Kiko Rivera y los kilos de cocaína que ha llegado a consumir
«Me podría haber muerto en una de mis noches locas», ha confesado recientemente el cantante
Durante años, Brian de Palma, Martin Scorsese y otros muchos cineastas nos han mostrado cómo los mafiosos y la cocaína han mantenido una relación íntima más allá del puro negocio. La imagen de montañas blancas esnifadas en fiestas y cuartos de baño forma parte del imaginario colectivo, pero sin ir más lejos se repite cada fin de semana en discotecas de toda España, a pequeña escala, eso sí, y protagonizada por ciudadanos que solo quieren divertirse.
Hollywood romantizó el consumo del polvo blanco en los noventa del mismo modo que hiciera con el tabaco en los años cincuenta. Pero, ay, si el cine hubiera echado la vista a su hermana pequeña, la televisión, habría flipado, porque la dupla éxito-cocaína da para todo un subgénero cinematográfico. Los mafiosos se meten cuatro mierdas de rayas comparado con los tiros que se pegan presentadores, colaboradores, estrellas invitadas, incluso ejecutivos, cómo no, que también son humanos aunque no lo parezcan.
Pero no lo digo yo, que conste, lo reconoce David Valldeperas, director de los cancelados Sálvame y Deluxe, que ha estado en el pódcast Querido hater y ha largado lo más grande, como si nadie lo escuchara o como si todo le diera igual: «Muchos (de los colaboradores) han reconocido su afición a ‘esquiar’, bueno, a meterse coca por todo lo alto, o lo que quisieran meterse, que yo no entiendo mucho».
Aquí no era en una fiesta sino trabajando, en directo: «Si alguien ha estado ‘esquiando’, en el momento que pierde el control se le ha sacado del plató. Al menos, en los programas que yo he dirigido», ha reconocido Valldeperas, que no ha olvidado cuando Belén Esteban estaba ‘muy malita’: «En su mala época podía tener una explosión y lo primero que hacía era arrancarse el micro e irse». Así se entiende lo que contaba Karmele Marchante, la Shakira del programa, porque ocho años después de largarse sigue sacando trapos sucios, a propósito de las ‘carreras de drogas’ para ir a los baños en las publicidades.
Tiramos de la manta y empiezan a caer turulos del cielo, vamos. Kiko Rivera también se ha despachado a gusto con el youtuber Jordi Wild, como bien recogía nuestro compañero Alberto Ardila. En el pódcast The wild project, el ‘Maravilloso Ser’ habló de su madre, de su infancia, de la fama y, cómo no, de la mala vida que le dio esa madre, esa infancia y esa fama: «No tenía problemas económicos, pero tenía problemas peores. El vicio en todo su esplendor». Y aquí no exagera, al contrario: «Me podría haber muerto en una de mis noches locas, que me he puesto 10 gramos de cocaína. He consumido durante muchos años a diario. Bastante bien estoy. Me arruiné y tenía ocho millones en el banco. Me los gasté en dos años».
Hagamos las cuentas de la vieja. Para ello, vamos a ponernos las gafas de secretaria del Un, Dos, Tres (vaya, creo que la tropa de la generación Z no tiene ni pajolera idea de lo que les estoy diciendo: tranquilos, el próximo 19 de octubre se arregla todo con el reboot del mítico concurso de TVE en Twitch, ahora presentado por TheGrefg, y en el que participarán tiktokers. Por lo visto, habrá secretarios por eso de la igualdad y blablabla, ya saben; lo que no sé es si respetarán la estética del formato original y llevarán las gafas redondas sin cristal. Perdonen la digresión, volvamos al presente) y hacemos el cálculo: han sido 10 gramos al día en los 10 años de máximo consumo: 36.500 gramos. 36 kilos y medio. A 60 euros cada uno, hacen un total de 2.190.000 euros. Exagerado, dirán. ¿Cuántas noches locas ha tenido Kiko? ¿La mitad? (18 kilos) ¿Una de diez? (3,6 kilos) Si fuera una al mes, la cosa se quedaría en un kilo doscientos. ¿Razonable? Bueno, pero quien se crea que Kiko ha tenido solo una noche loca al mes en su vida es que no le conoce.
Con ese peso añadido, ¿cómo no iba a resentirse su salud? Hace justo un año sufrió un ictus que, en realidad, era el segundo, pues el primero pasó inadvertido. Al menos tuvo suerte y no le dejó secuelas. Con el susto, Kiko ha abrazado la vida sana. ¡Adiós noches locas, qué tiempos aquellos! Precisamente recuerdo cuando vino a Supervivientes, el debate que yo dirigía.
Cobraba por esa noche lo mismo que toda la redacción de guionistas al mes, así que decidimos exprimirle al máximo desde el minuto uno para amortizar la inversión (he de reconocer que de audiencia funcionó como un tiro). Llegó rodeado de una corte de amigos/guardaespaldas en chándal y con cadenas macizas que le acompañaban al baño en cada corte publicitario. Eran su sombra, no se despegaban de él. Parecían sacados de Scarface o Uno de los nuestros, pero en versión poligonera. Esa se convertiría luego una noche loca, estoy seguro. Bastaba con mirarle a los ojos.