútbol podría salir de ese laberinto u optar por alguien capaz de pasar todos los controles sanitarios. Si se habla de una mujer, Elvira Andrés, directora del Gabinete de Presidencia, acumula méritos… y lo contrario: «¿Qué sabrá de fútbol si viene del baloncesto?». ¡Ea!, hay quien la quiere bien, pero no tanto… Y entre quienes sin prodigarse asoman, Javier Lozano, presidente de la Asociación de Ligas Profesionales Españolas (ALPE), expresidente de la LNFS, instructor FIFA y directivo de la Federación Española de Fútbol hasta que Rubiales se cruzó en su camino. También fue seleccionador de Fútbol Sala, el más laureado. ¿Suficiente? Las territoriales, los futbolistas, los árbitros, los entrenadores y así hasta 140 votantes lo decidirán. ¡Ah! Y Emilio García Silvero, quien fuera responsable de Integridad de la UEFA, ahora responsable legal de la FIFA, fichado por Infantino. En su momento, decidió no competir con Rubiales por el trono de la RFEF. Hoy, si los rumores son ciertos, vuelve a la carrera.
El fútbol español son sus éxitos, de selecciones y de clubes, vigentes y contrastados, también sus sombras, innecesariamente instaladas en los despachos, donde los círculos de poder y la escasez de escrúpulos todo lo magrean. Nos sorprendieron los gestos obscenos de Rubiales en Sídney, tan similares a los de Óscar Puente en el Congreso o los de Viondi en el pleno del Ayuntamiento de Madrid como si fuera el estilo imperante. Al perderse las formas, la educación y el respeto, al entrar de patitas en el barro, retrocedemos al paleolítico.
Hace casi 120 años, el 13 de mayo de 1904, se reunía en el Nuevo Café de Levante la generación del 98 en una tertulia propiciada por Valle-Inclán. Hablaban de los diferentes tipos de españoles y Pío Baroja, cuentan, tomó la palabra: «La verdad es que en España hay siete clases de españoles: los que no saben, los que no quieren saber, los que odian el saber, los que sufren por no saber, los que aparentan que saben, los que triunfan sin saber y los que viven gracias a que los demás no saben». «Estos últimos se llaman a sí mismos ‘políticos’ y a veces hasta ‘intelectuales’», dicen que fue la rúbrica del escritor vasco. Entonces no había Telediario.