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Opinión

Jorge Javier Vázquez, ni 'rojos', ni 'maricones'

«En ‘Sálvame’ hubo momentos de descojone generalizado. Una España ligera, irreverente, colorida»

Jorge Javier Vázquez, ni ‘rojos’, ni  ‘maricones’

Jorge Javier Vázquez.

El periodismo hoy consiste en contarle al público que se dejó de emitir la semana pasada un programa que usted ni siquiera sabía que existía. Es lo más probable. O quizá puede que  usted sí supiera, y eligiera ver Cuentos chinos, el programa de Jorge Javier Vázquez en la franja más complicada de la televisión española, el temido access prime-time. Apenas tres semanas ha durado el que fuera el parto más complicado para el comunicador de Badalona. Y seguramente la mejor curación para el dolor de la temprana muerte del formato sea el olvido. Que el público acabe borrando de su memoria, si es que acaso lo hayan visto, el  efímero show de Telecinco.

Las cartas sobre la mesa: me cae bien Jorge Javier Vázquez. Creo en su ironía, en su gamberrismo televisivo. Sé de lo corrosivo de muchas de sus gracietas, soy consciente de  sus múltiples fallos. Entiendo que el personaje televisivo, el Jorgeja de la pequeña pantalla, es un tipo tiránico, a veces exagerado. Necesitado de un ego voraz, pero con un ingenio y una desdramatización que se agradecen en tiempos donde todo es tan serio que hasta se programan alertas en televisión si caen cuatro gotas en Murcia. Así lo agradecí en tiempos pandémicos, donde entre informativos aberrantes, había espacios de desconexión. Y es del PSOE, claro, es muy del PSOE. Una politización que quizá haya cabreado a partes de sus incondicionales. Se puede ser de un partido, sí, pero no con la arrogancia de creer que solo se puede ser de ese partido.

La nueva directiva de Mediaset decidió, hace unos meses, un cambio de rumbo de la cadena. Adiós Vasile, adiós. Y con su adiós, la marcha de un modo de hacer televisión eficaz, barato y tremendamente popular. Se acabó Sálvame y, con ello, todos sus hijos  televisivos. Hubo quienes pusieron el grito en el cielo, quienes vieron en la decisión de la directiva, un torpedo hacia el pensamiento progresista en los medios. «Ana Rosa y su línea  editorial adueñándose de toda la parrilla de Mediaset», exclamaron algunas mentes pensantes que ven conspiraciones por cada esquina. Sinceramente, visto lo visto, qué torpe debe ser el poder mediático que estamos en vísperas de que Sánchez, previo pago a sus socios, vuelva a ser presidente del Gobierno. Poder mediático esmirriado, queridos.  

Jorge Javier Vázquez se marchó antes de la defunción de Sálvame. Agitado por el fin del  programa, corrió primero al hospital y luego a su hogar. Apagó las redes sociales y no supimos más de él hasta que el oleaje de un nuevo programa empezó a llegar a nuestros oídos. Jorge Javier iba a competir en la próxima temporada durante cada noche contra Pablo Motos, el Gran Wyoming, Carlos Sobera. Jorge Javier contra El Hormiguero, El Intermedio y First Dates. La aventura era arriesgada, la hostia podía ser grande. No hace  falta que les diga cómo fue el final. Cuentos Chinos llegó un 11 de septiembre y el pasado miércoles 27 murió. Ni se despidió en directo. Lo cancelaron sin posibilidad de decir adiós y gracias a su audiencia. Escasa, sí, pero audiencia.

Recuerdo un momento glorioso de Sálvame en plena pandemia y en pleno episodio del  llamado ‘Merlos place’. Aquel lío amoroso por la infidelidad del periodista Alfonso Merlos con una de las reporteras del programa Socialitè, Alexia Rivas. Estaban discutiendo en el  plató del caso, con la pareja del infiel, Marta López, allí de cuerpo presente. Antonio Montero, panelista del programa, mezcló entonces en un momento dado temas que nada tenían que ver con la infidelidad y el llevar a una persona a casa, cuando las normas de confinamiento estaban en vigor. «¿Qué no podemos hacer si tenemos a Pablo Iglesias con un chalet?», expresó Montero. «¿Qué tiene que ver aquí Pablo Iglesias? ¿Le ha puesto él a la tía? ¿O Irene Montero?», estaba Jorge encendido cuando llegó la famosa proclama: «Este programa es de rojos y maricones. ¡De rojos y maricones!, quien no lo quiera ver, que no lo vea». Tarde gloriosa de la pequeña pantalla.

La televisión de masas en España no puede ser de ‘rojos’, ni ‘maricones’. Jorge Javier, tipo listo, lo sabe, pese a su frase estrella. Eso fue Sálvame durante 14 años, un programa  histórico de la televisión que veía todo Dios, especialmente aquellos que decían no verlo nunca. Que acompañó mucho, sí, aunque también traspasó líneas que no se debieron  cruzar jamás. Hubo episodios de telebasura, ¿por qué ocultarlo?, pero hubo momentos de descojone generalizado. Una España ligera, irreverente, colorida. Yo fui espectador de Sálvame, ¿por qué ocultarlo? El éxito en televisión es democrático. Cuando uno decide lo que ve, de alguna manera vota. Y Jorge Javier sabe que el ganador de la noche debe tener entre sus votantes, es decir, entre sus espectadores a rojos y maricones, faltaría más, pero  también a fachas, liberales, indepes, católicos, judíos, budistas, terraplanistas, guardiaciviles, autónomos, empresarios. España está vez no votó a Jorge Javier Vázquez. Ni rojos, ni maricones, ni casi nadie eligió ver lo nuevo del catalán. Este cuento chino se terminó. 

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